viernes, 30 de septiembre de 2011

Viernes patético

Todo comenzó muy bien hoy.  Temprano fui a cerrar definitivamente mi ciclo en la revista.  Finalmente recibí mi liquidación justa sin llegar a pleito.  Todo en santa paz.

Comí como siempre había querido los últimos años en compañía de mis amigas, las mamás del colegio de Juan Pablo, sin prisas, platicamos muy a gusto, aunque Manotas se quiso regresar temprano a casa, con el pretexto de que estaba cansado, cuando en realidad le urgía sentarse en la computadora.

Me gustó porque se hizo fiesta en grande.  Fueron muchos niños y mamás que no tenía el gusto de conocer.

Cuando antier propuse que celebráramos el cumpleaños de Carlo, hijo de Caro, una amiga mamá del cole, en el Wendy’s, nunca me acordé que era viernes, día que J (se supone) viene a ver a Juan Pablo.

Afortunadamente los viernes hay salida temprano y él viene a verlo o pasa por él alrededor de las 4. Nosotros salimos del lugar antes de las 3 de la tarde.

En la mañana, le recordé a Juan Pablo qué día era hoy y que seguramente su papá iría por él en la tarde.  Tajantemente me dijo que no quería ir con su papá.

Un acuerdo entre J y yo es que nunca se lo llevaría en contra de su voluntad y mucho menos llorando, de hecho, en el DIF le hicieron la misma advertencia cuando peleó a muerte verlo viernes y sábado, que, dicho sea de paso, fue un proceso innecesario, pues jamás se le ha negado que lo vea.

En esos ayeres, lo único que le pedía era un poco de paciencia cuando él exigía sus derechos de verlo y llevárselo fuera de casa, cuando recién comenzó a visitarlo después de dos años de desaparición de su parte (en todo sentido).  Nunca lo comprendió y me demandó.  Estuvimos seis largos meses con visitas supervisadas en Capullos.  Fue un proceso desgastante, innecesario.  Esto como contexto.

Las últimas tres semanas, J no había venido a verlo ningún día y solo el segundo viernes de esas semanas le llamó para pasar por él.  Fue la misma historia de hoy: Manotas se negó a salir y él lo aceptó y ni siquiera vino a verlo.

Cuando llegamos al Wendy’s le pedí a mi hijo que si le llamaba yo para acercarse a mí, lo hiciera de inmediato, pues en una de esas sería para comunicarle a su papá.  En dado caso que me llamara. Nunca me llamó.

Aproveché que el niño quiso regresarse de la reunión para estar en casa por si el hombre venía a buscarlo.  Y así fue.  A los minutos estaba aquí.

Juan Pablo de inmediato, al verlo en la cochera y nosotros dentro de la casa, comenzó a decir “ahí viene papá y no quiero ir”.

Ya le había dicho yo hoy que si no quería ir con él, debería decírselo él mismo, pero expresando el motivo por el cual no quiere ir.

El niño se puso muy nervioso cuando él entró (no me gusta que entre a casa de mi madre, pero siempre lo hace, sin saludar a los presentes, en este caso, mi mamá y yo) y le dijo que no quería ir.

Él comenzó a cuestionarle “¿por qué estás tan cambiado?, ¿ya van tres semanas que no te quieres ir conmigo?, ¿qué pasa?”

Comenzó a formarse una bola en mi estómago porque todo lo que dice lo dice en el sentido de acusarme de todo.  Yo guardé silencio.  Juan Pablo simplemente lloraba y decía: “no quiero ir contigo, ¡vete!”.

Llegó un momento en que J se salió de la casa, mientras mamá y yo tratábamos de convencerlo que se cambiara y al menos saliera a saludar a su abuelo, quien venía con J.  Él estaba negado.

Para no extenderme mucho, J comenzó a decirme abiertamente que qué raro que no quiera ir con él, que seguramente yo lo había aconsejado de que no se fuera con él, que por qué no le decía el niño la razón por la que no se iba.

Le expliqué que él ya me había dicho que no quería ir y que le pedí le explicara a él sus motivos, pero que tuviéramos conciencia ambos, que JP tiene un problema de lenguaje y le es difícil expresarse.  No quería yo discutir.

Pero llegó un punto en que me exasperó terriblemente y tuve que decirle de frente que qué esperaba si se desaparece tres semanas consecutivas, que no cultiva el cariño de su hijo.  Él en cambio me dio pretextos: que si no había tenido dinero, que si me da dinero “a mí”, que si el trabajo, que si su carro está en el taller. Pretextos, pretextos, pretextos.

Le dije frente a frente que no intentara responsabilizarme de los frutos que él está cosechando con su actuar.  Que de ninguna manera permitiría que se lo llevara en ese estado.  Él me dijo que yo tengo la obligación de hablar con el niño para aclarar la situación.

Patético.  No entiende razones.  Pasan los años… tiene 42, y sigue siendo un irresponsable, sigue con el corazón ardido.

En fin, fue un momento patético, que ahorita ya no me molesta, pero en esos instantes solo hice lo que creí conveniente. 

Le pedí que a partir de hoy tenía prohibido cruzar la puerta de la casa de mi mamá, pues hoy vi con mis propios ojos que todo el tiempo que yo trabajé y no estaba presente, él hombre se pasa hasta mi cuarto sin siquiera decir “con permiso”.

También le exigí que cuando lo regresara a casa no me lo dejara cual vil bulto en la banqueta o en la reja de la casa.  Que tocara y esperara a que alguna de nosotras lo recibiera, pues me molesta mucho que ha hecho esto últimamente.

A todo me respondía con agresiones y alzando la voz.

