martes, 12 de julio de 2011

Mozambique

He tenido la fortuna de conocer, platicar y tratar a grandes personas gracias a mi trabajo.

Sin embargo, a él, a César, no lo traté por cuestiones laborales, pues ahora puedo decir que es un amigo entrañable que vive a miles y miles de kilómetros de Monterrey.

Él fue mi catequista cuando yo era una chiquilla, si mal no recuerdo, en sexto grado de primaria, en la Parroquia Medalla Milagrosa.  Además de tomar catequesis en el colegio, fui algunos sábados y ahí estaba él.

Desde siempre, a César lo veías a diario en la Iglesia, en misa, en el coro, como catequista, imprimiendo los misales, ayudando y auxiliando en todo a la casa parroquial.  Con el tiempo, él decidió ofrecer su vida a las misiones.  Primero en el colegio De La Salle, en Cancún, y después se estableció indefinidamente, hasta hoy, en África.

César tiene tres hermanos, dos mujeres y un hombre y ninguno, tampoco él, se casó y ninguno tiene hijos.  Todos sus hermanos viven juntos a espaldas de la Iglesia.

Vive en África desde hace 17 años y viene a ver a su familia por lo menos cada tres años o a veces tarda más debido a la situación económica.  Viaja mucho por el mundo para buscar ayuda para “sus hijos” africanos.

Estuvo en Monterrey desde principios de febrero de este año hasta el Jueves Santo.

En tiempos recientes, he sentido un enorme vacío espiritual en mi alma.  No quiero sonar a víctima, pero a veces sentía que los problemas me agobiaban tanto que creí y pensé (todavía lo creo y lo pienso) que mucho de lo malo o desfavorable que no podía soportar se debía a mi frágil y alejada relación con Dios.

Es increíble cómo después de haber estudiado toda mi vida en colegio religioso ahora esté tan alejada de Él.  La búsqueda no ha sido fácil, pero poco a poco ha ido tomando forma.  Primero, se cruzó en mi camino Yemille, una gran-amiga-hermana desde la infancia y ex compañera de ese colegio.

A ella le envidio (y quiero tratar de imitar) su devoción, su Fe.  Coincidió que comenzamos a frecuentarnos hace más de un año, tiempo después, con la visita de César a la Ciudad.

En esta su última visita, lo vi en misa y aunque antes no lo traté tanto por no ser visitante frecuente de la Iglesia, me sentí en confianza de abordarlo, saludarlo y platicar con él. Al oírlo, pensé que sería bueno promoverlo en el periódico para un Perfiles e Historias, pues su historia en las misiones es sumamente increíble.

Afortunadamente el tema sobre su vida fue aprobado y Malú le hizo un merecidísimo reportaje que se publicó justamente en Semana Santa, un domingo antes de su partida a Mozambique para no regresar en más de mil días.

Durante su estancia no lo vi mucho, o no como me hubiera gustado. Pero me hizo el gran favor de aceptar dos invitaciones a platicar con los alumnos del colegio de mi hijo y una vez a cenar en casa de Yemille. 

Mi hijo hizo química inmediata con él.  Tan solo lo veía de lejos, Juan Pablo corría hacia él a abrazarlo, a platicar, a escucharlo y César lo veía siempre a los ojos. Durante su segunda visita al colegio de Manotas, muchos niños que lo escucharon en la primera charla, en la que además se tomó el tiempo de bailar con ellos el Waka Waka de Shakira, al volverlo a ver lo abrazaron y le dieron besos.  Se había ganado su cariño sincero.

Escucharlo hablar es para mí como un bálsamo.

Estuvo en coma a causa de la malaria, comen hierbas, allá se comparten su ropa (todos) y solo tienen un cambio.  Además, muchas "escuelas" simplemente no existen, pues los pequeños toman sus clases bajo la sombra de un inmenso árbol y utilizan el suelo como escritorio.  No hay qué comer y hay que caminar mucho para conseguir agua para beber.

Antes de viajar a Monterrey, me platicó, unos pequeños llegaron a su casa llorando.  Los dos niños habían visto cómo un cocodrilo había matado a su madre embarazada.  Buscaron su cuerpo inútilmente.

Ayuda mucho a niños huérfanos a causa del Sida.

