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lunes, 4 de agosto de 2014

Volver a empezar


Aquí de nuevo.

Anoche recibí un comentario en este blog y fue como una alarma para recordar lo olvidado que tengo este espacio.

A ponerme al día.

Huí en febrero de este año de aquel trabajo que les conté.  Fue despido y para mí fue como una bocanada de aire. 

La pasaba llorando, pues sabía que no me esperaba ningún tipo de crecimiento y, lo peor, mi trabajo no estaba siendo valorado y los malos tratos ya estaban tornándose en un tipo de violencia laboral (a ese grado).

El despido en esta ocasión fue diferente, pues la primera vez le lloré y guardé luto durante dos años a ese empresa y traje la camiseta muy bien puesta hasta el 17 de febrero de 2014, mi último día en ese lugar.

Tardé exactamente nueve días en volver a trabajar, sólo fui a seis entrevistas en un lapso de tres días.  Pude comprarme coche.

Ese nuevo trabajo estaba muy lejos, era uno de los dos principales inconvenientes, porque el otro era la inestabilidad.

En Junio, volví a quedarme sin fuente de ingresos, pero sólo estuve desempleada dos días.

Hoy estoy trabajando de nuevo en el automovilismo deportivo, bajo la batuta de un patrón al que conozco desde hace 14 años.

Lo padre es que es un tema muy conocido para mí, estoy a tres minutos de mi hogar y conozco perfectamente el talón de Aquiles de mi jefe, así que sé en qué terrenos moverme para evitarme conflictos laborales.

Tengo casi todos los fines de semana disponibles para mí, aunque, por la naturaleza del trabajo, tengo qué apoyar labores algunos fines de semana por el mismo sueldo.

Sin embargo, hoy estoy en un punto en que prefiero tener tiempo para mí, para Juan Pablo, para descansar, que tener algo de dinero disponible, pero sin tiempo para disfrutarlo.

La situación económica no es sencilla, pues el padre de mi hijo está desempleado desde mayo y yo, sinceramente, no le veo ganas ni mala intenciones de activarse pronto, así que cargar totalmente con la carretilla está bien cabrón.

En fin, no se puede tener todo en la vida.

¿No lo creen?

lunes, 6 de enero de 2014

Quiero salir corriendo...


Convencida estoy.

Ya no quiero trabajar en donde estoy.

No es que no me guste lo que hago.  La verdad es que adoro, estoy enamorada de lo que hago, pero simplemente el ambiente de trabajo es muy pesado.

Han sido 19 meses muy difíciles de sobrellevar con quien hace las veces de jefe.

No quiero entrar en detalles porque no acabaría, pero he aceptado desde hace un par de meses que estoy siendo objeto de una especie de bullying laboral y estoy muy decepcionada.

Lamento mucho haber abandonado mis tres trabajos que tenía, pues no sólo los perdí, sino que dejé de recibir lo que ellos me daban, pero sobre todo, la tranquilidad de trabajar en un buen ambiente.

Hace casi 9 años, cuando me despidieron en el 2005 de este mismo empleo, juré por todo y ante todo que volvería.  No sé qué estaba pensando.

Hoy ya tengo varias semanas buscando nuevos horizontes.

Dios quiera que se de.

No quiero que pase mucho tiempo antes de poder colocarme en un mejor lugar, con mejores personas.

Espero sea rápido porque el hecho de ser mamá y que todos los días mi hijo me despierta con una sonrisa es lo que ha evitado que caiga en una profunda depresión.

Me cuesta mucho venir al trabajo.

Me cuesta  mucho dirigirle la palabra y el verlo me provoca aversión.  Nunca había detestado tanto a una persona, pero el hecho de que sea tan miserable  y abusivo no puede provocarme otro sentimiento.

domingo, 28 de abril de 2013

Martha

El viernes fue un día difícil para una gran amiga.

Ella se llama Martha y la conocí en el 2000, cuando entré a trabajar al periódico por primera vez.

Jueves y viernes la empresa dio una sacudida a una de sus secciones.  El primer día se fueron dos compañeros y al segundo tres.

Uno de ellos, de los del viernes, fue Martha.

Tanto qué contar sobre nuestra amistad.

Ella es una de esas amistades entrañables, como pocas.

Jamás olvidaré aquella vez que mi dolor la dobló y se unió a él de tal forma que sus lágrimas recorrieron su mejilla. 

Le dolía el dolor de su amiga.

Siempre ha estado ahí, en las buenas y en las malas.

A mí también me tocó acompañarla en la única decepción amorosa que sufrió y en el día más importante, su boda y ya para que yo vaya a la boda de alguien es porque realmente es alguien importante y valioso para mí.

Ella dejó atrás el viernes más de 15 años de labor.

No conozco mujer tan trabajadora y responsable como ella.  Jamás, y cuando digo jamás es JAMÁS, la vi perdiendo el tiempo platicando con alguien personalmente o por teléfono, ni navegando en internet, ¡nada!

Ella siempre fue un gran elemento, siempre dedicada a sacar adelante la tarea (muy tediosa) que le tocaba desempeñar aquí con nosotros.

Ese día me llamó a medio día y me comunicó que se sentía mal, que le había tocado ser parte del recorte de personal.

Pensé que a mi llegada por la tarde no la encontraría, pero no, tuve la fortuna de darle un abrazo y recordarle cuánto la quiero y que cuenta conmigo para lo que sea.

Esto no es el fin de nuestra amistad.  Ese cariño ha estado intacto pese a los 7 años que estuve fuera del medio.

Realmente extraño sus pasos cortos en la redacción, extraño que venga a saludarme hasta mi lugar y preguntarme con mucho interés cómo me siento y cómo voy con mis asuntos.

Ella está casada con un buen hombre que la ha hecho tan feliz como merece y ahora su plan es dedicarse a su hogar y buscar el hijo que no ha tenido y tanto anhela.

En verdad, ella me dio una lección de cómo debe ser una amistad incondicional y sincera.

