viernes, 29 de julio de 2011

¿Otro?

Todavía recuerdo el brote de Influeza AH1N1.

Esto viene a mi mente porque ahora resulta que ya tenemos un segundo caso de Sarampión en México, según informó ayer José Ángel Córdova Villalobos, el secretario de Salud federal.



Esta vez, contrario a la gripe de hace casi tres o cuatro años, no me he agobiado ni asustado.  No sé por qué.

Cuando lo de la influenza casi creo que me volví loca.  En esos ayeres seguía siendo una madre aprensiva y le tenía pavor hasta que le diera moquito a mi hijo.

En esos tiempos, aquí trabajaba una excelente doctora, Alejandra, mi gran amiga.  Ella tenía otro trabajo en un reconocido hospital de Monterrey y sus guardias se duplicaron, sus juntas eran casi creo que cada 20 minutos, así que teníamos la información sobre el tema de primera mano.

Dejamos de trabajar y Juan Pablo dejó de ir a la guardería como medida precautoria.

Realmente me enfermé mentalmente con la posibilidad de que nos enfermáramos de algo desconocido.  Recuerdo que me caía mal la gente escéptica, pues mi amiga Ale no podía engañarnos.  Los casos, según nos contaba, eran mucho mayores en número de lo que los medios informaban.  De hecho, su hermana enfermó de ese virus casi al final de la epidemia.

Ella nos consiguió con impresionante rapidez las vacunas suficientes para mí y toda mi familia, es decir, mi mamá, mis hermanos, mis cuñados, mis sobrinos y Juan Pablo y yo.

He leído poco sobre el brote de sarampión. Sólo sé que están vacunando a quienes viajaron o van a viajar a ciertos rincones del orbe.  Pero esta vez, no me quiero friquear, quiero tomarme las cosas ligeras y no adelantarme a los acontecimientos.

Cómo cambia uno al paso de los años. Ahora yo pienso como aquellos escépticos: no descarto que las autoridades quieran desviar nuestra atención para hacer artimañas sucias, de esas que se han acostumbrado casi en los últimos 100 años, a cargo de nuestras H. autoridades federales, estatales, municipales, etc.

Ahorita regreso, vamos a vacunarnos :D

Mis borracheras


Soy malísima para beber.  Siempre lo he sido, hasta en mis tiempos mozos.  Hoy no bebo ni gota.

Sin embargo, debo confesarlo en mi rincón: fui víctima del exceso de alcohol en dos ocasiones.

La primera, tendría yo unos 18 años y recién había tronado con el ex que me puso el cuerno con todo el alumnado  de dos colegios en los que estudié, cuando un amigo de ambos pasó por mí y unas amigas para llevarnos a una fiesta en una casa en Cumbres.  No supe ni sé de quién era la dichosa fiesta ni la casa a la que nos llevó.

Hasta eso, soy fina, si hay algo que me gusta del alcohol es el whisky, así que este cuate traía una botella en la cajuela y comenzamos a beberla con singular alegría mezclando con agua mineral.

Llegamos a la fiesta donde, dicho sea de paso, había un montonal de gente y todos estábamos afuera.  Yo solo extendía mi manita con el vaso de unicel para que me abastecieran de la bebida embriagante.

Pasaron las horas y las horas y yo ya veía doble. Pedí una dotación alcohólica más y me anuncian que yo me la había acabado.  Todos estaban bebiendo cerveza.  Al final, hasta eso temprano, me dejaron en calidad de bulto cerca de la casa. Mamá estaba furiosa esperándome y eso que no eran ni las 10 de la noche.

Yo, caminaba haciendo unas S’s “derechitas, derechitas”.  Entramos a la casa y me cuestionó mi madre si había tomado y yo solo atiné a responder: “¿Yoooo?” y me acosté.

Esto ha sido lo más vergonzoso que he contado.  Mi hermana y yo compartíamos una cama King Size y comencé a vomitar en el piso y a maldecir al ex por “tener el chip de malaleche integrado” como bien lo describió hace poco Violet.

Mi mamá escuchó el canto a Oaxaca y me sacó de la cama como pudo y me metió a la regadera.  Sin embargo, se enojó mucho más porque ni siquiera me digné a quitarme la pijama y la moje toda bajo el chorro de agua.

Me llevó a la cocina, encendió la tele y me dio a beber café.

Hasta ahí todo lo recuerdo bien, pero dicen que yo me quedaba dormida y mi mamá como sargento me echaba agua en la cara y hacía lo posible porque no me durmiera en ese estado.  De eso no me acuerdo nadita. Al día siguiente me quitaron a todas esas amistades (gracias, papá).

La otra sucedió en mi primer viaje a Cancún pagado por mi hermana.  Fue en los tiempos de duelo por la pérdida del mismo ex.

Salimos de antro las dos más una buena amiga de mi hermana, Melba y el galán de ella de esos tiempos.

Yo comencé a beber como loca junto a la pareja que nos acompañaba.  Alma, mi hermana, optó por mantenerse sobria al vernos tomar descomunalmente.

Bailábamos todos en la pista de una discoteca y el mesero nos llevaba tinas y tinas de cerveza. Cuando se acabaron nuestras municiones, le arrebaté a un gringo que se sumó a la fiesta una copota enorme con una bebida blancosa y deliciosa. Nos fuimos al hotel todos en bola, excepto el gringo. 

El novio de la amiga entró en crisis queriendo lanzarse desde el balcón y yo simplemente estaba jetona, digiriendo las toneladas de alcohol que había bebido.  Esos fueron los dos hechos bochornosos con el alcohol.