Al ver que la conversación no tenía sentido, le pedí que si no tenía nada más que agregar, se fuera. 
Y así lo hizo.  No sin antes decirme que me va a demandar porque yo aconsejo a Manotas no verlo ni salir con él.

Espero tenga las pruebas suficientes para fundamentar esa demanda.

Siempre ahí

Esta entrada está dedicada a César Vargas.

Lo conocí en el 2000, fue compañero del periódico y cuando entré tenía mucha curiosidad de saber quién era César Vargas, pues siempre leía sus crónicas de fútbol y me atrapaban desde la primera a la última letra. Es un deleite leer sus notas siempre, tan llenas de color y vida.

Siempre estuvo pendiente de mí, haciendo crítica constructiva de mi trabajo, orientándome y mejorar como periodista de oficio. 

¿Por qué escribo de él? Porque a pesar del paso de los años y de que nuestras vidas profesionales tomaron distintos rumbos, siempre ha estado a mi lado de una u otra forma.

Es de esa clase de amigos entrañables, que de repente por sus ocupaciones desaparece, pero justo cuando las cosas no están bien, hace su aparición como por arte de magia.

Todavía recuerdo cuando estuvo a mi lado cuando J se fue.  Aguantó muchas noches mi llanto e interrogantes sin respuesta por teléfono y en persona.  Siempre me ofreció su hombro para llorar amargamente.

Tampoco puedo olvidar que la noche del mismísimo día que mi ciclo terminó en el periódico, aquí estuvo conmigo también.

Hoy, a una semana de mi último despido, también cuento con su apoyo.  Ya vino, ya me llamó, ya me escribió.

Ahora, ambos tenemos muchos proyectos profesionales juntos.  Hoy que terminó definitivamente mi ciclo en la revista (ya firmé mi liquidación en buenos términos) ya podemos poner manos a la obra pues tendré tiempo de sobra.

Estoy muy agradecida con Dios y la vida de que me dé los amigos necesarios para superar cada una de las pruebas que  me han tocado vivir.  César es tan sol@ un@ de los amig@s-herman@s que se que puedo contar con ell@s en todo momento y que saben que yo también estoy aquí al pendiente de sus necesidades.

El caso es que me sorprende que César sea como un enviado de Dios justo cuando más necesito apoyo.

¡Gracias, Chícharo!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Bullying

Alguna vez abordé aquí el tema de los compañeros de trabajo y hoy lo retomo.

Resulta que, contrario a lo que pudieran creer o imaginar, me cuesta mucho trabajo el inicio de las relaciones humanas, sobre todo (si es que no es en el único ámbito en el que me sucede) en el medio laboral.

Tardo muchísimas semanas en entablar una conversación una vez instalada en nuevo empleo, fuera del tema laboral.  Así me ha sucedido siempre, excepto en el periódico, ahí no sé por qué pude relacionarme súper bien desde el inicio.

Hoy tengo cierto temor, no miedo, a este punto.  Ya sé que, como siempre, me estoy adelantando a los acontecimientos porque trabajo no he conseguido, pero es una de las cosas que me da flojera cuando me quedo sin empleo.  Es como cuando tienes una relación amorosa que no está nada bien y que te niegas a abandonar justamente por la pesadez corporal (hueva) de iniciar una nueva relación con alguien más.  Así más o menos es lo que siento.

Tengo que decirlo: soy sumamente selectiva para abrirme con compañer@s de trabajo.  En este último que acabo de perder pude hacer buenas amistades, pero de las siete que éramos, al final solo quedábamos dos.  Sí, estoy dejando morir sola Vanah.  Ella ha sobrevivido porque actúa igual que yo:  llega, se pone los audífonos y no se los quita hasta la hora de la salida.  Es una inteligente forma de marcar límites y hablar solo lo indispensable.

Cuando éramos las siete, todo era felicidad, pero trataron por todos los medios de desunirnos, cosa que no pasó. 

Hace tiempo, una colega del periódico me dijo: “tú que eres mi fuente inagotable de fuentes, ¿conoces a alguna víctima del bullying laboral?”.  Y sí, le pasé el dato de una ex compañera de ese lugar que le dio la entrevista.

Sí, existen víctimas de acoso y abuso en el trabajo.  Yo, creo, no lo he sido porque tampoco me dejo, pero sí hubo intentos en algunos empleos.

En el periódico, por ejemplo, para algunos fue un pecado mortal que yo fuera llamada a colaborar en uno de los medios más importantes del país sin tener estudios profesionales concluidos.  Así que, desde el curso que tomé antes de entrar, fui víctima de F, una mujer que después fue mi compañera de trabajo ahí.  Después se aliaría con ella otro compañero.

Ella fue hiriente y es sumamente creída de si misma, pero en exceso.  De esas que piensa y cree que nadie la merece.  Abiertamente me dijo en el curso que “olvidaba que yo era una secretaria”, cuando me pidió mi opinión sobre una asignatura de la carrera de Ciencias de la Comunicación minutos después de informar en el curso que yo era simplemente una asistente ejecutiva.

Una vez trabajando, se encargó de bloquearme muchas veces y de poner en contra de mí a más gente.  No le resultó.  El resultado fue que yo duré en el periódico mucho más tiempo que ella y que yo tengo amistades entrañables en ese lugar.

En este último trabajo en el que estuve no existe la palabra compañerismo.  Debo decir que mi jefe es mujer y es sumamente considerada con las que somos mamás, eso se lo voy a agradecer eternamente y me llevo de ella un buen recuerdo.

Pero, hay otros especimenes ahí dentro que de plano se vuelan la barda.

