miércoles, 6 de julio de 2011

Ciberespacio

Honestamente, yo no creo en los romances cibernéticos.  Se que hay historias con finales inesperados-felices. Gente que se conoció de esa forma hasta comprometerse y después casarse.

Cuando la moda eran los chats, yo tenía la edad de entrarle a todos los avances tecnológicos, así que debo confesar que hice uso de ese medio para ampliar mi círculo de amistades.

Hice varios amigos y amigas. 

A las mujeres, las conocí a través de un foro que todavía visito pero ahora por cuestiones laborales.  Es decir “ya no foreo”, pero le sigo la pista a usuarias cautivas desde 2004 hasta la fecha. 

Lo que es el destino, hace tres años trabajo en ese sitio y ahora soy “Don Web”. Pero lejos de beneficiarme esta distinción, me mandó a la goma, pues ahora no puedo forear, sino solo leer, editar, borrar y hacerla de árbitro sin que se den cuenta que soy yo.

Regresando a los chats, a finales de los 90’s por esos medios conocí a un chavo peruano. Vivía en Lima. Se llama Juan.  Fue un entrañable amigo.

Lo que teníamos en común es que a los dos nos encantaba el futbol.  Yo era una enciclopedia entonces, ahora poco sé del balompié y ya no soy una aficionada de hueso colorado de los Rayados, ahora soy más objetiva al respecto.

Juan dominaba no solo el tema del futbol de su País, sino del mío, así que peor el asunto. Eso bastaba para estar en contacto diario un par de años.

Él fue pieza clave para que iniciara mi aventura en el periodismo sin ser profesionista.  Fue quien me alentó a inscribirme a un curso convocado por el que luego fue mi patrón durante cinco maravillosos años.  Si él no me hubiera dicho “Envía la solicitud.  No tienes nada qué perder, salvo que no te respondan. En cambio, si te responden, tienes la oportunidad de hacer lo que tanta inquietud ha provocado en ti el último par de años”, ahorita estaría haciendo las funciones secretariales que me frustaron durante una década completa.

Tuvo mucha razón.  Me llamaron para el curso de 12 horas, al que asistimos casi 400 aspirantes a periodistas deportivos y luego me seleccionaron a formar de un grupo mucho más pequeño para un curso de un mes.  Al finalizarlo, tan solo 15 días después, yo ya formaba parte de su staff de reporteros.

A Juan le perdí  la pista justamente al cambiar de empleo.  Ya no tenía tiempo de conversar, sino que todo mi tiempo y energía debía enfocarlo a aprender TODO, pues TODO era nuevo para mí.

Sin embargo, supe hace un par de años que a él le cambió la vida.  No sé si para bien.  Pero realmente yo no me esperaba el giro que daría su vida.  Es otra persona y eso hizo que me alejara (ahora sí) totalmente de él.

Nunca tuve el gusto de conocerlo personalmente aunque tuvimos la intención de encontrarnos en un punto medio, justamente en un partido de futbol internacional.  Solo Dios sabe por qué suceden o no suceden las cosas y situaciones y creo que así estuvo mejor.

A él le esperaba un cambio de vida radical que, dice, lo hace feliz.  Juan ahora es la muestra, un botón, de porqué no confío en esos medios para conocer gente.

No hay como el contacto directo, pues, aún así, nos llevamos sorpresas a veces no tan agradables.

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