martes, 9 de agosto de 2011

Los que se fueron

A lo largo de mi cobertura del deporte motor pude hacer grandes y valiosas amistades.

Desde el jefe de mecánicos, cuya labor no es cualquier cosa, hasta los pilotos que daban la cara en la pista a grandes velocidades.

Como bien saben, es un deporte de alto riesgo, así que la adrenalina siempre estuvo al máximo y las antenitas bien paradas para cubrir toda incidencia.

Sin embargo, hoy vengo a hablar de tres personas que murieron ejerciendo lo que tanto amaban: Marcelo Nuñez, Carlos Pardo y José Guadalupe Zamora.

Solo en uno de los accidentes estuve presente, los otros dos sucedieron cuando yo no cubría más para el periódico, sino que ya me dedicaba a otra cosa, como ahora.

Hace días recordé de lo mucho que me impactó la muerte de Marcelo Nuñez Bado, un piloto que murió a los 26 años la madrugada de un día como hoy, un 9 de agosto de 2004. 

Días antes, el 1 de agosto de ese año, Marcelo y más de 30 pilotos corrían una etapa más de la extinta Desafío Corona, en el Autódromo Monterrey, cuando el chico perdió el control al tomar la curva uno, trompeó e impactó la parte trasera de su bólido contra el muro.  Una nube de polvo cubrió la estampa y fue cuando un novato como él, Rafael Vallina, no pudo detenerse y chocó de lleno el auto de Marcelo a unos 180 kilómetros por hora.

Estuvo internado en un buen hospital en Monterrey.  Su familia, obviamente, se trasladó esos días tan difíciles de Guadalajara a Monterrey.  Personas finísimas, lindísimas con las que convivimos muchos reporteros de la fuente durante esos días.

El chico no soportó las lesiones: fractura de pelvis, desvío de cadera, lesiones en los pulmones y hemorragias internas.

Fue muy difícil acompañar a la familia al aeropuerto, pues llevaban las cenizas del hijo y del hermano en el maletín en el que él solía transportar su casco a cada una de las carreras en las que recién se estaba involucrando.  Marcelo estaba viviendo a penas su primera temporada en esa serie y ya había subido al podio al ocupar el tercer sitio nada más y nada menos que en el Hermanos Rodríguez, en la Ciudad de México.

Carlos, murió en junio de 2009.  Ese día yo estaba trabajando en la expo en Monterrey y recibí una llamada al celular del periódico en plena cobertura de la Pasarela, así que no pude contestar porque no escucharía nada a quien me llamaba por la música a todo vuelo.


Luego supe que me llamaban para darme la triste noticia.
Después de expo, suelo descansar al día siguiente, así que en la mañana del lunes desperté temprano y encendí la computadora.  Vi la nota en la portada de elnorte.com y la sangre se me fue al piso.  Carlos murió en un accidente de carrera en el que participó otro conocido, Jorge Goeters.

Esa muerte me dolió mucho más, pues tenía excelente relación con Rubén, otro piloto y hermano de Carlos.  De hecho, en la recta final de mi embarazo, NASCAR vino a Monterrey y Rubén tuvo un accidente en los pits al explotarle el extinguidor ubicado bajo el asiento de su coche y le dañó fuertemente las piernas y los pies.  Así que estuvo muchos días internado en Monterrey y diario lo visitaba en el hospital.

Cuando llegaba, Carlos recogía todo lo que tenían regado en el cuarto y me cedía el sillón para que mi panza y yo descansáramos lo más posible.  Así que en ese tiempo tuve mucha relación con los dos.  Carlos ese día  del accidente contaba con el apoyo de su esposa y su pequeña hija. 

Apenas este año, por ahí de marzo, pude darle un abrazo grande a Rubén, cuando vino a correr a Monterrey. Fue entonces que pude decirle cuánto sentía la pérdida de su hermano, ése al que tanto quería y procuraba siempre.

Tan solo un mes antes, murió uno de mis mentores del automovilismo deportivo, Zamora, quien fuera director técnico del Cuarto de Milla y una enciclopedia viviente del deporte motor.  Murió en un desafortunado accidente de la Volks Sports, en Durango.  Ese día, sus hijos, también dedicados a esto de las carreras como miembros de soporte, curiosamente habían ido al mismo evento.

En fin.  Estos fueron  los sinsabores de mi cobertura deportiva.  Pero, tengo que decirlo, durante los cinco años que fui periodista de deportes, me tocó cubrir TODOS los funerales que se presentaron en todo ese tiempo.  No sé si fue mala suerte o qué, pero todos los funerales me tocó cubrirlos a mí.

No más para eso les gustaba, ¿o qué?

1 comentario:

  1. Me es difìcil opinar porque no entiendo mucho de automovilismo, no entiendo porque arriesgan la vida de esa manera indudablemente es su pasiòn y es muy respetable... en paz descansen
    Saludos Amiga
    Monserrat

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