Una, por ejemplo, tiene años ahí…. Sin temor a equivocarme, ha sido su único trabajo.  Es su vida y está soltera, aunque a punto de casarse.

Es una mujer sumamente amargada y amarra-navajas… Qué bueno que se va a casar porque pudiera ser que con una buena co… le cambie el carácter.  Le encanta el chisme y al quedarse sola la oficina por motivos de viajes de las cabezas de la empresa, ella se auto nombra a cargo del lugar.  Solo que no nos daba órdenes.  Se limitaba a observar y al llegar los jefes chismeaba, porque no se le puede llamar de otra forma, todos los movimientos que hacíamos o no hacíamos.

Es una tipa que tiene la posibilidad de observar desde su computadora todo lo que hacías en tu PC.  Si se daba cuenta que lograbas abrir una página prohibida, te la bloqueaba en seguida.  No sonríe, no platica, es amargada.

Sin duda, es la que se encarga de poner un ambiente espantoso en ese lugar.

En fin, no soy la única que ha estado en esa situación.  Todos, al llegar a un empleo, llegan solos.  Las bolitas ya están hechas.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un día oficialmente desempleada

“Ni sobra el que se va ni hace falta el que se queda”

Como bien lo vaticiné, el viernes 23 de septiembre terminó mi ciclo en la revista.

Me hablaron a una de las oficinas del lugar poco antes de las 12:00 horas. Yo ya sabía la hora en que sería mi despido, así que para ese entonces, había descolgado mis recortes de periódico de la pared escritos por mis colegas Eugenio Guzmán y Marco Almaraz, pues son unos maestros para escribir y los tenía ahí para no olvidar la buena forma de redactar.

También había limpiado por completo mi computadora. Y ensobretado alguna papelería personal.  Mis adornitos hechos por las manitas de mi Manotas, ya estaban en casa, pues me las fui llevando en el transcurso de las tres semanas previas.

Debo reconocer que ese día me presenté a la defensiva, interiormente hablando.  No sé porqué en las últimas horas olvidé que la persona que le tocó bailar con la más fea, es decir, despedirme, siempre se portó como un caballero conmigo. Es un tipo bastante agradable (y guapo).

Pues ya me explicó el motivo del despido. Me dijo que no era nada personal, que estaban contentos con mi trabajo y me dio las razones reales por las cuales me iría de la empresa que hoy omitiré por una razón que más adelante les explicaré en esta misma entrada.

Yo me presenté a esa oficina con mis cálculos para el finiquito.  Hasta ese momento no fue necesario mostrarla pues quien me hablaría de cifras sería un enviado del outsourcing encargado de todo lo relativo al RH de la empresa.

Para no hacerles el cuento largo, me negué a firmar.  Hoy me avisaron que será hasta el jueves que se cierre definitivamente el capítulo (con lo afecta que soy a no cerrar ciclos).  Quiero pensar que me irá bien.  Mientras tanto haré unos movimientos para protegerme, pues así me lo han sugerido mis dos asesores.

Y aunque creo que a veces hacen falta unas vacaciones indefinidas sin la necesidad de regresar al mismo sitio, inquieta como soy, desde hace días comencé a buscar trabajo por distintos medios. Hoy tuve mi primera entrevista laboral.  Iba con muchos ánimos, pues está a no más de 10 minutos de mi casa y a una calle del colegio de Manotas.  Pero, “¡oh, sorpresa!”, la vacante es para el área de ventas.
("Cuando un reportero lo ha sido una vez, no deja de serlo nunca", José Alvarado)
Y sí, salí algo desanimada y comienzo a desesperarme, pues la OCC sigue siendo mala onda conmigo al no tener, como siempre, nada qué ofrecerme.

En fin, espero que esto pase pronto y me dejé escribir sobre temas más agradables en mi rincón… por ejemplo, la tercera parte de Amor de Otoño que tanto me gusta.

Hoy, mi hijo, después de comer me dijo:

JP.- Mamá. ¿vas a ir a trabajar?
Y.- No, Manotas.
Y él me abrazó emocionado
JP.- Gracias, mamá, por quedarte en la casa.

Deséenme suerte, creo que la voy a necesitar.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Búsquedas

Pensando en lo que está por suceder laboralmente hablando (no pasa de hoy o mañana), estuve recordando mis épocas de búsqueda de empleos y todas fueron distintas.

Empecé a trabajar a los 17 años como recepcionista de un laboratorio de análisis clínicos.  Ahí me ayudó a entrar mi mamá, pues trabajó en ese mismo lugar varios años… creo que me lo consiguió para que tuviera algo qué hacer, porque yo no recuerdo haber tenido la necesidad o deseo de trabajar, aunque nunca fui con flojera o me quejé.  Me gustó la experiencia.

Cuando salí del Kelly (graduada como Secretaria Ejecutiva Bilingüe) lo hice con la convicción de trabajar en el desaparecido banco Banpaís, pues fue una de las empresas que fueron a dar pláticas al colegio de secres y de la que más me llamaron la atención las prestaciones.

Ahí mismo, llenamos solicitud, así que apenas me gradué, convertí en mi víctima a una de las chicas de RH de ese banco.  Todos los días le llamaba para recordarle que quería trabajar.  Creo que al final me lo dio más que nada porque ya estaba harta de que le llamara tanto.

Me tocó trabajar en dos sucursales en igual número de años y me desempeñé en todos los puestos, excepto de cajera, y me gustó muchísimo.  El banco quebró y yo fui de las primeras en salir.  Eso fue en la época de la crisis de Carlos Salinas de Gortari, así que tardé mucho en encontrar otro empleo.

