martes, 13 de septiembre de 2011

A patín

Tengo automóvil desde los 90’s.  Mi primer coche fue una Caribe viejita (no recuerdo el modelo) con un aire deportivo, luego, a inicios del 2000, un Tsurito color verde que pasó a mejor vida gracias a J.

Luego tuve un Derby rojo bien bonito y deportivo, pero pasó a mejor vida gracias a mí, aunque lo dí a cuenta de enganche de mi carro semi nuevo.  A los pobres de la agencia les falló el día que lo dejé y ni cómo reclamarme.

El carro que compré semi nuevo de agencia fue un Platina 2003, color blanco, automático, como éste.



Y a pesar de que escribo de mecánica, nunca se me ocurrió preguntarle a ninguna de mis fuentes qué dolencias padecen este tipo de vehículos.  Si hubiera preguntado no lo hubiera comprado ni de chiste.  El único pero que le puse antes de comprarlo era que es de transmisión automática y a mí me gusta tener el control de las velocidades que solo te da el conducir un estándar.

Así que lo compré.

Las fallas en las bobinas, muy común en ellos, fueron recurrentes.  Al inicio, los reemplazos eran muy caros.  Ahora los encuentras mucho más baratos.  Hace mucho que no me falla de eso… hace más de un año.

No tuvo más fallas graves, es más, no las recuerdo, lo que sí recuerdo es que mi coche ha sido mi fuente de inspiración para sugerir temas para mi página de mecánica automotriz en el periódico.

En noviembre del 2010, iba tomando Gonzalitos y me dejó tirada en el Caliente.  Tranquilamente saqué mi celular y marqué el 060 para solicitar el auxilio de mis amigos admirados, los Ángeles Viales.

Mientras llegaban, intenté ponerlo en marcha varias veces.  Al llegar ellos, lo intentaron dos más (malo el cuento) y al final me dieron el fatídico diagnóstico:  me eché la banda del tiempo y empeoramos la situación al insistir en prenderlo, pues en cada intento dañamos más válvulas.

Así que me desprendí de mi carrito muchísimas semanas en lo que junté la cantidad estratosférica de 10 mil pesos que costó la compostura.

En ese tiempo, anduve en camión diariamente y taxi.  Era un correr y correr para dejar a Manotas en el colegio, pasar por él, llevarlo a casa, regresarme de nuevo a la oficina y luego llegar a casa en la tarde-noche.

Apenas empezábamos nuestra relación S y yo y al tener él dos coches me ofreció uno de ellos, el que yo quisiera, pero si me da pena que me ofrezcan raid, ahora imagínense traer un carro ajeno, por más que fuera de S.  No acepté su ofrecimiento, aunque se lo agradecí en el alma.

No me acuerdo si sufrí el que no teníamos en qué salir de paseo.  Yo creo que no, yo creo que lo que más me pesó fue traer a mi hijo a patín.

A mi carro se le oye todo.  Ya sé, puede sonar a inexplicable tomando en cuenta que su propietaria se defiende muy bien en temas de mecánica automotriz, pero pues luego ¿cómo me inspiro para escribir si mi carro anduviera al puro centavo? (excusas).

Ayer venía muy campante a la oficina y ya me había internado en terrenos sampetrinos cuando el carro dejó de funcionar.  Encendía, pero tosía tan fuerte que terminaba por apagarse.

Frente a la calle donde me quedé estaban dos hombres, de profesión jardineros.  Uno de ellos le sabe muy bien a la mecánica y me ayudaron a orillarlo y me lo revisó.  Él, Don Juan, el jardinero-mecánico-amable, estaba seguro que se trataba de problemas en alguna bobina, aunque yo tenía mis dudas porque jamás me quedé tirada por esa razón.  Le pedí que checara las bujías para tener la certeza de que fuera una o varias bobinas, porque de ser así, llamaba a alguien que las comprara y las llevara para ponerlas, porque no tiene chiste hacerlo.

Sacó las cuatro bujías y todas salieron del motor escurriendo aceite.  Mala señal.

Para no hacerles el cuento largo, uno de los mecánicos que conozco por mi trabajo y que es de mi total confianza, pues lo conozco desde niños, vino a verlo, trató de reanimarlo poniéndole nuevas bujías y no funcionó.  Contratamos una grúa y mi coche durmió en el Taller Safari, de mi amigo-vecino.

Ya me dio el diagnóstico hace unos minutos:  me he quedado sin carro nuevamente a causa de la banda del tiempo. Ya no tiene garantía, creo yo, porque ese trabajo se hizo hace casi un año, aunque no le he metido ni 20 mil kilómetros de los 60 mil de rigor que debía dejar pasar para cambiarla antes de que me fregara nuevamente válvulas.

Ahora, no sabemos cuántas válvulas se dañaron, pero la reparación nuevamente asciende a miles de pesos.

Esta vez me la estoy llevando más tranquila.  Sé de dónde saldrá para arreglarlo, aunque tomará su tiempo, pero no como el año pasado.  Será cosa de dos semanas, máximo, si Dios quiere.

En fin, nuevamente comienzo a correr, andar en taxi, pidiendo raid y en camión.

Lo bueno de todo esto es que mis piernas volverán a ponerse duritas por tanto ejercicio.

Moraleja: nunca compren Platina de modelos anteriores al 2007.

4 comentarios:

  1. nuca me hn gustado los platina , se me hacen muy feos feos feos

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  2. Al parecer los Platina apestan segun me han dicho, les apodan Nissan Charchina.

    Suerte con el Charchina.

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  3. Sí, están feones, manos. Además, de feos, malos. Eso sí, muy ahorradores de gasolina. Lo bueno de los platina, creo que lo único rescatable, es que como son tan malos, nadie se los roba ;)

    Ele y Juan Pa

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  4. mmmm
    si algo asi sabía de los Platina que salieron chafisimos...
    mi recomendación es que lo arregles y lo vendas inmediatamente porque si no va a costarte más caro el caldo que las albondigas.

    Besos y feliz fin de semana.

    Erika

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