sábado, 12 de enero de 2013

Ya no cabía en este mundo...

Mi día de trabajo normal hoy pasó a ser uno escalofriante.

Venía manejando cerca del periódico cuando me topé con compañeros gráficos y un montón de patrullas.  Más adelante, la típica camioneta del forense.

Me llamó la atención, así que llegué al periódico directamente a enterarme de primera mano qué había sucedido a unas cinco cuadras de este edificio.

Leí la nota.  El nombre de uno de las víctimas despiadadamente asesinadas hizo volar mis recuerdos vagos en la mente, pues padezco olvidos realmente alarmantes.

Su apellido no es común, así que no había mucho margen de error, desgraciadamente.

Cotejé el nombre de la nota de uno de los dos ejecutados en ese hecho con un reportaje que hicieron aquí unas colegas a sugerencia mía (la misma historia la había publicado ya en el sitio web en el que trabajaba al mismo tiempo que era yo colaboradora externa en este periódico) y desgraciadamente todo coincidía.

Recordaba que Silvia, la hija de este hombre, de Mario Alberto de Ocha González, me había comentado que su papá vivía o trabajaba aquí cerca del periódico.  Otra terrible coincidencia.

Le hablé a la representante de una famosa actriz local quien es comadre de Don Mario y tristemente me confirmó que este hombre con alas de ángel había sido una víctima inocente más de esta horrible ciudad.

Pasé la información en el periódico.  Conté rápidamente su historia, busqué los archivos periodísticos y me pidieron escribir una nota humana sobre este hombre.

¡Batallé tanto!  Me sentía tan triste, impactada, impotente.  No pude escribir hasta que me puse a llorar a mis anchas.

Aquí les dejo la liga del artículo que escribí para Nosotros2.com hace casi tres o cuatro años.

Para quien no puedan abrirla directamente, abajo les pongo el texto.

Que en paz descanse un hombre ejemplar, un hombre en toda la extensión de la palabra y mi más sincero apoyo y pésame a sus cinco hijos quienes seguramente jamás podrán reponerse de este injusta y muy lamentable pérdida.

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http://www.nosotros2.com/mujer/025/articulo/4263/un-papa-extraordinario