Recuerdo que me la pasaba llenando solicitudes, tomándome fotos, caminando, en camión, bajo el sol y la lluvia, y nada que encontraba algo.  Esa fue la época en la que más tiempo estuve desempleada, pero ahora no recuerdo cuánto tiempo fue.  Hasta que un día me llamó Diana, quien fuera gerente administrativo de la primera sucursal de ese desaparecido banco y me fui a trabajar a una unión de crédito.

Creo que, de todos los trabajos de asistente que tuve, ese fue el más satisfactorio, me desarrollé muchísimo y me codeaba con gente importante.  Estuve primero en la unión que quebró por la crisis, luego en la administradora de su cartera y al final en Nacional Financiera.

No sé por qué empecé a buscar trabajo y fue la primera vez que recurrí a una bolsa de empleos y así fue como caí en las garras de KPMG donde también me fue muy bien, pero no tuve un final feliz.

Luego, EL NORTE me llamó para dar el brinco a Periodista, luego de haber tomado dos cursos. Al primero me apunté y al segundo ellos me invitaron. Me llamaron justamente 15 días después de haberme quedado sin empleo y de haber concluido la segunda capacitación.  Fueron los 5 años más maravillosos de mi experiencia laboral hasta que mi ciclo terminó.

Como me liquidaron muy bien y Juan Pablo apenas tenía tres meses de nacido, yo me tomé tres meses sabáticos para disfrutar de mi enano, hasta que Sandra, una de mis mejores amigas, me ofreció un trabajo temporal en el Hotel Ancira, para cubrir a la asistente del área de Ventas pues esa chica la cubriría a ella en su incapacidad de maternidad.

Ahí estuve dos años, pues luego me convertí en Ejecutivo de Ventas, donde fui un fracaso.  Tras mi salida por malos resultados (el que no vende se va), no pasaron ni 15 días cuando me llamaron de dos hoteles y me decidí por el más pequeño y estuve ahí casi dos años, también hasta que cerró mi ciclo de nuevo.

Pasaron otros 15 días en los que busqué por internet (por primera vez en mi historia), fui a miles de entrevistas, pero ya cómodamente en mi coche.  Sin embargo, no me funcionó el internet, sino otro método antigüito, los avisos de ocasión del periodicote (como le dicen por ahí).

Ese día vi un anuncio súper chiquito donde buscaban a quien cubriera el puesto que hasta estos días ocupo desde hace tres años.  Me dio mucho gusto porque yo había sido usuaria asidua de sus foros de discusión durante cuatro años, era foro-adicta, y bueno, recurrí a la técnica que me ayudó a conseguir trabajo en el banco:  insistir por teléfono, hasta que me dieron la oportunidad.

He comenzado a buscarle, nuevamente en internet, y es frustrante no ver nada atractivo o de plano no ver nada de mi área disponible.  Anoche decidí buscar y encontrar lo-que-sea, pues el chiste es no dejar de recibir una remuneración y mientras buscar y encontrar lo que me gusta.

Y también decidí otra técnica de búsqueda… ya les contaré si me resulta.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

El huracán está cerca...

No sé por qué, pero siempre he vivido la situación de que me llegue información privilegiada sin yo buscarla.

Y esto aplica para todos los aspectos, desde el laboral, hasta el personal.  No sé si porque les parezca confiable o porque me aprecien.  El punto es que siempre ha sido así.

Hace unas semanas, una fuente fidedigna me informó que uno de los trabajos que desempeño actualmente no anda nada bien y que desaparecería de la faz de la tierra y con él, todos los que trabajamos para que existiera.

Al principio recibí la noticia con agrado, pues siento que desde hace un año mi ciclo terminó en ese lugar. Sin embargo, al no concretarse nada de inmediato, como que uno piensa mejor las cosas y llegué a la conclusión de que no era nada bueno, nunca, perder el empleo.

Ya está confirmado, aún off the record, que me voy a más tardar este lunes.  ¿Cómo me siento?  Pues sigo creyendo que ya no tengo nada qué hacer ahí, que no he sido valorada como me valoran en los otros dos lugares y que ya no hay oportunidad de crecimiento.

Sin embargo, mi mente ha comenzado a trabajar al 100 por hora pensando en cómo me voy a organizar económicamente para librarla lo mejor posible.

Lo que me aterra o me da flojera, más bien, es que sospecho que en cuanto al finiquito no me irá tan bien que digamos. Por supuesto, buscaré recibir lo justo por tres razones: una porque soy papá y mamá y ese dinero es de mi hijo, dos: porque tengo compromisos y tres: porque me estaré yendo en una temporada nada favorable para encontrar algo rápido.

Además, y por último, será la última molestia que causaré y, obviamente, porque es lo justo, lo que he ganado en estos años.

Así que me esperan unos días especiales.  Estaré esperando la notificación oficial en las próximas horas y luego a definir el último punto que comento.

Tengo la suerte de que las empresas en las que he trabajado han cerrado por malas rachas y en la bola me voy yo.  Solo en dos ocasiones renuncié yo por una mejoría  laboral y económica.

Siempre, siempre, ha sido para algo mejor.  Siempre encuentro algo que me favorece en lo personal y en lo laboral.  Quiero pensar que ahora será igual.

Aquí andaré en mi rincón, como siempre.

martes, 20 de septiembre de 2011

A veces, ¡es difícil!

El domingo mamá y yo nos sentamos a comer juntas mientras Manotas jugaba en su computadora.  Platicábamos del baile que habíamos disfrutado horas antes de la Banda de Música de la Ciudad de Monterrey y luego desvió la plática de esta forma…

M.-  Quiero decirte algo y no quiero que me lo tomes a mal.
E.-  A ver…
M.- He notado que ya no sonríes.  Te estás olvidando de sonreír.  No te cuesta nada hacerlo.