Se que a partir de ahora ella estará feliz, disfrutando de una nueva etapa en su vida.

domingo, 17 de junio de 2012

Enrolándome

Ya llevo más de una semana en el periódico.
Al principio, no quería ni ir sola al baño, así que le pedía a una de mis mejores amigas, de hace 12 años, que me acompañara.
Hoy, ya me siento enrolada.
Aún me da pena preguntar, pues nunca había editado.  Me hago "pelotas" con los esquemas, pero ya llevo dos días consecutivos terminando temprano, prácticamente dependiendo de que las secciones grandes se vayan a la prensa para nosotros enviar nuestras páginas al mismo destino.
Me siento bien, contenta, aunque sí me ha parecido difícil el hecho de separarme de Juan Pablo tantas horas. 

Creo que en eso no nos hemos adaptado del todo los dos, pero ya vienen las vacaciones escolares y mis dos días de descanso entre semana serán completitos para él.
También me ha afectado en cuanto a la convivencia con Santiago, puesto que también tiene la problemática de sus horarios, además de los mios y mi dificultad de no sentir culpabilidad por robarle una hora a mi hijo para irme a convivir con mi pareja.
Hemos hablado mucho al respecto y los dos estamos dispuestos a seguir al pie del cañón, así que ya no queda en nosotros.
Estoy contenta, me siento plena, en mi elemento, así que sigo disfrutando de esta nueva etapa profesional de mi vida.

lunes, 23 de enero de 2012

Queriendo volver a mi negro pasado

Alguna vez les platiqué de lo frustrada que viví profesionalmente 10 años de mi vida, tiempo que ejercí lo que estudié: secretariado.

Papá, que en paz descanse, nos dio educación particular a los tres, pese a que no éramos ricos, más bien, en verdad, papá se partió el lomo toda su vida para darnos lo mejor.

Soy la menor de sus tres hijos y solo yo estuve en escuela pública en parte de mi vida: la Prepa.  Según él, matricularme en esa Prepa era aplicarme "un castigo", pues no obtuve mi pase directo en la Preparatoria del Colegio Mexicano en el que estuve de Preescolar a Secundaria.

La época que más recuerdo con felicidad es justamente la Prepa.

Cuando terminé esos dos años de estudio, honestamente, yo no sabía qué estudiar y mi papá no quiso que perdiera tiempo, así que él y mi mamá decidieron que estudiara para Asistente Ejecutiva Bilingüe, “porque no vas a aguantar una carrera de cuatro o más años”.

Es cierto, yo no sabía qué quería hacer de mi vida, pero definitivamente yo no quería ser la secretaria de nadie.  Pero “donde manda capitán no gobierna marinero”, tuve qué aceptar esa única opción que me dieron y aún recuerdo la amargura con la que fui a inscribirme y con la que me presenté el primer día de clases.

Me frustraba que, después de vivir dos hermosos años de libertad estudiantil, rodeada de hombres por primera vez en mi vida, otra vez estaba en un colegio 100 por ciento femenino y que, aunque no era manejado por religiosas, los directivos nos trataban como si lo fueran: nada de ropa provocativa, nada de maquillaje sobrecargado, nada de jeans, nada de palabrotas, etc.

Creo que no me costó mucho trabajo aplicarme a las materias, pues aunque quisiera no podía dormirme en mis laureles en ese sentido, pues el primer año de clases el pase era de 85 puntos y el segundo de 90, con materias en inglés y español (todas).

Pronto me enamoré de la taquigrafía, la mecanografía veloz, la ortografía y la redacción, las cuales aún domino al 100 por ciento y hasta las he ido perfeccionando al paso del tiempo.

De secretaria trabajé un total de 10 años en un total de cinco empresas y por cosas del destino todo esto en el sector financiero y jurídico.

Fui muy inquieta.  No duraba mucho en el puesto inicial y comenzaba a escalar peldaños rápidamente, tanto, que para antes de los tres años cumplidos en cada uno de estos lugares, ya no había para dónde subir y terminaba por buscar otro empleo, nuevos retos.

Además, me molestaba mucho que, además de las tareas profesionales que debía desempeñar, también tenía qué servir café y esto no sé por qué lo relacionaba con funciones típicas de la servidumbre y me re-molestaba hacerlo.

Siempre he dicho que Dios es muy grande y que al terminar esos 10 años era una de sus consentidas, pues prácticamente al mismo tiempo que me entró el gusanito de ser periodista se me dio la oportunidad de oro de serlo.

Sobra decir que este es mi mundo, mi habitat natural, para esto nací.  Estoy ciegamente enamorada de mi profesión por vocación.

Debo reconocer que las veces que me he quedado sin empleo en estos nuevos 11 años, jamás pensé en la posibilidad de volver a ser la secretaria de alguien.

Yo lo considero “un negro pasado”, pues volver a hacer esas funciones sería como retroceder y como no busqué nunca trabajo de ese tipo, no tenía le menor idea de cómo está la paga en ese ramo.

El viernes me llamaron de una empresa relativamente nueva en Fianzas.  No sé mucho al respecto, pero creo que existen firmas mucho más populares que ésa, pero acepté ir a la cita porque alguna vez fui a su edificio y me encantó (no sé porqué y no sé si a ustedes les pase, pero a mí me gusta trabajar en lugares agradables a la vista), porque me queda muy cerca de la casa y el colegio de mi hijo y porque donde estoy no me han dado planta y la paga no es nada buena.

Ya fui a la entrevista y efectivamente, es para cubrir una plaza de asistente de una Subdirección.

Por lo que pude ver, hay mucho trabajo.  Muchas secretarias.  Todas tenían rostro cansado.  Sus cabellos lo reflejaban porque los traían, todas, desaliñados, como cuando estás con una enorme carga de trabajo y te pasas constantemente la mano por el pelo y al final lo dejas de todas formas menos presentable.

El tipo que me entrevistó es la persona que requiere la asistente.  Creo que tengo mal hecho mi CV porque cuando lo tenía en orden de empleos sentía que confundiría a los reclutadores al tener  experiencia en distintos giros de forma intercalada, es decir, una época fui asistente, luego periodista, luego vendedora y otra vez periodista.  Así que opté por acomodar mi experiencia por giro, entonces lo primero que vio mi entrevistador fue mi experiencia como coordinador editorial y periodista.

Me escuchó con mediana atención, pues cuando no sonaba su Iphone, lo hacía la extensión interna de su oficina, entraba gente a dejarle expedientes o algún agente a saludarlo y nos interrumpían.