Pero, hace poco, cuando comencé a ver a S, me tomé tres cervezas. T-R-E-S.  Dice que dije e hice unas cosas que simplemente no recuerdo y me dan muchísima pena.  En sano juicio no lo habría dicho ni hecho, aunque muriera por hacerlo y decirlo. 

Por ello, soy enemiga del alcohol, no me gusta y lo mantengo fuera de mi vida.  Tengo un extraño respetillo por el alcohol y similares.

Esta rolita me recuerda mis épocas de antros, que aunque no bebía hasta ponerme a las chanclas, sí me echaba mis drinkcitos suficientes para subirme al karaoke a cantar súper desafinada.

jueves, 28 de julio de 2011

Crónica de un despido patético

Corría el mes de agosto del 2000 cuando el mero mero petatero de la firma de asesores de negocios al cual apoyaba con funciones de asistente ejecutivo,  decidió liquidarme tras intentar que yo renunciara, así no más, a mi empleo de tres años.

Así que, heme aquí contándoles una anécdota de un jefe que si bien se portó mala onda conmigo ese día, fue el empujoncito que necesitaba para cambiar de “aigres”.

A principios de ese año, yo ya había probado las mieles del periodismo deportivo.  Primero, me invitaron a la primera Peña Futbolística de mujeres del Canal 2, donde solo fui a hacer el oso y a traumarme por lo flaca que me veía a cuadro.

Después, comenzaron a llamarme a la oficina de varias estaciones de radio para que les hablara, gratis, del jugador de moda o del partido próximo a jugarse en Monterrey.  Era toda una enciclopedia del balompié nacional.

Todo esto coincidió con la oportunidad de escribir en la revista interna de la firma de auditores y contadores mundial para la que trabajaba, que se llamaba Enlace y se repartía en todas las oficinas del País y del mundo.

Además, llevaba las estadísticas de un equipo de futbol en el que participaba mi ex jefe con puro empresario pesado de la Ciudad.  Uno de ellos decía que era su DT. ¡Bonita cosa!

Un sábado estaba como león enjaulado pensando y pensando en cómo demonios podía hacerle para ser reportera de Deportes sin estudiar, pues pisaba ya los veintitantos.  Estaba en la sala y fui a la cocina a preguntarle a mi mamá cómo hacerle.

Solo me dijo: “pregúntale a Alma (mi hermana)”.

Salí de la cocina y llegó el periódico, así que tomé la sección Deportes (ahora llamada de otra forma) para leerla a gusto.

La hojeé y hojeé hasta que me topé con una convocatoria para asistir a un Seminario de Periodismo Deportivo. ¡Qué cosas tiene la vida!  Después de pensarle mucho en llenar mi solicitud, pues debía tener título profesional, finalmente me desprendí de pensamientos negativos y la envié.

No había tomado vacaciones en tres años en esa firma de asesores de negocios.  Así que una vez me aceptaron al seminario, fui a tomarlo por 12 horas, en un solo día.

Después de estudiarnos a los más de 400 aspirantes, fui convocada a un curso más pequeño en cuanto a número de personas, ¡pero de un mes!  Debía ir al periódico tres horas a la semana, incluyendo sábados.

Ahí fue donde se puso feo el asunto con el ex patrón.  Primero, no quería negociar de ninguna forma el que me eliminara las vacaciones no tomadas a cambio de trabajar corrido para poder salirme a las 16:30 horas para irme al periódico.

Para no hacer el cuento largo, al final aceptó, a regañadientes.  Y no solo eso, me mandó decir con la responsable de RH que me tomara el mes completo.  Lo único que dejé pendiente y de lo que lo enteré en tiempo y forma, era la organización de un torneo de golf para los clientes que sería en noviembre, pero teníamos tiempo suficiente para finiquitarlo a mi regreso.

Pues viví un mes maravilloso, absorbiendo todo lo que me enseñaban como una auténtica esponjita.

Un miércoles, a dos días de terminar el curso, el ex patrón me llamó a casa amenazando a mi mamá que si no me presentaba inmediatamente a terminar lo de la organización del torneo, me diera por despedida.

%$/(()(%/==) Me despertaron, me bañé, me vestí y me fui a la oficina.  Comenzó la discusión.

Empezó a decirme, él que tenía cuentas bastante gordas en bancas importantes, “que quería, al retirarse, hacer figuras de barro, cosa que no sabía hacer y que no por eso iba a dejar abandonado su empleo”.

Trató de presionarme para renunciar yo y finalmente lo obligué yo a que me despidiera, pues lo estaba pidiendo a gritos con sus regaños absurdos y actitud.

Salí de ahí enojada, decepcionada, llorando (para variar) y así me fui a mi penúltima clase de redacción al periódico.

Mirthala, entonces editora y guía del curso, me preguntó qué me pasaba y le dije: “En mi trabajo me pusieron a escoger entre el empleo y el curso y elegí el curso”.

A la semana me llamaron para entrevista con el director de la sección y coincidió en que ese día, tras siete horas de madrugada en la fila, no pude comprar dos boletos para el Clásico y que los buscaría en reventa.  Mirthala lo supo, lo comentó con el director y me citaron más temprano para escribir en primera persona lo sucedido en la fila para los boletos.

La sorpresa fue que al día siguiente me publicaron mi nota, firmada con mi hermoso nombre, en los tres periódicos de la empresa.  A los 15 días estaba ya trabajando como periodista sin serlo.  Fui inmensamente feliz.