Y anoche, mientras descansaba en mi cama al llegar del trabajo y Manotas jugaba en su computadora (creo que eso hará de ahora en adelante y para siempre, beauty thing!), me contaba de una amiga de ella y mi papá, qepd, que por su edad padece demencia senil y no sé por qué le vino a la mente la plática del día anterior (¿Me verá más vieja porque no sonrío?, ¡espero que no sea eso!), pero volvió a tocar el mismo tema.

M.- … por eso es importante sonreír.

Yo no lo había notado, pero sí me había dado cuenta que llevo días en los que no me siento bien.  Y no hablo de un malestar físico, sino algo más de fondo.  Varias cosas no me hacen feliz y me niego a aceptarlo… y sí, he dejado de sonreír. 

Las palabras de mamá todavía taladran no solo mis oídos, sino también mi mente.  No quiero caer en esa fea costumbre de no sonreír y algo debo hacer al respecto.  Me siento desganada, decepcionada, triste y hasta enojada conmigo misma o con la nada.

Ayer de nada me sirvió guiar al taxista que tomé a medio día, los atajos no me sirvieron y se me hizo tarde para recoger a Manotas en el colegio.   El retraso me sirvió para intentar modificar la percepción (y realidad) que me comentó mamá.  Lo que pensé: “no quiero que esto afecte a mi’jo” y cambié de estrategia. 

Siempre lo recibo con una sonrisa en la puerta del kínder, pero ese día, tan solo lo ví de lejos, le extendí mis brazos, como seña de que quería y necesitaba uno de sus tiernos abrazos y enmarqué el gesto con una sonrisa en mi rostro.  Él se sacó de onda y correspondió mi actitud con muchos te amo… me hizo sonreír hasta ahorita.

A veces, ¡qué difícil es sonreír!, Y esta rolita habla mucho al respecto.


lunes, 19 de septiembre de 2011

Los sueños de Juan Pablo

Como cualquier niño, Juan Pablo tiene muchos sueños.

Continuamente expresa a su manera lo que desea tener o vivir y ahí tiene a su madre tratando de complacerlo con lo que no sea descabellado y dosificándole la realización de sus sueños para no mal-acostumbrarlo a recibir siempre lo que quiere.

De hecho, la compu que tenemos desde el sábado, era parte de sus regalos navideños, así que está feliz con que Santa haya llegado en otoño.

Hoy estoy haciendo acá una lista de sus sueños recientes.  Lo hago, además para compartirlo con ustedes, para que quede testimonio de que estoy trabajando en ello y para ponerme fechas límite de realización.

Así que a trabajarle más duro para hacer estas cosas juntos.



Esta bici se la traerá Santa en Navidad 2011.  Dice que es el protagonista de Ghost Rider. Ya tiene la chamarra de piel “choppera”, la cadena y la máscara… le falta la moto.



Quiere ir a la playa y ya eligió a Cancún.  Tenemos los mismos gustos.  Si vamos, será la quinta vez que voy a ese paraíso en mi vida. La intención es irnos en el verano próximo.



Sueña con nadar con los delfines y por supuesto que lo llevaré.  Es una experiencia única que viví cuando mi sobrino Andrés tenía 6 años y me lo llevé de vacaciones justamente a Cancún.



Y como es fan de Jack Sparrow, lo sorprenderé con una visita a The Galleon Captain Hook.

Su sueño más accesible es éste,  pero todavía falta ajustarle un poquito las tuercas porque recién recibió muchos regalos y juguetes por su piñata, así que debe esperar unas semanas más para obtenerlo.

¡Para eso tiene a su madre, ¿cómo de que no?!



domingo, 18 de septiembre de 2011

Logró conquistarme

En cuestión de admirar artistas, soy sumamente difícil… no me emociona cualquier hijo de vecino.

En mi vida he admirado a pocos artistas y casi todos ellos son varones.  El rey de mi corazón es, sin duda, y será Gustavo Cerati.  Es un tipo que admiro con todo mi ser.

Hoy, me acabo de llevar una grata sorpresa viendo la televisión, que casi nunca lo hago.  Me chuté todito el programa La Voz México y me encantó.  Ya me ví todas las noches dejando a un lado toda actividad y rutina para sentarme dos horas y media a ver tan buen programa.

Me divirtió mucho, pero quien se encargó de ello fue un artista que jamás había escuchado.  Solo hoy leí reseñas del programa y todo mundo escribió cosas positivas de él, de Espinoza Paz.

Apenas terminó el programa y me vine a San Youtube y finalmente pude escuchar una de sus rolas.  Desgraciadamente no interpreta un género que me guste, al contrario, me parece desagradable.  Aún así, me declaro fan de hueso colorado de este cantante.


Amor de otoño

Parte 2.5

Hoy conversé un poco con los protagonistas, Manuel y Blanca.  Llevaron impresas las dos primeras partes de la historia publicadas en mi rincón.  Eso para mí es un honor.

Mientras bailaban, ella, Blanca, se acercó a mí y me entregó una tarjeta dentro de un sobre y me dijo:

“Mira lo que le dí al mes de conocerlo”.

La abrí y me encontré con un texto escrito por el puño y letra de ella.  Un documento de Octubre de 2009.

Lo abrí y en la parte de arriba hablaba de algo acerca de las coincidencias, pero lo que más me gustó fue la segunda parte:

“… No te asustes si te digo que creo que soy tu alma gemela… Blanca…” y su número celular.

Pese a que a varios no les ha agradado esta historia, a mí cada domingo me atrapa mucho más.  Admiro mucho eso de ella.  Su iniciativa. El arriesgarse, el amar y dejarse amar de tal manera.