A final de cuentas me dijo que quería a alguien con experiencia en el ramo y yo le comenté que si bien es cierto yo no conocía nada de Fianzas, sí conocía a fondo la asistencia a más de 10 personas y también el sector financiero y de asesorías de negocios.  Sin embargo, me dejó en claro que entrevistaría a cuatro candidatas más y que checaría si ellas tienen esa experiencia en seguros que tanto necesita aunque yo sea buena para aprender rápido.

Hasta ese momento, yo todavía estaba convencida de que si no se daba ese trabajo para mí, era porque no me tocaba y porque estoy enamorada del periodismo.

Cuando habló de ingresos y prestaciones mi mentalidad cambió.

Es increíble cómo las asistentes ganan casi el doble de lo que gano en la revista de bodas (con razón tengo qué tener dos empleos más) y muchas prestaciones que desde hace siete años perdí al salirme del periódico.

Hoy tengo la intención de renunciar a esto del periodismo, al menos del de tiempo completo, y volver a buscar “de lo mío”.

lunes, 21 de noviembre de 2011

No es de Dios ser asalariada

Hace unos días platicaba con Janus sobre lo que más me puede cuando consigo trabajo luego de unas vacaciones indefinidas.

Me aterra volver a ser esclava de un horario y del tiempo que necesite tomar para poder pedir un permiso para atender algo urgente, como algún compromiso de mi hijo.

Janus ahora está a punto de dejar el mundo de los desempleados y tan solo comentar eso, siento esa pesadumbre por lo que antes les comento.  Me da lástima, pero no su persona, sino mi persona cuando recuerdo cómo me siento cuando firmo contrato en un nuevo trabajo.

Esta semana viví algo patético y me dio mucho coraje  ser asalariada, aunque al mismo tiempo me daba golpes de pecho para que Dios o el destino no se enojara conmigo y me dejara desempleada nuevamente, pero es momento en que sigue dándome un no-sé-qué la situación.

Manotas lleva tres años en el colegio, está en preescolar y hasta ahora no me había perdido nada de las actividades con él en la institución.  Siempre estaba presente cuando era necesario.

El viernes, fue la clausura de la Regioolimpiada y los papás vamos y hacemos algo de ejercicio con los niños.  Los dos años anteriores estuve hasta el final.

Apenas voy a cumplir un mes en el nuevo trabajo y tomando en cuenta que esta semana debo pedir permiso de llegar tarde el miércoles porque voy a recoger sus calificaciones y aprovechan para darnos clase pública, lo cual requiere por lo menos hora y media de mi jornada laboral, pues no podía quedarme en el evento del viernes.

Solo alcancé a bajar con los papás de familia a la cancha, pero tuve qué retirarme a penas iniciaron las competencias de los niños, pues me quedaba el tiempo súper medido para trasladarme a la oficina y no llegar tarde.

Para ponerle sal a la herida, teniendo acceso al Feisbuc todo el día, veía desde un monitor los videos y fotos que las mamás del colegio subían de sus hijos y por más que los veía, buscando encontrar una imagen de “mi hijo abandonado”, no me topaba ni siquiera la sombrita de Manotas.

Los viernes, Juan Pablo sale en un horario que me es imposible pasar por él yo, así que ese día, mi madre se encarga de eso y de la oficina me paso directo a casa para comer juntos.

Llegué y Manotas me mostró orgulloso una medalla de oro que ganó corriendo.  Se me arrugó el corazón porque no lo vi… es su primera medalla en esas competencias y no estuve presente.  Su maestra Rosina, se aventó la tarea de correr de la mano de él y seguramente abrazarlo por su esfuerzo y su logro, mientras la mamá estaba clavando el cuerno en el escritorio.

Todo el fin de semana pensé en ello porque sé que para Manotas fue muy importante.  La prueba está en que no suelta su medalla, la lleva a todos lados y la presume mientras a mí se me vuelve a arrugar el corazón.

Y no quiero pensarlo ni decirlo, pero esta será la primera de muchas cosas que me voy a perder a causa del trabajo.
Este fin de semana fue largo.  Acá en México tuvimos asueto el día de hoy, pero trabajé el sábado en la oficina y en el autódromo y ayer tuve carrera nuevamente de autos.

Hoy me la pasé buscando una batería para mi coche y mientras lo hacía me cayó el 20 de que  por lo menos cuatro fines de semana consecutivos tendré trabajo, del periódico, de las bodas y de las carreras.  Y todo, por el mismo precio, mientras me pierdo de cosas de mi hijo.

En fin… ya descargué mi amargura. 

Y como sé que se solidarizan conmigo, aprovecho para pedirles un voto para Juan Pablo... por favor, dale click a esta palabra y pon Me Gusta... ¡qué lindos!

martes, 25 de octubre de 2011

No existen los votos perpetuos


Cuando trabajaba en la sección deportiva del periódico, me tocó “especializarme” en varios deportes, como el fútbol americano.  Aunque, debo reconocer, no me considero absolutamente una experta en el tema, pero lo cubrí durante los cinco años que trabajé ahí.  Lo mismo escribía una nota de un entrenamiento que una crónica de un partido.

Pero hablo del fútbol americano local, es decir amateur.  Mi fuente era la desaparecida AFAIM, ahora MFL, en la que vi momentos patéticos en los que se involucraba el mal comportamiento de la gente adulta.

Pero hoy no vengo hablar de la MFL, sino que también apoyaba a un compañero, quien sí cubría juegos importantes de la ONEFA y de la NFL cuando se le empalmaban partidos o entrenamientos.

No puedo olvidar esta editorial publicada en el periódico EL NORTE, el pasado 13 de noviembre 2001 sobre la primera final que disputaron los Borregos Salvajes ante los Auténticos Tigres, partido que fue una locura y que me tocó cubrir a nivel de cancha en el Estadio Tecnológico.

Ahí también se vivió un momento patético que Rosaura Barahona abordó magistralmente.  Pondré en negritas la parte que me gusta y que creo que viene a colación en estos momentos de mi vida.

Como quien dice: “al que le quede el saco, que se lo ponga”.



Una mala lección

Por  Rosaura Barahona

 (13-Nov-2001).-

Quienes damos o hemos dado clases debemos ser muy cuidadosos con nuestra manera de ser, entre otras cosas, porque ante los ojos de los alumnos somos un ejemplo a seguir o a rechazar. Como los hijos, los alumnos distinguen, perfectamente, entre lo que decimos y hacemos.