Definitivamente, de mejores lugares me han corrido.

miércoles, 27 de julio de 2011

Nuestros apelativos

Montse, desde Toluca, me pregunta por qué le digo Manotas a mi hijo.

Desde pequeñito, Juan Pablo ha sido blanco de sobrenombres cariñosos por parte de sus tíos, mis hermanos Alma y Luis.

Ella comenzó a llamarlo “Chori”, que porque estaba rechonchillo de pequeño y ella pensaba que parecía un “chorizo mal amarrado”.  Luis, siempre ha sido perseguido (en buen plan) por niños, llámese extraños, primos, sobrinos y ahora su hijo, Luis Daniel.

Como todo niño, sobre todo de más pequeño, Juan Pa agarraba cuanta cosa ajena se le atravesaba en el camino y fue que comenzó él a decirle Manotas.

Poco a poco fui llamándolo yo de esa forma, además por el mote bien ganado por tomar cosas que no debía, me parecía un apodo ideal, pues Juan Pablo es grandote, está manotón y patón. Enorme.  Es talla 10 a sus casi seis años de edad.

Así que, debo confesar, le digo más Manotas, que Juan Pablo. Y él entiende perfecto por el sobrenombre.  Sé que no está bien, pero se lo digo de cariño.

Yo también tengo mi mote desde hace 11 años.

Cuando empecé a trabajar en el periódico, entré directo a Deportes, así que no importaba que llegara fresquecita, bien vestidita y peinadita, pues al irme a los estadios, campos, lienzos charros, pistas de hielo, etc., siempre terminaba echa sopa como los demás colegas de la fuente.

Con el calorón de Monterrey, mi cabello terminaba realmente despeinado, grifo, pues en aquellos años no existían las planchas o yo no me enteré de sus maravillas, así que siempre llegaba a la redacción asoleada, llena de lodo, zacate y despeinada.

Entré con el cabello más corto que ahora, así que me colocaba una bandita en la frente y un chongo mal-hecho bajo la nuca.

Durante esos años trabajé con hombres muy creativos para los apodos, diminutivos, etc., así que todos teníamos uno.

Érick – Canguro
César – Chícharo
Fortuna – Fortus
Eliud – Chavito
Roberto – Carnitas
Elena…

Todavía me dicen Chiti, diminutivo del apellido Chitiva, del entonces jugador colombiano del Pachuca Andrés Chitiva.

Si mi editor o diseñador me decían Elena, sentía que algo había hecho mal para no merecer siquiera llamarme por ese apelativo.  Así que ahora que voy al periódico a revisar mi página en la que colaboro, o me dicen Chiti o me dicen flaca.  Y como la segunda forma ya me está traumando, mejor me quedo con el de Chiti.

Aquí, Andrés Chitiva:

Regreso involuntario

¡Estoy tan harta de la crisis!

Por más que leo que la situación económica, no solo del País sino del mundo, ha mejorado, yo no veo reflejada tal conclusión en mi bolsillo.

Digo, pobre pobre no estoy, pero tampoco me sobra. ¡Y uno trabaja tanto!

Cada vez, somos más los que tenemos más de un empleo.  Yo tengo tres y ahí la llevo. Hasta ahí, “todo bien”. 

Sin embargo, ayer me enteré de algo que me dejó realmente en shock y muy apesadumbrada.

La semana pasada, mamá regresaba de la tienda que está por la Medalla Milagrosa, la iglesia a la cual pertenecemos, y me dijo:

“Creo que vi a César afuera de la Iglesia”.

La verdad y siendo una mala hija, no le puse cuidado al comentario.  Es más, no le dije absolutamente nada. Pensé que había alucinado o que su vista la había traicionado.

De César he platicado un poco acá. Él es un vecino de toda la vida y desde hace 17 años es misionero laico en Mozambique.

Su labor es ser guía, promover la salud y hacerla hasta de papá de niños huérfanos víctimas del VIH que les arrebató a sus padres.

Así ha vivido casi dos décadas.

Venía a Monterrey a ver a su familia cada tres años o a veces en más tiempo debido a circunstancias económicas adversas.

Recién lo despedimos el Jueves de la Semana Santa de 2011 y yo me convertí en un corderillo sin brújula.  Apenas en esta su última visita pude convertirme en su amiga y no solo ser su vecina.

Ayer fui al OXXO a hacer una recarga a mi celular y pasé por su casa que está ubicada en una calle céntrica algo transitada.  Ahí lo vi.  No pude detenerme y casi me estampo con la parte trasera de un camión.

Llegué a casa como gallina descabezada y le marqué a la suya.  Él me contestó.

Me contó que él y otros misioneros se habían regresado porque no hay dinero para ellos (para malcomer y mal vivir) y por consecuencia tampoco hay para ayudar a los hermanos africanos.

Me dijo que no tiene fecha de regreso y mucho menos boleto.

Lo que me da tristeza es que hay gente que se enriquece ilícitamente y a nuestras costillas cuando hay gente interesada solo en ayudar y no puede hacerlo porque no hay cómo.

Ellos viven con menos de dos mil pesos al mes y así se había mantenido allá a lo largo de todos estos años.

En el fondo, me siento afortunada de que esté acá y se lo dije.  Le dije que aquí también lo necesitábamos y que ya veríamos la forma de ayudarle.  Pero no dejo de pensar en Euinicie y Nelson, los chicos que quieren a César como a un padre.  Seguro lo están extrañando muchísimo.

En fin, ya me desahogué...


Se cumplió

Así quería que fuera una vez en mi vida: con música de mis extintos ídolos, Soda Stereo, como fondo.