Algún día me gustaría ser como ella.

Creo que continuará…

jueves, 15 de septiembre de 2011

¡Adiós a los cybers!

Estoy a unas horas de dejar de sufrir por no tener computadora propia.

A partir de mañana a medio día, tendré equipo instalado en mi casa.  Eso me da gusto, pues podré trabajar a mis anchas desde mi casa y no me veré tan abrumada de trabajo, de mis otras dos fuentes de ingreso, en mi horario laboral de la oficina (a la que hasta hoy sigo perteneciendo).

Lo único que me emociona es eso, pues de plano las redes sociales no son lo mío.  Me da gusto.

Aunque es mía, Manotas es un amante de la tecnología a sus 6 años, así que dice que “me la va a prestar” cuando él se duerma, así que creo que dejaré de dormirme a las nueve de la noche para poder darle duro a mis notas y a mi blog.

¡Hasta ilusión tengo!

Había sido cliente asidua de dos cyber y últimamente casi no iba, pues solo acudía cuando tenía carrera qué cubrir, así que no es tan frecuente, pero comenzaba a molestarme tanta gente, el calor, el ruido.

Así que hoy trabajaré muy a gusto.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Suegras

Debo reconocer que tengo muchas ganas de conocer a la madre de S.

Muy seguido me platica de ella y la relación de ambos.  Hace unos días me platicó en el sofá de la sala de mamá la historia de amor de su padres.

Cuando S me habla de su hija, sus hermanas y sus padres, me entra una curiosidad enorme de conocerlos a todos, por la forma en que se expresa de cada uno de ellos.  No se lo he dicho.

No se lo digo porque es algo que debe surgir solo o suceder a sugerencia de él mismo, además, nunca ha sido mi fuerte la relación con la familia política.  No es que haya tenido mala relación con las familias de mis ex’s, pero no sé, como que me intimidó e intimida relacionarme con sus familias.

En cuanto a mi relación con mis ex suegras, pues solo tuve relación estrecha con tres.  Dos de igual número de novios con los que nunca formalicé y la otra es la abuela de Manotas.

De las dos primeras tengo muy gratos recuerdos.  La mamá de Carlos, aunque poco la ví, siempre fue muy amable y educada y a veces hasta cariñosa.

La mamá de Fernando, doña Lydia, definitivamente es la suegra que todas quisiéramos tener.  Es un pan de Dios, siempre atenta y siempre aconsejando (aunque se llevara de encuentro a su mujeriego hijo) y sumamente cariñosa y agradable.  Todo el tiempo estaba de buen humor y con una sonrisa en su rostro.

Es fecha que si me la encuentro, me saluda como si el cariño no se hubiera olvidado a pesar del paso del tiempo.

De la abuela de Juan Pablo, debo reconocer, tengo los pésimos recuerdos.

Es una mujer fría, extraña y a veces hasta grosera.  En realidad poco la ví.   Y es que, en los 10 años de noviazgo con su hijo solo fui a su casa un total de 10 navidades y otras dos adicionales fuera de la época decembrina, visitas en las que no pasé del porche de la casa.

Cuando visitaba su casa en Navidad, llegábamos a eso de las 8 de la noche, cenábamos a las 9 y me regresaba con él a casa de mis papás para allá celebrarlo con  mi familia y esperábamos la madrugada para el abrazo.

Pero en una ocasión, justo cuando ya estaba a punto de casarme, pasé a su casa a dejarle un adorno que utilizamos en la despedida de soltera que ella y mi mamá me organizaron.

La señora no estaba, así que lo dejé con mi ex cuñado, quien no me pasó a la casa, junto con un pastelito que mi mamá me obligó a comprarle a la señora, pues no me nacía hacerlo. ¡Vaya! No sabía como por qué tendría que llevarle algo a su casa.

Íbamos de regreso a mi carro, cuando la señora venía en el suyo.  Al verme, puso cara de molestia y no me saludó, pero sí se detuvo.  Solo la saludé verbalmente, porque su actitud no se prestó para otra forma de hacerlo, y amablemente le comenté a lo que había ido a su casa.

La señora nunca quitó su cara de molestia y fue muy cortante.  La verdad hasta nudo en la garganta se me hizo y eso que me considero fuerte en muchos sentidos.

El caso es que cuando comenzaron los problemas con su hijo, es decir, casi creo que desde el día de la boda, la relación con ella, si así puede llamársele, fue más tirante todavía.

Es común que J lleve a Juan Pablo a casa de sus abuelos y Manotas jamás la menciona a ella, pero sí habla con cariño de su abuelo.

En el caso de mi mamá, creo yo, también es buena suegra.  Al menos no anda de jacalera en casa de mis hermanos, ni hace comentarios inoportunos, ni emite una opinión si ésta no se le pide. Es servicial y muy discreta.

Así que a mí me hubiera gustado tener una suegra como mi madre.

En fin, no entiendo porqué las relaciones entre suegras–yernos–nueras es tan complicada.  Tan bonito que es lo bonito y tan fácil que es llevar la fiesta en paz.

Lo que sí me quedó claro desde hace 17 años ya, con la experiencia de la familia de J, es que me prometí ser una buena cuñada y creo que ahí la llevo, a menos que Viviana y Álex me lleven la contraria.

Pues la misma consigna tengo de ser buena suegra, pero también me encargo de recordarle a Juan Pablo que a la mujer se le respeta y no se le lastima de ninguna forma, que debe ser fiel y gozar de muy buena comunicación con ellas, pues lo que deseo con toda mi alma y mi ser es que él sea un buen hombre, pareja, esposo y padre... en resumen, que jamás, jamás, maltrate a una mujer y que siempre le de su lugar.  Y que trate de mantener una “familia normal” y no disfuncional.