Aprenden más de nuestra manera de ser y de hacer, que de nuestras palabras. Por eso la actitud del coach Frank González, al finalizar el juego entre Borregos Salvajes y Auténticos Tigres, me sorprendió.

El viernes pasado se jugó el campeonato de la ONEFA en el Tec. Era la primera vez que, en una final, se enfrentaban los clásicos rivales. Los Borregos llegaron invictos y los Tigres con las garras a todo lo que daban, de manera que la afición tenía mucho interés por verlos

Los boletos se vendieron en unas horas. Yo ni siquiera asomé la nariz a la taquilla porque estaba en Chihuahua, dando un taller y una conferencia y ansiosa por conocer el resultado. Por cierto, lo supe hasta la mañana del sábado; la tele dio marcadores finales de cuanto juego pueda usted imaginar, excepto ése.

Ya el sábado, en el avión, leí EL NORTE. Ahí me enteré de los detalles del juego y de que el coach de los Tigres, Edmundo Reyes, se quedó esperando a que, como se hace tradicionalmente, el coach del equipo contrincante fuera al centro del campo para darse la mano.

Desconozco las razones por las cuales Frank González, coach de los Borregos Salvajes, mostró una actitud tan poco deportiva. Lo cortés no quita ni lo valiente, ni lo educado.

¿Que el coach Reyes trabajó para Borregos y después se fue a los Tigres? ¿Y? Ni que contratarse con un equipo equivaliera a hacer votos perpetuos. Trabajar como coach profesional equivale a tener un empleo. Y ese empleo puede dejar de ser satisfactorio por diversas razones.

Cambiar de equipo, es decir, de empleo, no es ni una traición, ni una actitud desleal. Si alguien lo hace, no por eso merece ser menospreciado. ¿Que la conducta del coach Mundo, al cambiarse, no fue del todo correcta? Muy reprobable, pero ni eso justifica el desaire público.

Me extraña que siendo araña, el coach Frank no sepa comer mosquitos. Las razones básicas para fomentar el deporte en centros educativos son, precisamente, formativas: que los estudiantes crezcan más sanos física y mentalmente.

Para los adultos que comparten juegos de mesa con niños, una de las cosas más difíciles de lograr es que los chicos aprendan a disfrutar el juego, independientemente de que ganen o pierdan. No es sencillo porque, al perder, se sienten frustrados y desorientados; pero se logra.

Entre los libros más útiles que he leído en mi vida está uno de "Health" (Salud), de secundaria, del Colegio Panamericano. No conozco los actuales, pero aquél enseñaba, con claridad, cosas sensatas e importantes para la edad que teníamos.

Ahí venía una lección que jamás he olvidado. Se llamaba "How to be a good sport". Y aunque la palabra "sport" se traduce literalmente como deporte o, por extensión, deportista, "a good sport", es mucho más que eso; es alguien que sabe reconocer los méritos de los demás, que es generoso y limpio con el contrincante, que no lleva la rivalidad afuera del terreno deportivo, que acepta la propia derrota y/o la superioridad del otro sin dolor y que admite sus errores, carencias o equivocaciones, sin culpar a los demás por ellos.

A nadie le gusta ser derrotado, pero cuando aceptamos la derrota con el espíritu claro y la controlamos, sin dejar que ella nos controle a nosotros, el aprendizaje es enorme.

Nadie niega el talento, la capacidad de mando, los conocimientos, ni el rigor de Frank González. Me consta que sus pupilos y sus ex pupilos lo admiran, quieren y respetan. Por eso me provocó inquietud saber que (literalmente), dejó al coach Mundo con la mano extendida.

Los deportes son juegos que involucran el espíritu de los jugadores, por eso jamás se debe permitir ningún acto que denigre a los contrincantes, dentro o fuera de la cancha. Por eso, también, los jugadores deben saber que en el triunfo o en la derrota siempre debe conservarse la dignidad.

La tele nos mostró a un coach Frank, después de la oración final, dando un último discurso a sus pupilos. Entre otras cosas, dijo: "Sí, somos campeones, pero debemos ser campeones humildes; no debemos sentirnos engreídos. Debemos ser campeones con los pies bien puestos en la tierra". Excelente, pero eso resulta incongruente con su propia actitud.

Aunque el coach Frank tenga razones para estar molesto con su colega, debió mostrar más clase y saludarlo como si nada hubiera sucedido. Eso no es hipocresía; es respeto: al rival, al juego, a la UANL, al Tec, al público y a los propios jugadores.

Me parece que alguien debería decirle al coach triunfador: "C'mon, Frank, you've got to be a good sport". Si lo entiende, su figura crecerá y, el año próximo, será mucho mejor ejemplo a seguir que éste.

Mientras tanto, felicidades a los dos equipos, a ambos coaches, a la Uni, al Tec y al público.

lunes, 24 de octubre de 2011

Bitácora No. 1 de mi nuevo trabajo

(Escribo esta entrada con unas ganas enormes de tomarme un té helado de hojas de aguacate).

Sí, hoy fue mi primer día de trabajo después de disfrutar de un mes sabático completito, el cual me hacía mucha falta.

Casi siempre me tomo estos respiros justamente después de tres años laborados en una empresa.  Creo que mi organismo, mi mente y mi todo están autoprogramados de esa forma, de tal manera que hasta los reajustes llegan a ese tiempo y me tocan a mí, en algunos casos.

Yo he aprendido a saborearlos al máximo.

Y bueno, siendo ya un hecho que ya me subí al barco de esta nueva empresa, ya puedo platicarles abiertamente de qué se trata.

En realidad, mi labor no ha cambiado mucho con respecto a la que hacía en Bodissima, pues vuelvo a ser Coordinador Editorial, pero nada más y nada menos que en, digamos, algo así como su competencia.

Es una empresa pequeña y familiar.  Mis jefes, otra vez, son mujeres y me han tratado de maravilla, sumamente profesionales.

La parte recreativa está de a peso, aunque ni tiempo tengo de disfrutarlo: tengo acceso a internet ilimitado.

Justo ahora estoy creando nuevas propuestas y temas para un proyecto ambicioso y requiero concentración 100 por ciento.