Gracias, bb.

Lunes
Julio 25, 2011
22:00 horas

martes, 26 de julio de 2011

Dejándome querer

Apenas entro a la oficina y si me topo a Marce, mi jefe, inmediatamente toca mi abdomen plano y me dice "¡qué envidia!" o "solo porque tú estás así creo que yo podré estarlo".

Con ese tipo de comentarios parecería que debería sentirme orgullosa, pero realmente he estado preocupada por mi bajo peso.

Siempre he sido delgada, excepto, claro, cuando subí 17 kilos mientras esperaba a Juan Pablo.  Tardé dos años después de parir para volver a mi peso antes de embarazarme, que era de 53.

Paula, mi ginecóloga, durante la gestación, se la pasó hablándome de mi bajo peso entonces.  Mido 1.65 metros.

Sin embargo, los problemas existenciales, emocionales, amorosos, de todo tipo, afectan mi apetito.  Puedo morir de hambre, pero si algo me preocupa o tiene triste, simplemente el bocado no pasa de la boca hacia la garganta.  No puedo "tragar".

Así he estado desde mayo.  Pero ya ahora la cosa se ha tranquilizado un poco.

Hoy, peso 44 kilos :(

El sábado fueron a darme una plática a casa de Herbalife.  No creo mucho en productos milagrosos, pero me hablaron de unas malteadas ma-ra-vi-llo-sas que me harán aumentar mi masa muscular.

Esas comienzo a tomarlas la próxima semana, pero mientras, hoy que me tomé mi último día a cuenta de vacaciones disponible, me estoy dejando consentir.

Mis hermanos y yo recordamos con mucho cariño y buen apetito los famosos tacos que vendían en la tiendita de nuestra Alma Mater, el Colegio Mexicano.  Y de unos años para acá emulan la receta y los comemos en casa.  Hoy estoy en casa de Alma, mi hermana.

Y me comí cuatro.



¿Qué?, ¿no crees que yo comí todo eso?

Aquí está la prueba de que ¡sí lo hice!  De hecho, la mano de mi Manotas se ve tomándome de una de mis muñecas, echándome porras para que me acabara todo el plato.

Ahí la llevo, ahí la llevo...

lunes, 25 de julio de 2011

Confesiones


¿Ustedes creen que una buena bailadora deje de serlo por no bailar en mucho tiempo?

Tengo exactamente casi siete años que no bailo.  Me avergüenzo, pero así es.

Siempre fui rete-bailadora.  Solía ser de aquellas chavas que “bailaban de vueltas” en los rodeos.  Solía ser de las chicas que bailaban apenas llegando hasta que cerraban el antro. 

Una noche bailé sin parar alrededor de cinco horas.  Me quité las botas y me senté en una silla.  En eso, se aproximó un especimen gua-pí-si-mo y me sacó a bailar.

Me puse de todos colores con la invitación, pero más con la respuesta: “En verdad, no puedo, gracias.  No siento mis pies”.

Creo que herí sus sentimientos bailadores porque solo bajó la cabeza, con un gesto de incredulidad.

Tengo más de 15 años de ser público casi casi frecuente de los bailes para viejitos de la Banda de Música de la Ciudad de Monterrey.  Sí, la banda enorme que toca mambos, cha-cha-chá, swing, fox trot y muchos ritmos más en vivo para deleite de personas de la tercera edad y jovenazos como yo.

Suelo tener mi espacio designado para verlos tocar.  Justamente atrás de Chava, el bajista, a un ladito de la consola de sonido.

Me han sacado varios señores a bailar y a todos les digo que no con el pretexto de que voy acompañada de mi hijo.  La verdad, me da MUCHA pena decirles que no. Primero, porque son personas mayores que quizá les costó trabajo decidirse a invitarme a bailar una pieza, pero honestamente, en el fondo del corazón, debo confesarlo, les digo que no porque tengo pavor de enfrentarme a mi realidad: creo que ya no sé bailar.

Pero, he aprendido a disfrutar de mis idas a verlos.  Llego con las sillas portátiles con mamá y Manotas, digo “quítense que ahí les vamos” y me dispongo a oírlos y verlos tocar como los dioses. Al menos dejar de bailar tantos años me ha agudizado el oído y ahora considero ser una buena crítica musical.

Además, varios de ellos, de los músicos, los considero ya mis amigos.

Esta foto se la tomamos a la banda en mayo del 2010, para un especial que les hice por su 30 aniversario.  Varios de sus integrantes ya se jubilaron.

Las novias


Resulta que siempre he sido una romántica empedernida.

Suelo tener la virtud o defecto, según el cristal con el que se mire, de ser sumamente entregada en mis relaciones.

Recién una amiga me dijo: “si entregas tanto ¿entonces con qué te quedas tu?”.  Digo, la reflexión me pareció interesante, pero honestamente sigo sin concebir una relación sin entregarme al 100.

No siempre uno tiene a un lado el amor, así que ¿como para qué medirse?, ¿no?

En fin, eso es algo que debo aprender a entender y aplicar a la de ya, porque regularmente termino lastimada, aunque la otra parte sea un “pan de Dios”.

A lo que iba es que les quería platicar un poco de lo ñoñas que nos convertimos las mujeres cuando estamos preparando “el gran día de nuestra vida”, es decir: la boda.

Yo no recuerdo que desde niña haya soñado con ese momento, pero lo que sí recuerdo es que la etapa de los preparativos para mi boda fue realmente increíble.