Dios quiera.

(La de la foto se parece a la madre de J... beauty thing!)

martes, 13 de septiembre de 2011

A patín

Tengo automóvil desde los 90’s.  Mi primer coche fue una Caribe viejita (no recuerdo el modelo) con un aire deportivo, luego, a inicios del 2000, un Tsurito color verde que pasó a mejor vida gracias a J.

Luego tuve un Derby rojo bien bonito y deportivo, pero pasó a mejor vida gracias a mí, aunque lo dí a cuenta de enganche de mi carro semi nuevo.  A los pobres de la agencia les falló el día que lo dejé y ni cómo reclamarme.

El carro que compré semi nuevo de agencia fue un Platina 2003, color blanco, automático, como éste.



Y a pesar de que escribo de mecánica, nunca se me ocurrió preguntarle a ninguna de mis fuentes qué dolencias padecen este tipo de vehículos.  Si hubiera preguntado no lo hubiera comprado ni de chiste.  El único pero que le puse antes de comprarlo era que es de transmisión automática y a mí me gusta tener el control de las velocidades que solo te da el conducir un estándar.

Así que lo compré.

Las fallas en las bobinas, muy común en ellos, fueron recurrentes.  Al inicio, los reemplazos eran muy caros.  Ahora los encuentras mucho más baratos.  Hace mucho que no me falla de eso… hace más de un año.

No tuvo más fallas graves, es más, no las recuerdo, lo que sí recuerdo es que mi coche ha sido mi fuente de inspiración para sugerir temas para mi página de mecánica automotriz en el periódico.

En noviembre del 2010, iba tomando Gonzalitos y me dejó tirada en el Caliente.  Tranquilamente saqué mi celular y marqué el 060 para solicitar el auxilio de mis amigos admirados, los Ángeles Viales.

Mientras llegaban, intenté ponerlo en marcha varias veces.  Al llegar ellos, lo intentaron dos más (malo el cuento) y al final me dieron el fatídico diagnóstico:  me eché la banda del tiempo y empeoramos la situación al insistir en prenderlo, pues en cada intento dañamos más válvulas.

Así que me desprendí de mi carrito muchísimas semanas en lo que junté la cantidad estratosférica de 10 mil pesos que costó la compostura.

En ese tiempo, anduve en camión diariamente y taxi.  Era un correr y correr para dejar a Manotas en el colegio, pasar por él, llevarlo a casa, regresarme de nuevo a la oficina y luego llegar a casa en la tarde-noche.

Apenas empezábamos nuestra relación S y yo y al tener él dos coches me ofreció uno de ellos, el que yo quisiera, pero si me da pena que me ofrezcan raid, ahora imagínense traer un carro ajeno, por más que fuera de S.  No acepté su ofrecimiento, aunque se lo agradecí en el alma.

No me acuerdo si sufrí el que no teníamos en qué salir de paseo.  Yo creo que no, yo creo que lo que más me pesó fue traer a mi hijo a patín.

A mi carro se le oye todo.  Ya sé, puede sonar a inexplicable tomando en cuenta que su propietaria se defiende muy bien en temas de mecánica automotriz, pero pues luego ¿cómo me inspiro para escribir si mi carro anduviera al puro centavo? (excusas).

Ayer venía muy campante a la oficina y ya me había internado en terrenos sampetrinos cuando el carro dejó de funcionar.  Encendía, pero tosía tan fuerte que terminaba por apagarse.

Frente a la calle donde me quedé estaban dos hombres, de profesión jardineros.  Uno de ellos le sabe muy bien a la mecánica y me ayudaron a orillarlo y me lo revisó.  Él, Don Juan, el jardinero-mecánico-amable, estaba seguro que se trataba de problemas en alguna bobina, aunque yo tenía mis dudas porque jamás me quedé tirada por esa razón.  Le pedí que checara las bujías para tener la certeza de que fuera una o varias bobinas, porque de ser así, llamaba a alguien que las comprara y las llevara para ponerlas, porque no tiene chiste hacerlo.

Sacó las cuatro bujías y todas salieron del motor escurriendo aceite.  Mala señal.

Para no hacerles el cuento largo, uno de los mecánicos que conozco por mi trabajo y que es de mi total confianza, pues lo conozco desde niños, vino a verlo, trató de reanimarlo poniéndole nuevas bujías y no funcionó.  Contratamos una grúa y mi coche durmió en el Taller Safari, de mi amigo-vecino.

Ya me dio el diagnóstico hace unos minutos:  me he quedado sin carro nuevamente a causa de la banda del tiempo. Ya no tiene garantía, creo yo, porque ese trabajo se hizo hace casi un año, aunque no le he metido ni 20 mil kilómetros de los 60 mil de rigor que debía dejar pasar para cambiarla antes de que me fregara nuevamente válvulas.

Ahora, no sabemos cuántas válvulas se dañaron, pero la reparación nuevamente asciende a miles de pesos.

Esta vez me la estoy llevando más tranquila.  Sé de dónde saldrá para arreglarlo, aunque tomará su tiempo, pero no como el año pasado.  Será cosa de dos semanas, máximo, si Dios quiere.

En fin, nuevamente comienzo a correr, andar en taxi, pidiendo raid y en camión.

Lo bueno de todo esto es que mis piernas volverán a ponerse duritas por tanto ejercicio.

Moraleja: nunca compren Platina de modelos anteriores al 2007.