El horario me parece mejor que en la otra revista, aunque es lo mismo pues mi hora de comida disminuyo a 60 minutos, cuando antes gozaba de 90.  Y, por la tarde, salgo media hora antes que con el otro patrón.

El único inconveniente es justamente la hora de la comida, pues, además de que debo salir antes que todos, solo tengo el tiempo justo para recoger a Manotas y llevarlo a casa.  Mi Platina se ha convertido en un restaurante rodante en el que desayuno y como mientras manejo (¡hola, agentes de tránsito!).

Quizá me causa algo de bronca que debo abordar ahí y generar temas que vi durante tres años, y que es relativo a la vida de la mujer y las novias, aunque, bueno, el mes de vacaciones hizo que se me refrescaran un poco las ideas.

No puedo platicar mucho del ambiente de trabajo porque no creo poder conocerlo a fondo porque nadie platica en horario de trabajo y no creo quedarme jamás a comer ahí (nunca lo hice en Bodissima), pero siento que he sido bien recibida.

A diferencia de en Bodissima, en que la encargada de sistemas era una tipa amargada, amarra-navajas y mal  vibrosa, acá, el jefe de esa área, es la neta del planeta.  Un tipo sumamente agradable y dicharachero.

En fin, creo que no está nada mal y, lo mejor, debo estar agradecidísima con Dios en que cada vez que necesito su manita para encontrar nuevo trabajo, cada vez requiero de menos tiempo para ello.

Desde este lado de la compu reportó: ¡yo mera!

martes, 18 de octubre de 2011

Vacaciones llegan a su fin

He de confesar que cuando era una asalariada más en mi último empleo no podía más que envidiar a las señoras mamás de otros niños del colegio porque, según yo, tenían todo el tiempo del mundo para muchas cosas de ellas y de sus niños.  Me refiero a ese tipo de cosas que dan gusto a la vida.  Según yo, cero preocupaciones.

Pero qué equivocada estaba.

Me causaba molestia escuchar a alguna decir que no le rendía el día tan solo con las vueltas propias de una ama de casa de tiempo completo y comparaba esa actividad con la mía que consistía en dejar y recoger a JP e ir y regresar de la oficina.  Llegar a la casa después de un turno de casi nueve horas. o a veces más, para apenas hacer la tarea y luego el ritual cotidiano para que Manotas descansara a hora decente.

Y todavía me daba yo el lujo de dormirme a su hora.

Creo que yo la tenía más liviana que ellas.

Ahora que soy mamá desempleada desde hace casi un mes, simplemente no he podido estar un día en paz en mi casa.

Me la he pasado vuelta y vuelta en la calle, desde que salgo en la mañana, hasta que me digno a sentarme aquí como preámbulo de un sueño reparador.  Y sí, me canso más que cuando era yo una asalariada, y sí, nadie me paga por esas vueltas.

Esta semana se me ha “duplicado por tres” el trabajo de ama de casa, pues mi hermana y cuñado se fueron a Cancún y me quedé al frente de las vueltas de mis sobrinos, uno de secundaria y otros dos preparatorianos.  Todos con horarios y colegios distintos.

Creo que será una buena forma de cerrar con broche de oro unas vacaciones forzadas ajetreadas.

Y es que, sí, así como lo sospechan: ya tengo trabajo.  Empiezo el sábado o el lunes, según me informen durante la semana.

La cita la tenía pactada desde el día mismo en que deseché la posibilidad de tomar el trabajo que me ofrecieron el viernes y bueno, acudí ayer y el puesto es mío.

No puedo por el momento hablar mucho al respecto hasta que no pase al menos el primer día de trabajo, pues la entrevista me sigue sacando de onda.  Es la primera vez que me entrevistan en un lugar fuera de la empresa reclutadora; me citaron en un Starbucks (solo así me animé a ir por primera vez en mi vida a un lugar de esos donde todo está caro y para rematar nada me gusta –el mocha frapuccino no es la quinta maravilla del mundo-) en el que obviamente no firmé contrato, así que solo por eso no canto victoria.

Estoy contenta, satisfecha y tengo ya ganas de trabajar.  Se que haré un buen equipo con las dos personas que me entrevistaron y bueno, pues ya preparándome mentalmente para mi reingreso al mundo laboral.

Definitivamente: renuncio a ser ama de casa.  Es un mal negocio, mucho trabaja y no es nada remunerable.

Por acá nos seguimos leyendo.

viernes, 14 de octubre de 2011

Lo tenía, era mío ¿y lo dejaré ir?

Varias veces me he enfrentado a la situación de tener qué tomar decisiones importantes y difíciles.

Apenas hace unas horas me quejaba amargamente de la falta de interés que han tenido varias empresas a las que he enviado mi currículo hacia su servilleta.

Hoy, conseguí empleo.

Digamos que la paga no es nada buena, en lo absoluto, pero manejan un horario de lujo, de ese tipo de jornada laboral que me permitiría disfrutar al máximo mi rol de madre y poder colaborar externamente como lo he estado haciendo con el periódico y las carreritas a mis anchas.

Todo iba bien hasta que la persona interesada en mí y que me ofreció la vacante, me comentó que también tiene otro trabajo en otro lugar que se contrapone totalmente a mi trabajo en una de las dos empresas para las que ya colaboro.

Lo consulté con mi patrón de esa empresa y definitivamente me dijo que “no combinaba” que ingresara a trabajar ahí.

Me siento… ¿cómo les diré?  No triste, pero sí me da miedo negarme a ese empleo a estas alturas del año porque si bien ese patrón que ya tengo me quiere de tiempo completo, no está en él dármelo de inmediato, pues no depende de él ese tipo de transacciones.

En verdad, me interesaba ese trabajo más que nada para ya tener una entrada de dinero segura, aunque fuera poco, pero sobretodo por el horario.  En eso, sí es el trabajo de los sueños.

En un rato más iré con mi jefe y volveré a tocar el tema, si vuelve a decirme que definitivamente no checa (siempre consulto con él antes de aceptar un nuevo empleo porque me interesa mucho mantener ese trabajo) tendré que hablar con toda la pena con la que sería mi jefe para darle las gracias y declinar la oferta, pues me querían ya a partir del domingo.