Como J vivía a unos 200 kilómetros de acá por cuestiones laborales, yo me encargué de absolutamente todos los preparativos (hasta de pagarlos).

No recuerdo todo lo vivido en esos ayeres, pero lo que sí recuerdo es que cada que iba a hacer un pago al ensamble que musicalizó la ceremonia religiosa, salía más endeudada porque agregaba una voz o instrumento más. El resultado: terminé con una orquesta de cámara para la misa.

Obvio, la unión religiosa fue lo más emotivo y nice de mi boda.

Luego ya que me casé, al día siguiente extrañaba como una tonta ese ajetreo.  Claro, ya estaba instalada en la triste realidad.

Durante los preparativos fui usuaria de una página de novias en la que fui pasando escalón por escalón como forista.  Es decir, del canal de Boda, me pasé al de Casadas (duré ahí 15 minutos, como mi matrimonio), luego al de Embarazo y al final me quedé en el de Bebés y Mamás.

Paradójicamente, después de ser cuatro años usuaria frecuente (diaria), comencé a trabajar en ese sitio y forzosamente dejé de postear para convertirme en uno de los Webmaster del sitio.

Es ahí donde comencé a divagar mentalmente y analizar a la personalidad de las brides.

Una de mis funciones es acudir a las expos del sitio.  En mis primeras expos sentía que me volvería a casar, pues los productos que publicaría en la siguiente revista los elegía a mi gusto y sin que me doliera el bolsillo, así que me sentía inmensamente feliz.

Tanto, que alguna vez consideré la loca idea de querer un día volver a casarme, total, ya tengo paros en el Tribunal Eclesiástico y ya me dijeron que mi caso sí aplica para anulación religiosa.

Muchas veces “elegí” un estilo de vestido, el grupo que me gustaría que tocara en la fiesta, el salón… y ¡sin galán!

Ya después, aterrizando en la realidad y como tres eventos después, comencé a abrir mi mente y comencé a observar a las parejitas que van a la expo.  Obvio, el novio anda en su onda, con la hueva a todo lo que da. Unos de plano se duermen en la pasarela o tienen su jeta hasta el suelo.

Para rematar, muchos tienen qué cargar con la compañía de la cuñada y la suegra y peor el asunto.

He visto discutir a novios en los pasillos.  He visto novias llorando inconsolables sabrá Dios por qué.

Y a unos compañeros les tocó ver la trifulca entre dos mujeres por el hombre a punto de casarse.

He escuchado novias poniéndose realmente intransigentes con los pobres proveedores y a otras histéricas por tener qué comprar algo que un padrino les quedó mal.

No sé, como que el enfocar todos sus recursos a un solo evento les diera el poder de ningunear, gritar y ponerse realmente tercas porque es “su gran día”.

Hoy que tengo a S, honestamente no pienso en casarme.  Claro, cada quien habla como le va en la feria, pero casarse me parece un negocio redondo y luego, para descasarte también tienes que desembolsar (otra vez) varios miles de pesos.

En fin, las mujeres somos sumamente complicadas, difíciles, tercas, caprichosas.  ¡Pobrecitos de los hombres!

domingo, 24 de julio de 2011

Ya no lo extraño... tanto

Hoy se cumple una semana que por fin me decidí a cerrar mi feisbuc.

Los primeros dos días, debo reconocer, sufrí y padecí el síndrome de abstinencia a su máximo esplendor. 
  
Estuve tentada a abrir una nueva cuenta y de ahí a comenzar a hacer la tarea de traer a mi vida “relaciones cibernéticas”, es decir, amistades.

Conforme avanzó la semana, recibí más de tres veces el comentario lleno de admiración de gente realmente enferma de usar la red social para estar cerca de la gente.  “Qué huevos los tuyos de cerrar tu cuenta”, “yo, me muero sin mi feisbuc”.

Hoy, también debo reconocer, llevo una hora sentada frente al monitor. Los primeros 30 minutos me clavé tratando de entrar a mi correo de Hotmail recién hackeado durante la semana.  Lo logré y estoy feliz.

Hecho esto, entré a mi blog y por obvias razones, fin de semana, está desierto.

Todavía me entra el ansia de no tener nada qué hacer en una computadora cuando no estoy trabajando, como hoy.

En la mañana fui “al baile de los viejitos” y ahí estuve platicando con Chava, mi amigo bajista. Le comenté que había cerrado mi cuenta porque justamente el feis de su grupo para eventos sociales fue el último contacto que acepté antes de la clausura.

Textualmente me dijo: “esa madre no la uso, es un pinche chismerío de poca madre”.

No pude evitarlo, la sonrisa de satisfacción me volvió al rostro.

Y hoy, me siento como un miembro más de los grupos AA.  Hoy, llevo un día más sin entrarle a eso que tanto daño hizo.

Me quedan 24 minutos de tiempo en la compu, con mi hijo a un lado… a ver qué demonios pienso para el tema de lunes aquí en mi blog.

Feisbuc, todavía te odio.

viernes, 22 de julio de 2011

El vertiginoso mundo laboral

Considero ser algo introvertida, aunque uno de mis tres jefes, Marcela, siempre dice admirar "mi facilidad en las relaciones públicas".

Ella dice que conozco a todos y todos me conocen y yo no lo creo tan extremo, tan exagerado.

Hace poco viajamos a México.  Llegamos al aeropuerto y coincidió en que estaban ahí varios grupos de atletas esperando tomar su vuelo.  Le llamó mucho la atención que más de cinco personas fueron a saludarme hasta donde estábamos sentadas  tomando un capuccino del Starbucks para despertar.