Mi canción


Dedicada para mí...

lunes, 12 de septiembre de 2011

Amor de Otoño

Parte 2

No es que esté estacionada en el Ñoño Mood.  Más bien, creo que el otoño hace que me detenga más a ver a otras parejas y a soñar.

Ayer volví a ver a los protagonistas del tema (si no la has leído, pínchale aquí: Amor de Otoño) que les traje el 22 de agosto hasta este rincón.

Esta vez me atreví a tomarles fotos.  Sólo él se dio cuenta de ello.  Y como no pedí permiso para hacerlo y yo no soy buena periodista gráfica, pues no resultaron muy buenas las tomas, pero al menos ya traigo los rostros reales de esta historia de amor.


Cuando nos dirigíamos mamá, Manotas  y yo al carro, que dejé estacionado a dos calles, me lo encontré.  Iba a dejar las sillas que tanto él y su amada usan cuando descansan entre pieza y pieza de baile.

Él, como siempre, iba muy bien vestido, haciendo juego perfecto con ella, quien lucía impecablemente guapa.

Detuve mi paso y lo esperé con libreta en mano y esto fue lo que platicamos.

E.- Hola, señor, disculpe ¿cuál es su nombre?
M.- Manuel, a sus órdenes.
E.- Mucho gusto, soy Elena Torres y ya una vez les había comentado lo bonita pareja que hace con…
M.- Blanca.
E.- Sí, con Blanca.  Y bueno, soy periodista y me atreví a escribir la historia de amor que ambos están viviendo y que yo vi desde mi óptica, en mi página personal de historias, pero me gustaría conocer la real.
M.- ¿No conoce nuestra historia de amor?
Esta pregunta la hizo como si fuera pecado no saberla, como que muchas de las personas que van domingo a domingo al baile de  la Banda de Música de la Ciudad de Monterrey, la conocen a fondo… menos yo.
E.- No, aún no.
M.- Tenía yo seis meses de venir solo al baile y ella ya tenía tiempo viniendo a las audiciones para olvidar sus problemas y superar una depresión, cuando ella me sacó a bailar…
E.- Sí, sí, sí… eso yo lo ví y eso fue lo que escribí en mi historia.
Sonrió y continuó.
M.- Y bueno, yo le dije que tenía muchísimos años que no bailaba, pero acepté y de eso ya han pasado dos años increíbles, es un amor apasionado… estoy profundamente enamorado.  Pero le prometo que el próximo domingo le contamos la historia completa.

No puedo describir la forma en que dijo esto último.  Honestamente jamás había escuchado hablar a un hombre del amor que le tiene a su mujer, o al menos no de esa forma.

Se me enchinó la piel y pude darme cuenta que puedo leer perfectamente su relación tan solo con verlos.

No me equivoqué.  Ellos viven un amor que pocos tienen la dicha de vivir a lo largo de sus vidas.

En la noche, cuando ya me iba a dormir, recordé sus últimas palabras y también la forma en que la observa cuando ella baja a bailar sin él, con sus amigas.

Y lloré…



Continuará…


jueves, 8 de septiembre de 2011

Otoño


Empieza la época del año que más me gusta.  Y aunque oficialmente el otoño inicia el 21 de este mes, en Monterrey tenemos ya dos días viviendo y disfrutando probaditas del clima tan agradable y característico de la temporada.

Amo el otoño por varias razones.

La primera, porque no hace tanto calor, que tanto odio.  Es horrible el calor de Monterrey. La canícula de este año estuvo infernal, hubo días que superaron los 40°C y para mí es sofocante hacer mis vueltas de mamá con esas condiciones.  Me pone de mal humor el calor.  Es horrible que apenas sales de la regadera para estar en el baño a punto de salir y ya sientes escurriendo el sudor, otra vez, entre las boobs.

El frío, me gusta a secas.  Es decir, me parece más cómodo que el clima caluroso regio, pero definitivamente mi bajo peso no me ayuda a disfrutarlo como Dios manda, pues me congelo al primer viento gélido de la temporada.  El año pasado que heló por acá en febrero, fue el acabose.  Sin embargo, sigo cantando victoria, pues, si mal no recuerdo, llevo cuatro años al hilo sin enfermarme de resfriados, tos, gripes, ¡de nada!

Pero una razón poderosa por lo que me encanta el otoño es porque me parece sumamente romántico.  No sé, las hojas café de los árboles caer, las hojas de los árboles secas en las calles, las hojas crujiendo bajo mis pies al caminar.

Además, hay un airecito súper característico que simplemente me hace suspirar.

Ayer vi a S. Obviamente me gusta verlo en la temporada que sea, pero nos quedamos viendo hasta tarde la televisión, luego de ir a cenar a los Tacos de El Primo (que dicho sea de paso, aún un no digiero).  Nos dio la una de la madrugada de hoy platicando, riéndonos, viendo mugrero de la televisión local, él tocó la guitarra y así.

Pero al salir, suelo acompañarlo a su Rocker (su carro) para seguir platicando un poco más y lo primero que me regaló Dios es una vientecito ligero que me llevó a abrazarlo de inmediato mentalmente, pues estábamos en medio de una plática importante y tuve qué abstenerme de hacerlo en ese instante, pero lo que no pude evitar fue suspirar, sonreír y mirar hacia el cielo mientras lo escuchaba hablar.

Estoy feliz y doy gracias a Dios, la vida, el destino o la suerte, quien quiera que haya sido que me puso en el camino a ese hombre que tanto me sigue atrapando y divirtiendo.

Así que, bienvenido Otoño 2011, nuestro segundo otoño juntos.  Esperemos que el resto de estas temporadas de nuestras vidas sigamos compartiéndolas de la misma forma que ahora.