En fin, espero no equivocarme y que esto no me cierre puertas.

Deséenme suerte… la voy a necesitar.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ansiedad

Debo reconocer que estoy feliz de ser desempleada (de planta y tiempo completo) solo por el hecho de que simplemente no era feliz ya en la revista.

Me sentía desaprovechada y muchas veces me sentí humillada por el trato poco profesional que tienen ahí hacia sus empleados; nunca entendí por qué, siendo una empresa pequeña, se portaban de esa forma con todos, pero también con personas que han trabajado en grandes empresas.  Odié la falta de compañerismo, la grilla y la amargura de algunas de esas personas.

Por ello, simplemente no extraño ese lugar, en lo absoluto.

Además, últimamente sentía que ese trabajo, al no ser valorado lo que yo desempeñaba, me estorbaba por ser de tiempo completo y yo tenía tantas cosas qué hacer fuera de esa oficina.  Y lo peor, el dinero que percibía no me alcanzó nunca para nada.

Y no es que uno sea mal-agradecida, simplemente que uno no puede ser agradecida cuando te tratan del nabo aunque en apariencia quisieran siempre demostrar que sí eran la onda.

Sin embargo, aunque debo reconocer también, no he buscado a conciencia trabajo en el sentido de que no estoy clavando el cuerno todo el día en bolsas de trabajo, pero aún así sí he enviado varios CV, los suficientes como para llevar al menos un par de entrevistas en el marcador, pero no es así y comienza a desesperarme que ¡nadie me llama!

Y es que, todos los días, algunos de ellos en las noches, como justo ahora, checo una a una las vacantes de distintas bolsas de trabajo y leo detenidamente los avisos de ocasión, (que dicho sea de paso, una vez me funcionaron) y mando mi curriculum para candidatearme en las vacantes en las que creo yo puedo ser de utilidad.

Además de que no me llaman, como ya lo comenté, es frustrante ver en mi registro de OCC (autollamado el sitio líder para encontrar empleo a cualquier nivel), que mi información profesional ha sido leída o visitada solamente por ¡18 reclutadores!

También me deprime el hecho que aparecen, diario, vacantes que publicaron desde hace tres semanas que soy desempleada ¡y que ya envié desde la primera vez que las encontré publicadas!

Debo dar gracias a Dios de que tengo dos empleos vivos.

Justamente esta semana he tenido mucho trabajo de ellos, pues el fin tengo carrera en el Autódromo y eso equivale a trabajo diario la semana previa, y mi jefazo del periódico me ha pedido algunas cosas casi todos los días.

Si no fuera por eso, lo juro, estaría cortándome las venas.

Está bien… contaré hasta mil para no caer en el desespero.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un día oficialmente desempleada

“Ni sobra el que se va ni hace falta el que se queda”

Como bien lo vaticiné, el viernes 23 de septiembre terminó mi ciclo en la revista.

Me hablaron a una de las oficinas del lugar poco antes de las 12:00 horas. Yo ya sabía la hora en que sería mi despido, así que para ese entonces, había descolgado mis recortes de periódico de la pared escritos por mis colegas Eugenio Guzmán y Marco Almaraz, pues son unos maestros para escribir y los tenía ahí para no olvidar la buena forma de redactar.

También había limpiado por completo mi computadora. Y ensobretado alguna papelería personal.  Mis adornitos hechos por las manitas de mi Manotas, ya estaban en casa, pues me las fui llevando en el transcurso de las tres semanas previas.

Debo reconocer que ese día me presenté a la defensiva, interiormente hablando.  No sé porqué en las últimas horas olvidé que la persona que le tocó bailar con la más fea, es decir, despedirme, siempre se portó como un caballero conmigo. Es un tipo bastante agradable (y guapo).

Pues ya me explicó el motivo del despido. Me dijo que no era nada personal, que estaban contentos con mi trabajo y me dio las razones reales por las cuales me iría de la empresa que hoy omitiré por una razón que más adelante les explicaré en esta misma entrada.

Yo me presenté a esa oficina con mis cálculos para el finiquito.  Hasta ese momento no fue necesario mostrarla pues quien me hablaría de cifras sería un enviado del outsourcing encargado de todo lo relativo al RH de la empresa.

Para no hacerles el cuento largo, me negué a firmar.  Hoy me avisaron que será hasta el jueves que se cierre definitivamente el capítulo (con lo afecta que soy a no cerrar ciclos).  Quiero pensar que me irá bien.  Mientras tanto haré unos movimientos para protegerme, pues así me lo han sugerido mis dos asesores.

Y aunque creo que a veces hacen falta unas vacaciones indefinidas sin la necesidad de regresar al mismo sitio, inquieta como soy, desde hace días comencé a buscar trabajo por distintos medios. Hoy tuve mi primera entrevista laboral.  Iba con muchos ánimos, pues está a no más de 10 minutos de mi casa y a una calle del colegio de Manotas.  Pero, “¡oh, sorpresa!”, la vacante es para el área de ventas.
("Cuando un reportero lo ha sido una vez, no deja de serlo nunca", José Alvarado)
Y sí, salí algo desanimada y comienzo a desesperarme, pues la OCC sigue siendo mala onda conmigo al no tener, como siempre, nada qué ofrecerme.

En fin, espero que esto pase pronto y me dejé escribir sobre temas más agradables en mi rincón… por ejemplo, la tercera parte de Amor de Otoño que tanto me gusta.

Hoy, mi hijo, después de comer me dijo:

JP.- Mamá. ¿vas a ir a trabajar?
Y.- No, Manotas.
Y él me abrazó emocionado
JP.- Gracias, mamá, por quedarte en la casa.

Deséenme suerte, creo que la voy a necesitar.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Búsquedas

Pensando en lo que está por suceder laboralmente hablando (no pasa de hoy o mañana), estuve recordando mis épocas de búsqueda de empleos y todas fueron distintas.

Empecé a trabajar a los 17 años como recepcionista de un laboratorio de análisis clínicos.  Ahí me ayudó a entrar mi mamá, pues trabajó en ese mismo lugar varios años… creo que me lo consiguió para que tuviera algo qué hacer, porque yo no recuerdo haber tenido la necesidad o deseo de trabajar, aunque nunca fui con flojera o me quejé.  Me gustó la experiencia.