Un par de horas después, llegamos a la recepción del hotel que me ha dado techo durante un fin de semana tres veces al año desde el 2008.  Salió el gerente de la oficina ubicada tras el mostrador.  Abrió sus ojos enormes y gritó: “¡Elena!”.  Salió de ahí y fue a darme un abrazo.

Hacía varios años que él y yo nos conocimos, pues cuando fui asistente del director de una importante firma de asesores de negocios, él trataba a diestra y siniestra de convencerme de enviarle a toda la gente que nos visitaba al hotel que representaba.

Durante ese viaje me encontré a mucha gente que conocí en Monterrey y en carreras de coches u otros eventos deportivos en San Luis Potosí, México, Guadalajara, y bueno, la carrilla de "ser conocida” no me la acababa por parte de mi jefe y algunos compañeros que hacemos juntos el viaje en febrero, mayo y octubre.

Mi mala memoria me ha hecho malas pasadas.  Cada que salgo a la calle, me encuentro con alguien que dice conocerme y solo dejo que él lleve la batuta en la conversación, con el fin de ir atando cabos hasta dar con la forma en que lo conocí.  Muchas veces la táctica me falla, pues nos despedimos y me quedo todo el día pensando "¿quién demonios era?".

Curiosamente, mucha de la gente que conozco ha sido por cuestiones laborales.  Unos son mis fuentes, otros mis ex clientes, algunos más mis ex proveedores, y hasta la mamá de la mamá del niño que jugaba en Avispones.  Y así.

Hoy quiero enfocarme en esos seres que por cuestiones del destino tenemos qué compartir y convivir la mayor parte del día: los compañeros de trabajo.

¿Por qué lo digo? Porque aunque suene paradójico de que conozco a mucha gente, no todos ellos son cercanos, llámese desde compañeros laborales, hasta fuentes, proveedores, clientes, etc.

Mario Benedetti tiene una teoría al respecto la cual comparto en su totalidad.  Y en uno de sus libros dice algo así:

En las oficinas no hay amigos; hay tipos que se ven todos los días, que rabian juntos o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian sus quejas y se transmiten sus rencores, que murmuran del Directorio en general y adulan a cada director en particular.
Esto se llama convivencia, pero sólo por espejismo la convivencia puede llegar a parecerse a la amistad… tiene la desventaja de la relación no elegida, del vínculo impuesto por las circunstancias.

Pocos han sido los hombres y las mujeres que han sido realmente amigos a pesar de la distancia, los años, el cambio de giro, etc.

Hoy puedo decir que de mi vida vergonzosa profesional (antes de ser periodista) tengo solo dos amigas.

Sin embargo, de mi vida profesional como reportera tengo varios, muchos: Polo, Luis, Erick, César, Martha, Guadarrama, Fortuna, Chuyito, Mónica, Sosa… varios.

Pero, sigo creyendo que de el trabajo es difícil, más no imposible, conseguir una real y sincera amistad.

Ahora existe el bullying laboral, que aunque no me ha tocado ser víctima porque, hasta eso, no me dejo tan fácilmente, sí he visto casos en las que de veras se pasan con la gente, al grado de lograr que los despidan.

Hoy estoy en esta oficina y desde acá despacho dos trabajos más.  Mi jefe es sumamente considerada, joven y relajada.  Pero ¿mañana?  Mañana no sé dónde estaré trabajando y todavía ahí conoceré más gente.

jueves, 21 de julio de 2011

¿A qué le tienen miedo?

Hoy voy a colgarme del tema de Janus y no porqué no tenga nada qué escribir, sino porque casualmente era uno de los tópicos que tenía almacenados en el tintero desde hace unos días.

Janus, con tu permiso.

No sé por qué demonios muchos hombres no se atreven a externar sus sentimientos a equis mujer en cuestión. 

Me pasó algo similar no con uno, sino con tres personas ya hace varios (muchos) años. 

De los tres, solo uno me sigue en este rincón y por obvias razones omitiré su nombre y lo bautizaré en este post como Félix.  De los otros dos, sí pondré su real identidad.

Podría entender que no se atrevieran a declararme su amor por tener un compromiso con alguien más él o yo, pero por otras razones simplemente no lo entiendo.  El caso es que ninguno de los tres se abrió nunca conmigo y eso que no tenían novia, pollito, patrona, jefa… ¡nada!

Uno fue Jorge, un tipo con el que me la pasaba de maravilla en el cine, en el antro, en el rodeo, en el rancho.  Éramos como dos gotas de agua, pero NUNCA se animó a “formalizar”.

Como no teníamos compromiso, aunque nos queríamos para algo serio, no había problema si nos cancelábamos de última hora y nos íbamos con los amigos.  Así sucedió el último día “de lo nuestro”.  Cada quién se fue por su lado, pero al mismo antro.  Así que nos topamos.  Solo nos saludamos y cada quien a lo suyo.

Desgraciadamente esa noche conocí a J, el papá de Manotas.  Cuando él supo que ya éramos novios J y yo, hizo sus maletas y se fue a Estados Unidos y ya no volvió jamás.  Eso fue hace 17 años.  Toda una vida.

Siempre hemos pensado, cuando platicaba con él por el feisbuc, que si hubiéramos intentado algo formal hubiéramos sido una excelente pareja, pero eso no sucedió porque, según él: se sentía inferior, feo.  Cuando a mí me gustaba físicamente.  Se parece mucho a Tim Allen y es un tipo sumamente agradable, inteligente y preparado.

Ahora tiene como cinco hijos hermosos y es feliz.

