jueves, 28 de julio de 2011

Crónica de un despido patético

Corría el mes de agosto del 2000 cuando el mero mero petatero de la firma de asesores de negocios al cual apoyaba con funciones de asistente ejecutivo,  decidió liquidarme tras intentar que yo renunciara, así no más, a mi empleo de tres años.

Así que, heme aquí contándoles una anécdota de un jefe que si bien se portó mala onda conmigo ese día, fue el empujoncito que necesitaba para cambiar de “aigres”.

A principios de ese año, yo ya había probado las mieles del periodismo deportivo.  Primero, me invitaron a la primera Peña Futbolística de mujeres del Canal 2, donde solo fui a hacer el oso y a traumarme por lo flaca que me veía a cuadro.

Después, comenzaron a llamarme a la oficina de varias estaciones de radio para que les hablara, gratis, del jugador de moda o del partido próximo a jugarse en Monterrey.  Era toda una enciclopedia del balompié nacional.

Todo esto coincidió con la oportunidad de escribir en la revista interna de la firma de auditores y contadores mundial para la que trabajaba, que se llamaba Enlace y se repartía en todas las oficinas del País y del mundo.

Además, llevaba las estadísticas de un equipo de futbol en el que participaba mi ex jefe con puro empresario pesado de la Ciudad.  Uno de ellos decía que era su DT. ¡Bonita cosa!

Un sábado estaba como león enjaulado pensando y pensando en cómo demonios podía hacerle para ser reportera de Deportes sin estudiar, pues pisaba ya los veintitantos.  Estaba en la sala y fui a la cocina a preguntarle a mi mamá cómo hacerle.

Solo me dijo: “pregúntale a Alma (mi hermana)”.

Salí de la cocina y llegó el periódico, así que tomé la sección Deportes (ahora llamada de otra forma) para leerla a gusto.

La hojeé y hojeé hasta que me topé con una convocatoria para asistir a un Seminario de Periodismo Deportivo. ¡Qué cosas tiene la vida!  Después de pensarle mucho en llenar mi solicitud, pues debía tener título profesional, finalmente me desprendí de pensamientos negativos y la envié.

No había tomado vacaciones en tres años en esa firma de asesores de negocios.  Así que una vez me aceptaron al seminario, fui a tomarlo por 12 horas, en un solo día.

Después de estudiarnos a los más de 400 aspirantes, fui convocada a un curso más pequeño en cuanto a número de personas, ¡pero de un mes!  Debía ir al periódico tres horas a la semana, incluyendo sábados.

Ahí fue donde se puso feo el asunto con el ex patrón.  Primero, no quería negociar de ninguna forma el que me eliminara las vacaciones no tomadas a cambio de trabajar corrido para poder salirme a las 16:30 horas para irme al periódico.

Para no hacer el cuento largo, al final aceptó, a regañadientes.  Y no solo eso, me mandó decir con la responsable de RH que me tomara el mes completo.  Lo único que dejé pendiente y de lo que lo enteré en tiempo y forma, era la organización de un torneo de golf para los clientes que sería en noviembre, pero teníamos tiempo suficiente para finiquitarlo a mi regreso.

Pues viví un mes maravilloso, absorbiendo todo lo que me enseñaban como una auténtica esponjita.

Un miércoles, a dos días de terminar el curso, el ex patrón me llamó a casa amenazando a mi mamá que si no me presentaba inmediatamente a terminar lo de la organización del torneo, me diera por despedida.

%$/(()(%/==) Me despertaron, me bañé, me vestí y me fui a la oficina.  Comenzó la discusión.

Empezó a decirme, él que tenía cuentas bastante gordas en bancas importantes, “que quería, al retirarse, hacer figuras de barro, cosa que no sabía hacer y que no por eso iba a dejar abandonado su empleo”.

Trató de presionarme para renunciar yo y finalmente lo obligué yo a que me despidiera, pues lo estaba pidiendo a gritos con sus regaños absurdos y actitud.

Salí de ahí enojada, decepcionada, llorando (para variar) y así me fui a mi penúltima clase de redacción al periódico.

Mirthala, entonces editora y guía del curso, me preguntó qué me pasaba y le dije: “En mi trabajo me pusieron a escoger entre el empleo y el curso y elegí el curso”.

A la semana me llamaron para entrevista con el director de la sección y coincidió en que ese día, tras siete horas de madrugada en la fila, no pude comprar dos boletos para el Clásico y que los buscaría en reventa.  Mirthala lo supo, lo comentó con el director y me citaron más temprano para escribir en primera persona lo sucedido en la fila para los boletos.

La sorpresa fue que al día siguiente me publicaron mi nota, firmada con mi hermoso nombre, en los tres periódicos de la empresa.  A los 15 días estaba ya trabajando como periodista sin serlo.  Fui inmensamente feliz.

Definitivamente, de mejores lugares me han corrido.

6 comentarios:

  1. jaja asi hay e todos lados , y asi tambien tego yo varias anecdotas de varos jales

    aun tengo(creo) invitaciones al plus mandame a que mail te la mando

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  2. Jinetito!!! Plis... mándamelo a sobreviviendoalavida@gmail.com. Qué bárbaro!!!! Que eficiencia, manito!

    Ele y Juan Pa!

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  3. eehhh jinete yo también quiero una me invitas???

    Te la mega bañaste Ele con la foto del señor ese jajajajajaja. Yo no tengo tantas porque solo me han "liquidado" de un trabajo pero pinches jefes nefastos y despotas que se encuentra uno.
    Xoxo

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  4. ¿Habías notado que tu exjefe podría ser el hermano menor de Chabelo?

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  5. O sea, te no sunes al Google plus? pense que te retirabas de toda "social media"

    Ah, por cierto, que mal pex con lo del jefe. Diria "solo en MExico" pero igual y en otros paises con cerebro de chorlito donde el querer "hacer sentir mal o bully" es sentirse ser jefe. La verdad desde qe trabajo por aca, veo la diferencia de culturas. Muchos griegos, romanos, y sobre todo los latinos (y los gringos a veces) son muy cerrados para los jales.

    Aqui es todo lo contrario. Los jefecitos son super entendedores y apoyadores (mentalidad Canadiense). Siento que respiro aqui la neta.

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