Cuando salí del Kelly (graduada como Secretaria Ejecutiva Bilingüe) lo hice con la convicción de trabajar en el desaparecido banco Banpaís, pues fue una de las empresas que fueron a dar pláticas al colegio de secres y de la que más me llamaron la atención las prestaciones.

Ahí mismo, llenamos solicitud, así que apenas me gradué, convertí en mi víctima a una de las chicas de RH de ese banco.  Todos los días le llamaba para recordarle que quería trabajar.  Creo que al final me lo dio más que nada porque ya estaba harta de que le llamara tanto.

Me tocó trabajar en dos sucursales en igual número de años y me desempeñé en todos los puestos, excepto de cajera, y me gustó muchísimo.  El banco quebró y yo fui de las primeras en salir.  Eso fue en la época de la crisis de Carlos Salinas de Gortari, así que tardé mucho en encontrar otro empleo.

Recuerdo que me la pasaba llenando solicitudes, tomándome fotos, caminando, en camión, bajo el sol y la lluvia, y nada que encontraba algo.  Esa fue la época en la que más tiempo estuve desempleada, pero ahora no recuerdo cuánto tiempo fue.  Hasta que un día me llamó Diana, quien fuera gerente administrativo de la primera sucursal de ese desaparecido banco y me fui a trabajar a una unión de crédito.

Creo que, de todos los trabajos de asistente que tuve, ese fue el más satisfactorio, me desarrollé muchísimo y me codeaba con gente importante.  Estuve primero en la unión que quebró por la crisis, luego en la administradora de su cartera y al final en Nacional Financiera.

No sé por qué empecé a buscar trabajo y fue la primera vez que recurrí a una bolsa de empleos y así fue como caí en las garras de KPMG donde también me fue muy bien, pero no tuve un final feliz.

Luego, EL NORTE me llamó para dar el brinco a Periodista, luego de haber tomado dos cursos. Al primero me apunté y al segundo ellos me invitaron. Me llamaron justamente 15 días después de haberme quedado sin empleo y de haber concluido la segunda capacitación.  Fueron los 5 años más maravillosos de mi experiencia laboral hasta que mi ciclo terminó.

Como me liquidaron muy bien y Juan Pablo apenas tenía tres meses de nacido, yo me tomé tres meses sabáticos para disfrutar de mi enano, hasta que Sandra, una de mis mejores amigas, me ofreció un trabajo temporal en el Hotel Ancira, para cubrir a la asistente del área de Ventas pues esa chica la cubriría a ella en su incapacidad de maternidad.

Ahí estuve dos años, pues luego me convertí en Ejecutivo de Ventas, donde fui un fracaso.  Tras mi salida por malos resultados (el que no vende se va), no pasaron ni 15 días cuando me llamaron de dos hoteles y me decidí por el más pequeño y estuve ahí casi dos años, también hasta que cerró mi ciclo de nuevo.

Pasaron otros 15 días en los que busqué por internet (por primera vez en mi historia), fui a miles de entrevistas, pero ya cómodamente en mi coche.  Sin embargo, no me funcionó el internet, sino otro método antigüito, los avisos de ocasión del periodicote (como le dicen por ahí).

Ese día vi un anuncio súper chiquito donde buscaban a quien cubriera el puesto que hasta estos días ocupo desde hace tres años.  Me dio mucho gusto porque yo había sido usuaria asidua de sus foros de discusión durante cuatro años, era foro-adicta, y bueno, recurrí a la técnica que me ayudó a conseguir trabajo en el banco:  insistir por teléfono, hasta que me dieron la oportunidad.

He comenzado a buscarle, nuevamente en internet, y es frustrante no ver nada atractivo o de plano no ver nada de mi área disponible.  Anoche decidí buscar y encontrar lo-que-sea, pues el chiste es no dejar de recibir una remuneración y mientras buscar y encontrar lo que me gusta.

Y también decidí otra técnica de búsqueda… ya les contaré si me resulta.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

El huracán está cerca...

No sé por qué, pero siempre he vivido la situación de que me llegue información privilegiada sin yo buscarla.

Y esto aplica para todos los aspectos, desde el laboral, hasta el personal.  No sé si porque les parezca confiable o porque me aprecien.  El punto es que siempre ha sido así.

Hace unas semanas, una fuente fidedigna me informó que uno de los trabajos que desempeño actualmente no anda nada bien y que desaparecería de la faz de la tierra y con él, todos los que trabajamos para que existiera.

Al principio recibí la noticia con agrado, pues siento que desde hace un año mi ciclo terminó en ese lugar. Sin embargo, al no concretarse nada de inmediato, como que uno piensa mejor las cosas y llegué a la conclusión de que no era nada bueno, nunca, perder el empleo.

Ya está confirmado, aún off the record, que me voy a más tardar este lunes.  ¿Cómo me siento?  Pues sigo creyendo que ya no tengo nada qué hacer ahí, que no he sido valorada como me valoran en los otros dos lugares y que ya no hay oportunidad de crecimiento.

Sin embargo, mi mente ha comenzado a trabajar al 100 por hora pensando en cómo me voy a organizar económicamente para librarla lo mejor posible.

Lo que me aterra o me da flojera, más bien, es que sospecho que en cuanto al finiquito no me irá tan bien que digamos. Por supuesto, buscaré recibir lo justo por tres razones: una porque soy papá y mamá y ese dinero es de mi hijo, dos: porque tengo compromisos y tres: porque me estaré yendo en una temporada nada favorable para encontrar algo rápido.

Además, y por último, será la última molestia que causaré y, obviamente, porque es lo justo, lo que he ganado en estos años.

Así que me esperan unos días especiales.  Estaré esperando la notificación oficial en las próximas horas y luego a definir el último punto que comento.

Tengo la suerte de que las empresas en las que he trabajado han cerrado por malas rachas y en la bola me voy yo.  Solo en dos ocasiones renuncié yo por una mejoría  laboral y económica.

Siempre, siempre, ha sido para algo mejor.  Siempre encuentro algo que me favorece en lo personal y en lo laboral.  Quiero pensar que ahora será igual.

Aquí andaré en mi rincón, como siempre.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Solo sé que...


...vientos de cambio se avecinan

He comprobado que este tipo de cambios siempre llegan para bien, así que ¡ahora me lo cumplen!