Del otro, ya platiqué aquí.  Jaime, que nunca me dijo nada por culpa mía, pues me pasó lo que le pasó a Jorge.  Pensé que no era lo suficientemente guapa para él y me la pasé haciéndola de Cupido, mientras él se desanimaba a declararme su amor.  ¡Bonita cosa!

Jaime se casó y no tengo la menor idea si ya tiene hijos.

Y Félix.  Ese Félix sí fue un caso.

Él es hermano de una de mis mejores amigas, de la infancia.  Ellos provienen de una familia muy grande, unida, todos profesionistas, muy buenos hijos, hermanos, vecinos, ciudadanos.

Yo sabía por mucha gente que él me quería, pero jamás se animó a decirme nada.  Absolutamente nada.  Es fecha que su familia me dice que hubiéramos hecho muy buena pareja.

Debo aceptar que no me dijo nada, creo yo, porque siempre tenía novio o broncas sentimentales y obviamente se daba cuenta que alguien más me traía de un ala.

Pero a mí me pasó muchas veces enamorarme de quien yo creí que le era indiferente y también sufrí. En aquellos tiempos siempre pensaba que por qué no estaba "permitido" que fuera la mujer quien diera el primer paso.

Así que ahora que soy adulta ya no entran en mi decálogo esas absurdas reglas, pero eso me lo permito apenas ahora, en estos momentos. 

Cuando S y yo comenzamos a salir a finales de año pasado y luego de vernos varias veces, me preguntó si me gustaba y abiertamente le dije que sí y lo besé.  ¿Cómo iba a desaprovechar el momento, si me gustaba desde hacía 10 años?

En fin, Janus, anímate.  La vida es muy corta.

miércoles, 20 de julio de 2011

Mamá y Cerati



Tras varias semanas de escuchar el Último Concierto de Soda Stereo, en Argentina , 1997, desde una computadora y reproducido por Youtube, decidí comprar mi propio DVD.

Así que fui a buscarlo hace 15 días y me encontré con la sorpresa de que solo lo conseguiría sobre pedido porque está agotado en México.  Así que me tuve que resignar a esperar más tiempo para verlo cómodamente en mi casa hasta que antier llegó y ese mismo día pasé por él.

Pero, apenas anoche me senté a verlo a mis anchas.  La sensación fue la misma como cuando lo veía desde la compu y como cuando los ví en todos sus conciertos en Monterrey:  Se me enchina el cuello y la nuca al verlos y escucharlos. Me emocionan… me estremecen.

Mamá estaba a mi lado.  Ella sabe cuánto admiro a Gustavo Cerati y que lo tengo en la memoria todos los días desde mayo de 2010, cuando cayó en un sueño profundo hasta hoy.

Mi madre es igual de sensible que yo.  Somos muy lloronas ambas.  De hecho, siempre he dicho que si Cerati un día muere, lloraré peor que la llorona.

La televisión estaba a todo volumen y veíamos momentos de climax de ese concierto del 20 de septiembre de 1997 en el Estadio de River Plate.

Entonces, voltee a ver mamá y estaba llorando, pensé que lloraba como yo en mi interior por ver a Cerati lleno de vida en esos ayeres, pero lo que me dijo no me lo esperaba:

“No creas que lloro por él, sino por mis hijos, por la etapa en la que los admiraban… eran tan felices los tres (Alma, Luis y yo)”.

Esa frase todavía retumba en mi cabeza y solo él puede silenciarla.




martes, 19 de julio de 2011

Las cosas que quiero hacer

¿Quién no ha dejado pasar, a lo largo de su vida, cosas, situaciones y eventos que muere por tener o presenciar?

Hoy, que espero sea el día del “antes y después” en mi vida, he decidido tirar a la basura las cosas que han estado sucediéndome y los chismes que me han estado lastimando y me comprometeré en mi rincón con la lista de cosas que quiero hacer.  Es una especie de una lista de propósitos de Año Nuevo  pero a más de mitad de año.

He aprendido que cada minuto que termina ya no volverá, así que no debo amargarme ni vivir triste todo el tiempo. Necesito agarrarme de mis ilusiones para poder salir a flote de estos instantes aletargados.

La lista de cosas que quiero hacer incluye situaciones que hoy por hoy me hacen falta para continuar e irla modificando conforme avance mi vida.  Así que son cosas que debo y quiero hacer a corto plazo.

·         Ir a la playa con Juan Pablo. Le debo ese momento solos los dos.
·         Momento que esté mi amor conmigo lo voy a vivir al máximo.  Como debe ser.
·         Concierto o película que quiera presenciar iré. No dependeré de la compañía de nadie.
·         Tomar un curso de narrativa, para ahora sí animarme a escribir mi primer libro.
·         Finiquitar mis asuntos legales.  Es importante cerrar ciclos.
·         Ser espléndida conmigo misma. Siempre me olvido de mí.
·         Comer bien.  Así subiré un poco de peso para verme mejor.
·         Continuar mi búsqueda para encontrar mi espiritualidad. Siento que aún me hace falta.
·         Cambiar de coche y terminar el trámite que está en curso.
·         Dormir mejor. Extraño mis jornadas maratónicas de sueño de 10 horas.
·         Volver a apoyar a Mónica con Prodan. Extraño a los animalitos.
·         Definir mi vida laboral en no más de mes y medio.
·         Tomar una semana de vacaciones sin hacer absolutamente nada de trabajo sino convivir con mi hijo y mi amor.
·         Leer por completo por lo menos dos libros a la semana.
·         Salir con los amigos en persona aprovechando que ya no tengo red social.

lunes, 18 de julio de 2011

¿Y mi brújula?