Un papá extraordinario

Mario A. de Ochoa, platica la forma cómo cuidó y educó a 5 hijos


Esa noche no fue una noche cualquiera.
Como una forma de llamar la atención de su ex esposo, una mujer abandonó a las puertas de la nueva casa de Mario Alberto de Ochoa, a los cuatro hijos de ambos.
Silvia, la mujercita, tenía apenas nueve años de edad; Mario Alberto, ocho; y los gemelos, Margil y Jorge, estaban por cumplir seis.
 “Mi mamá no soportó la carga de ‘estar sola con nosotros’ y literalmente nos dejó en las puertas de la casa que mi papá había comprado al divorciarse”, cuenta *SyE2010* en los foros de Nosotros2.
“Ella creyó que él se espantaría de tal acto y que le daría más facilidades económicas para que ella se quedara de nuevo con nosotros, pero mi papá decidió cuidarnos y criarnos solito… es cosa que siempre le he agradecido porque es el hombre más maravilloso del mundo”.
Tiempo después, Mario Alberto obtuvo la patria potestad y la custodia de sus amados hijos y, por cuestiones psicológicas, la mujer no debía acercarse a los pequeños, además de que ella no mostró nunca interés de hacerlo.
“Mi madre ha sido mi propio padre… él me acompañó a comprar mis primeras toallas femeninas, él lloró conmigo en mi primer truene, me regaló mi primer labial, planeó conmigo mis XV años, él es y ha sido mi héroe”, dice Silvia.
Este padre y madre de familia, tiene actualmente 48 años de edad y dejó que creciera aún más su singular familia con la llegada de Santiago III, quien ahora tiene 13 años y también está bajo el cuidado de Mario Alberto.
Esa noche, él, psicólogo de profesión, se enfrentó a la realidad y vio cómo el destino se presentaba ante sus ojos y cómo definiría hasta estos días su razón de vivir.
Lógicamente, él se enfrentó a muchos temores e incertidumbres desde ese momento.
“Temor de no ser lo suficientemente fuerte y responsable para llenar los requisitos de ellos”, cuenta Mario Alberto, “me asaltaban las broncas de mi pérdida, entonces me metía al baño a ducharme, abría el grifo y así podía llorar sin que ellos se dieran cuenta (risas)… ¡qué tiempos aquellos!”.
¿Es difícil ser papá y mamá a la vez?, se le pregunta a este padre extraordinario.
“En realidad no. Difícil es cuando te caes a un foso lleno de cocodrilos y no sabes nadar… difícil es cuando te caes por un cubo de ascensor y no había ascensor; difícil es cuando te quedas en medio de un campo minado y has perdido la brújula… cuando eres papá y mamá es solo… ¡aterrante!”, cuenta con un humor inigualable.
Sacrificio. Fue una palabra que indirectamente se clavó en el diccionario particular de este hombre, pues pese a que se dedicó a sus hijos en cuerpo y alma y de muy buena gana, ese término lo nulificó como ser humano.
“No hubo más tiempo para mí como persona y antepuse las necesidades de ellos sobre las mías… su felicidad era la propia.
“Casi contraía segundas nupcias, pero cuando mi (entonces) novia me preguntó con quién dejaría a mis hijos para irnos al cine, pensé que en realidad ellos fueron, eran y serían míos y de nadie más.
“Esa noche terminé mi compromiso y cerré los ojos a oportunidades para dedicarme a ellos solamente con tal de evitar problemas con mi futura compañera… no quería oír: ‘¿a quién quieres más?’, ‘¿lo harías por mí?’, ‘¿quién es primero, ellos o yo?’… así que a guerra avisada no muere soldado”, explica.
Para Mario Alberto no hay mejor reconocimiento por su extraordinaria labor que el amor y respeto de sus hijos, pero también atesora el que la gente le otorga en algunas circunstancias de la vida.
“Me nombraron ‘la mejor mamá’ del colegio de ‘Sil’, pues no faltó con ninguna tarea ni su uniforme ni su aseo personal ni lonche ni nada en la secundaria”, cuenta divertido, “mi foto estaba entre las de todas las mamás en la fiesta del 10 de mayo, ellos (sus hijos) siempre me han celebrado ese día como el día de su ‘Mapá’; guardo tarjetas, cartas, manualidades y diplomas ¡son unos tesoros invaluables”.
Una formula que le ha resultado un éxito en la educación de sus hijos ha sido hasta hoy apegarse celosamente a tres reglas básicas: no robar, no mentir y cumplir con sus responsabilidades.
“Era mi trabajo que se cumplieran las reglas, pero las mamás vienen integradas con un chip que les hace saber lo que como hijos hacemos mal, y los hombres ni nos damos cuenta. Así que tuve que implementar y socavar esas desventajas. Ellos ni cuenta se daban que siempre los tenía vigilados y me tuve qué hacer de varios pares de ojos… fui y soy muy feliz, no cambiaría nada de mi pasado.
En la actualidad, tres de los hijos de Mario Alberto son autosuficientes y tiene la fortuna de presumir que todos son buenos ciudadanos, saben ser amigos, son confiables y verídicos.
¿Podría compartir un consejo a hombres y mujeres en su misma situación?
“Si la vida te da la oportunidad de entregar algo a quien nada te pidió y si por tu decisión estás en alguna situación, lo disfrutes plenamente”, dice, “nada será mejor que sentir que no eres un ente más en el mundo, sino un ser especial y que Dios te mide la espalda antes de darte una cruz.
“No permitan que el miedo los paralice, relájense y que baste a cada día su propio afán; mañana no existe y ayer ya se fue… hay qué vivir el hoy por hoy”.