miércoles, 31 de agosto de 2011

Monterrey


No puedo dejar de copiar esto que encontré en un blog que llegó a mí de rebote hace unos minutos.

Por ello, obviamente, no es de mi autoría, pero no deja de calarme en lo más profundo del alma siendo regia de nacimiento.  Así que se los comparto.


Relato de un chilango que vivió 10 años en Monterrey

Agosto 2011

Hoy dejo Monterrey después de 10 años de haber sido un invitado de esta tierra.

Me voy con el corazón roto y con una tremenda nostalgia.

Nunca podré olvidar a Monterrey. Me llevo a dos regios que nacieron aquí y que si yo tratara de olvidarme de Monterrey, ellos no me lo permitirían.

Pero más allá de haber pasado los que hasta ahora han sido los mejores años de mi vida, muchas cosas suceden en esta tierra que te marca por siempre.

Son muchas las cosas que hacen única a esta ciudad y que cuando las entiendes, se quedan tatuadas en el alma.

Cuando pienso en las cosas que más me gustan de Monterrey, la mayoría de las imágenes que vienen a mi mente son territorios comunes.

No encontré en 10 años nada diferente a las cosas que encuentra un turista de fin de semana: el acento, la franqueza, las montañas, la carne asada, la comida sencilla, la cerveza, un clima miserable cuando está haciendo frío y más miserable aún cuando hace calor.

La amistad, el trabajo, el esfuerzo, la solidaridad de la gente.

Todo eso es lo que, para mí, hace único e inolvidable a Monterrey y que sin duda es lo mismo que aprecia una persona a las 12 horas de haber llegado a la Ciudad.

Me gusta pensar, sin embargo, que estos 10 años aquí me dieron una perspectiva un poco más profunda sobre las cosas.

Sobres esas mismas cosas que todo mundo conoce sobre Monterrey, pero que solo logran entender los que son de aquí o los que, como yo, tuvimos la suerte de ser adoptados por ésta Ciudad y ésta gente por un poco más de tiempo.

El trabajo.
Sí, la gente de Monterrey es extraordinariamente jaladora.  Han logrado construir una de las ciudades más pujantes de este País, literalmente, de la nada.

Solamente con base en el trabajo recio, determinado.  Le han arrancado a esta tierra todo lo que la tierra no quería dar.

Aquí las cosas no abundan, se ganan con trabajo.  Jalando. Esta Ciudad se levantó una vez y dos y tres.

Cada cierto número de años, la Ciudad se destruye y la vocación de trabajo y sacrificio de los regiomontanos se vuelve a poner a prueba.

Los regios nunca han perdido, ni con Gilberto ni con Álex. Ni perderán con los que vengan.

¿Orgullosos?, ¿presumidos?. Sin duda y con razón.

La solidaridad.
Es sin duda lo que más me emocionó y enseñó de vivir en esta Ciudad.

Ésta gente que a simple vista se distingue en clases y en jerarquías tienen la sorprendente capacidad de abandonar los códigos postales, los títulos de las tarjetas de presentación y los colores de la piel para unirse sin recato cada vez que se necesita.

Cuando la Ciudad enfrenta una dificultad, y vaya que lo hace, la gente se arroja a las calles a ayudar, a sacar a la Ciudad adelante.  Se pierden los individualismos y los egoísmos y se da todo por el otro, sin conocerlo.

La naturaleza le ha arrebatado TODO a Monterrey muchas veces. La ha despojado de todo… menos de su dignidad, orgullo y solidaridad.

Los amigos.
Creo que la amistad aquí tiene una profundidad difícil de encontrar en otro lado.

El sentido de solidaridad es tremendo. Tal vez sea porque sin la solidaridad de la gente nada de lo que hoy es Monterrey hubiera sucedido jamás.

La proeza de haber erguido esta Ciudad se pudo dar solamente basada en la colectividad. Ésta no es una Ciudad de individuos, es una Ciudad de la gente que se ha unido en un solo esfuerzo.

Nada me da más risa cuando alguien le llama “compadre” a alguien sin serlo.  Yo creo que el compadrazgo aquí, es cosa seria.  Es una distinción que se gana y que se honra.