¿Alguien la ha visto?

La tengo perdida desde hace casi 60 días y siento que si no la encuentro me voy a asfixiar. Me niego a perderme.  No quiero perderle.

Extraviarla me ha hecho incapaz de actuar inteligentemente aunque sepa a la perfección qué es lo que debo hacer y cómo debo actuar.  No importa que esté muriendo por hacer lo correcto.  

Lo más desgastante es que me hace abrir la boca con un impulso desmedido, descomunal. 

¿El resultado? 

Digo y hago cosas que en sano juicio sería incapaz de hacerlas y decirlas.  Lo más grave es que lo hago hacia la persona que amo.

Me siento atrapada, incapaz de encontrar una salida que no duela.  Hoy es uno de esos patéticos días en los que deseo cerrar mis ojos y que al abrirlos todo esté en paz, que todo lo que ha pasado desde mayo sea una cruel mentira.

Si alguien ve mi brújula, por favor, devuélvanmela.  No quiero enloquecer. No quiero dolor.

Mientras, me aferro a Él.

Off line

Desde ayer estoy fuera de las redes sociales.  Oficial y definitivamente.

viernes, 15 de julio de 2011

Amistades a toda prueba

Ya había abordado hace poco el tema sobre lo afortunada que he sido de tener amigos entrañables.  De esos amigos que te mandan del cielo para que sean tus hermanos de vida.

A muchos de ellos ya no los veo o frecuento como me gustaría.  Ya saben, el trabajo, la escuela de Manotas, sus terapias, el galán, no hay tiempo suficiente a veces para frecuentarlos.

Sin embargo, a lo largo de estos años, esas criaturitas me han demostrado su amistad de miles de maneras.  Yo soy algo descerebrada, olvido cosas y detalles.  Seguramente algunos que no mencione aquí no es porque no haya valorado su apoyo brindado en algún momento de mi vida, sino más bien, mi relación con el Alzheimer a veces me traiciona. 

¿Cómo olvidar a Humberto Mota, Heriberto Reyna, Carlos y Chino, mis ex compañeros de la Prepa 2?

Mi coco en esa etapa estudiantil eran las matemáticas, la química y la física, pues aunque lo que vi en la Prepa ya lo había repasado, y se supone que aprendido en el colegio, no más no se me dieron, así que, si mal no recuerdo, esas materias nunca las aprobé en la primera oportunidad.

Ellos son muy inteligentes, muy nerds-desmadrosos.  Iba a presentar una segunda oportunidad de física y ellos harían un viaje vacacional a una playa.  Cuando yo creí que ya habían viajado me llamaron y me citaron en un local de Martha, otra compañera muy  inteligente de la 2.  No sé cómo estuvo, pero siempre he creído que ellos aplazaron su salida a Mazatlán para explicarme y prepararme para ese examen.  Por si eso fuera poco, todos ellos fueron conmigo a mi examen y, literalmente, se apostaron en la puerta del aula para echarme porras.  ¿Cómo olvidar ese detalle?

Otro caso importante es Yemille.  Ella y yo fuimos compañeras varios años del Colegio y en esos ayeres ella siempre fue muy querida por mi familia. Mi papá la quería muchísimo y le explicaba lo que necesitaba mejorar del colegio, especialmente las matemáticas. Al casarse ella muy joven le perdí la pista.

Sin embargo, durante muchos años, ella de repente aparecía en mi casa o en el periódico. Siempre cariñosa y pendiente de mi vida.  Hace poco, quizá un poco  más de un par de años, volvió a buscarme y su cariño hacia mí sigue intacto, el cual es correspondido totalmente por mí, de igual forma.

Ha sido pieza importante para encontrar la espiritualidad que perdí con los tropiezos que he tenido en mi vida y hace poco, durante un problema amoroso que me derrumbó, siempre estuvo al pie del cañón dándome consejos, consolándome, escuchándome, sin importar el medio o el momento.  Además, gracias a ella pude volver a tratar a Vanessa, otra ex compañera del cole que es una persona muy valiosa y a quien de plano le perdí la pista y ahora es una amiga importante más en mi vida.

Y cuando trabajaba en el periódico de tiempo completo conocí a Martha.  A ella le tocó bailar con la más fea durante nuestra amistad cercana, pues vivió a mi lado mi boda y pronto abandono de mi ex y yo recién embarazada, para terminarla de amolar.

Así que yo veía en sus ojos la preocupación por mi estado de ánimo y el que pudiera afectarle a Juan Pablo en su gestación.  Si mal no vi, una vez que yo lloraba inconsolablemente, a ella se le nublaron sus ojos y me dio una palmada en la espalda y trataba tranquilizarme.  Eso jamás lo voy a olvidar.

Y hay unos seres también sumamente especiales, Sandra, Vanah, Alma y Mónica, quienes tienen una forma muy peculiar de bajarme de las nubes y no azotarme como me azotan los problemas.  Ellas siempre se preocupan por mí, pero tratan de que entienda que lo que me sucede no es el fin del mundo.  A veces son duras para decirme las cosas, pero siempre me han dicho cosas reales… creo que por eso a veces duele, pero jamás me ha ofendido su opinión, sino todo lo contrario.

Así que yo me considero rica aunque a veces no traiga un peso en la bolsa para cumplirme un gusto vanal; soy rica porque tengo alrededor gente que realmente vale la pena, que me aprecia y siempre quiere lo mejor para mí.