Llegó el día de su partida.  Ese día yo me sentía muy triste y hasta lloré. Pensé que se iría a primera hora.  Era Semana Santa, así que fui a una de las misas de la época y me lo encontré ahí cuando yo pensaba que su viaje de regreso había comenzado.

Juan Pablo y yo corrimos a él y volvimos a despedirnos.

En su misa de despedida, pude darme cuenta que no solo yo  me sentía así, sino también otros vecinos, amigos de él, sus hermanos, el sacerdote y él mismo.  Las despedidas duelen y mucho y más si se trata de una persona que vale la pena y que deja algo de valor en la vida de los demás.

Yemille y yo hemos platicado varias veces sobre esto.  Le digo yo que cuando se fue me sentí como vulnerable, frágil, desubicada, prácticamente de luto.  Dejé caer en sus hombros la enorme tarea de “encarrilarme”, de reconfortarme y enseñarme el camino para acercarme a Dios.  Sin embargo, se fue.

Mi búsqueda no ha terminado.  Todavía estoy luchando por encontrar la forma de acortar distancias con Dios.  Ya tengo una manera que me emociona, pero esa es otra historia.

Por ahora, a César aún lo saludo vía correo electrónico.  No es fácil, pues no siempre hay señal en el sitio en el que hace su labor como misionero laico.  Así que hay que tener paciencia para recibir sus noticias y encomendarlo a Dios para que lo proteja de las enfermedades y el peligro para que pueda continuar con su hermosa labor.

Él es César junto con “sus hijos” Euinicie y Nelson.  Esta foto me la envió tan pronto arribó a Mozambique.



Aquí te estamos esperando, César.

3 comentarios:

  1. Elena,

    creo que estoy en una situación muy parecida a la tuya. desde niño estuve en la iglesia, ya sabes, catecismo, en vacaciones asistía a cursos, retiros etc, de joven estuve en coros, Pastoral Juvenil, escuela de dirigentes, etc, pero hoy, a mis 30 años, me siento tan alejado de Dios, y no he podido quitarme mi egoísmo y mi incredulidad para aceptarlo nuevamente.

    Esto mismo a hecho que mi forma de ser haya cambiado, tanto con mi esposa como con mis 2 hijos (de 5 y 1 años). no me siento tranquilo ni cómodo en ningún lado, y por mas que me dicen que me acerque a el, cuando lo he intentado, cualquier cosa que suceda después me hace alejarme nuevamente.

    Espero y pueda un dia quitar todo mi ego, mis cosas mundanas y poder acercarme a el, por que se que me esta esperando, asi como a ti también.

    Saludos!!

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  2. Elena y Roberto:

    yo creo que no necesitamos en nuestra vida a ningún "César" como salvador o "encarrilador" de fé.

    Espero en Dios que todos en algún momento abramos los ojos y aceptemos a Dios en nuestro corazón, solamente esta en nosotros el poder acercarnos a el, con toda la fe que tengamos y por muy mal que hayamos sido, El siempre va a estar a nuestro lado, como bien dice Roberto, debemos alejarnos de cosas vanales y mundanas que al final se quedan y no confortan el espíritu, pongamos nuestra vida en manos del señor y todo mejorará infinitamente.

    Amiga mucho animo!! espero que todo mejore en tu vida Ele y que encuentres la paz que tanto anhelas... yo creo que te lo mereces.

    un beso.

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  3. Yo conocí a Cesar, cuando me senté frente a el, en casa de Yemille, lo observé y comenzó a hablar y pensé, ¿que "novedades" podía conocer en el? si muchas historias de Africa las podemos ver en televisión de paga Discovery, NatGeo, etc.. pero noté que en su mirada ves reflejado el amor y la pasión que tiene este bendito hombre de Dios por sacar adelante a tanta gente de las aldeas africanas, en especial a los niños, César es un hombre 100% comprometido en mente, corazón y alma por estos hermanos nuestros que habitan en otro continente y tan necesitados de miles como Cesar. Considero ser una mujer afortunada por dos cosas, claro entre muchas miles más... pero la primera que dentro de mis queridas amistades estas tú Elena y la segunda vino pegado a ti, y fué haber podido conocer a César. Oraciones para el y para que pasen rápidos los años y pronto esté aqui en Monterrey.

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