Es una formalización de la extensión de la familia hacia un domingo que se distingue del resto de los amigos.

Se hace compadre a unos cuantos y se les guarda por siempre.

Mi mayor premio de estos años, es el orgullo de llevarme tres compadrazgos.  Diez años, decenas de amigos y solamente tres compadres.

La comida.
Es comida sencilla, pocos platos, simples, sin sofisticación, sin adornos. No podía ser de otra forma.

Es un recordatorio de lo que es ésta gente.  Comida sencilla, casi adictiva, que se lava mejor con una Carta.

Platillos que recuerdan cada día en la mesa la extraordinaria capacidad de los regiomontanos de hacer cosas excepcionales con muy poco.

Yo no sé qué voy a hacer sin una dosis al mes de chicharrón de La Carnicería Ramos.  Sin unos frijoles “con veneno”, sin los tacos mañaneros, sin “un atropellado” de El Botanero, sin una barbacoa, de esa que no es de borrego; sin un lechón al ataúd, sin un rib eye a la sal, sin una riñonada de El Gran San Carlos, sin una cabecita de cabrito de Las Palomas.

Me llevo puestos 10 kilos de recuerdos de todas las mesas que compartí, de todas las amistades que alimenté en la mesa.

El lenguaje.
Aquí se habla regiomontano. Hay veces que puede ser difícil entenderlo.

Jale, soda, chaqueta, legajo, grapadora, zacate, azorradillo, carro, raza, trompo, vueltas, carrilla, cheve, chisqueado, curado… y mi favorita: ¡con madre!

Yo creo que hablan así a propósito, para distinguirse de los que no son de aquí y para que cuando salen de Monterrey, todo mundo sepa que de aquí son.

Es una forma sutil de portar la bandera con orgullo.  La forma de hablar no se puede imitar.  Es mejor no intentarlo porque en el mejor de los casos terminas oyéndote artificial.  Hablar así es un derecho que solo tienen los que son de aquí.

La carne asada.
Me tardé muchos años en entender que la carne asada no se trata sobre la carne asada. La carne es solamente un pretexto para reunir a la gente. 

La carne, en realidad, es lo de menos.  Lo que importa es el ritual, la preparación de la carne solamente marca el ritmo de la reunión, del calor de la plática, de la cercanía.

En la carne asada se resuelve todo. Es la resolución del día pesado, de las tristezas, de las alegrías.

Es una metáfora de amistad, de honestidad, de sencillez.

Qué emoción me daban las carnes asadas.  En la noche. Sin prisa. Sin reloj. Sazonadas con sonrisas, con alegría.

Las montañas.
¡Qué bonitas y qué útiles las montañas!

Uno no se puede perder en Monterrey gracias a las montañas. Las hay verdes y áridas. Todas imponentes, todas majestuosas.  Rodean a los regiomontanos como una demarcación de esta tierra única, poderosa.

Son solemnes, casi nostálgicas.  Un recordatorio permanente del lugar que ocupa Monterrey en el mapa y de los obstáculos que se han sobrepasado para construir la Ciudad.

Hoy me voy triste porque la Ciudad está siendo atacada y en medio de este ataque dejo a muchas de las personas que más he querido.

Uno no puede dejar de preguntarse ¿por qué a Monterrey?

Y cuando lo piensas, la respuesta es muy sencilla: Porque los regios no se caen con nada.

Porque son de los pocos pueblos capaces de soportar esto y sobreponerse.

Porque esto, que mataría el ánimo y el espíritu de cualquier pueblo del mundo, aquí será una batalla ganada.

La gente de Monterrey va a prevalecer como lo ha hecho siempre.

Autor: Anónimo


2 comentarios:

  1. Cala el relato...
    Yo voy para 10 años de ser adoptada y quiero a Monterrey casi igual que mi tierra natal. Definitivamente, saldremos adelante de esto y espero no solo Monterrey, sino todo el Pais.

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  2. Me acuerdo allá por los años 70’s empezó la campaña en Monterrey de “Has por tu patria y mata un chilango” al poco tiempo el gobierno del estado le puso un alto total a dicha campaña... argumentaban que matabas un chilango en Monterrey y venían mil al velorio y ya no se regresaban; estaba saliendo contraproducente.

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