Los mantendré informados…

miércoles, 31 de agosto de 2011

Queja del día

Donde trabajo de tiempo completo contrataron un Outsourcing de Recursos Humanos que nos lleva todos nuestros asuntos.

Hoy vengo a quejarme.  La gente que ahí trabaja, osea que nos da servicio, son muy amables, de eso no tengo queja.

De lo que tengo queja es de los días de pago y no porque sea mucho o poco lo que depositen, sino porque lo hacen TARDÍSIMO.

Acabo de llegar del banco a hacer unos pagos urgentes y no me habían hecho ninguno de los dos depósitos con los que me cubren mi salario quincenal.

Afortunadamente, tenía un guardadito y de ahí pagué lo que tenía qué pagar hoy.  Me faltan otros pagos que haré con lo que me falta que depositen.

Me pongo a pensar en los compañeros que de plano solo tienen este ingreso y que son las tres de la tarde y todavía no hay nada en sus cuentas.

En verdad, ¡qué falta de sensibilidad!

jueves, 18 de agosto de 2011

Soy colaborador, no cobrador

Estoy a punto de aventar el arpa en uno de mis tres empleos.  Ese lo tengo apenas desde por ahí de marzo de este año.

Es algo que me gusta, pues implica involucrarme con el automovilismo.  Mis jefes fueron mis fuentes hace años, así que hay muy buena comunicación para trabajar.

Sin embargo, batallo para que me paguen.

Tengo dos trabajos ya realizados pendientes de pago y que hace casi tres semanas les dije que me urgía para el lunes pasado.  Es fecha que no sé nada al respecto y justo esta semana estoy trabajando en un evento que termina el domingo.  La bola de nieve sigue creciendo.

Regularmente, quienes trabajan para ellos en esos eventos reciben su pago el día del evento.  Se van a casa con su lanita en la cartera.

Acá, conmigo, desde mis antecesor, siempre se ha manejado así como ahora, es decir, lo dejan para el último.

Me incomoda mucho tener que llamar para cobrar.  Anoche le platicaba a S en casa todo esto y le dije la razón que les di, que es real, sobre la urgencia de recibir ese pendiente a más tardar hoy… me dijo que no me hiciera ilusiones.

No es mucho, pero si se junta el pendiente con lo que estoy haciendo ahora, creo que nunca me lo pagarán y me estresa.

Le pregunto a una compañera si está mal que les recuerde de ese pago y me dice que de ninguna manera, que se trata de algo que ya trabajé, que simplemente no estoy pidiendo un anticipo, sino algo realizado ya.

Ayer que hablé con la persona encargada me dijo: “es que se juntaron la quincena, con los pagos de servicios y, pues, no hay”.

Me quedé callada pensando: “So?”.  Al final solo le dije: “me urge para mañana”.

En fin, no sé si al terminar la temporada continúe ahí.  No sé si yo mejor le daré las gracias por esta inconformidad o ellos me dirán adiós porque les estoy cobrando… aunque, pensándolo bien, a quien le den esa labor les cobrará.

Justa razón.

lunes, 1 de agosto de 2011

Homenaje a mi negro pasado


Con el respeto que me merecen las buenas secretarias y/o asistentes ejecutivos, yo hoy sí vengo a desahogar mi ronco pecho al respecto.

Resulta, que cuando terminé la Prepa, yo no tenía la menor idea de qué carrera estudiar.  Así que mi papá no me dejó pensarlo y junto con mi mamá decidió ingresarme a un reconocido colegio para formar Secretarias Ejecutivas Bilingües.  Yo estaba enojadísima porque yo quería ser profesionista, como mis hermanos, eso lo tenía claro, lo que no tenía definido era qué estudiar.

En fin, me inscriben y el primer día de clases fue para mí una tortura.  Primero, otra vez regresaba a un colegio 100 por ciento femenino luego de dos años maravillosos de estar en escuela pública y mixta. Pero además, yo no quería ser secretaria, por ningún motivo.

Fueron en total dos años y un verano los que estuve ahí.  Debo decir que fui una buena alumna, muy rápida con la taquigrafía Gregg y escribiendo a máquina sin ver el teclado.

Me gustaba la clase de redacción y odiaba las matemáticas y la contabilidad.  Me causaba mucha bronca tener que estar entaconada y vestida formal diario, pues la Señora Irma, una de las directivas del colegio, paseaba su vista de arriba a bajo para checar que sus muchachas cumplieran con el reglamento de etiqueta del colegio.

Me tocó hacer prácticas en Cervecería.

Al graduarme tuve la fortuna de entrar al banco que quería y que nos dio conferencias en ese colegio casi al graduarnos.

En total, fui secretaría durante 10 años y estuve en un total de cinco empleos, todos muy buenos.

Trabajar como secretaria al incorporarme a una de estas empresas me entusiasmaba.  Le echaba muchísimas ganas y el resultado era que al cabo de un año ya había escalado puestos hasta llegar a ser asistente del mero mero petatero de la empresa.  Y era entonces cuando perdía sentido mi trabajo.  Me aburría inevitablemente y entonces tenía qué buscarme otro trabajo para no ciclarme.

Lo que no me gustaba eran las tareas rutinarias, yo no soy nada rutinaria: archivar, sacar copias, servir café, contestar llamadas.  Pero me gustaba tomar decisiones, coordinar gente.

Debo confesar que le tuve mucho resentimiento a mi papá durante esos años, sobre todo cuando me sentía frustrada al saber que tenía suficiente capacidad para ser abogada, como me decía el Sr. Meraz, mi primer jefe en KPMG o comunicóloga.

Pero, justo al finalizar esa década pude darme cuenta que haber estudiado secretariado me ha ayudado hasta ahora, pues me evito el doble trabajo de grabar y escuchar las entrevistas de un reproductor, gracias a que domino aún la taquigrafía en inglés y español.

También debo agradecer que gracias a estudiar eso ahora sigo siendo veloz al teclear en la computadora y no necesito las letras grabadas en cada una de las teclas, pues me las se todas.

Tuve 10 jefes durante esa década.  Unos de ellos dignos de olvidarse para siempre y otros a los que aprecio mucho y que todavía hoy tengo contacto con ellos y que sé que si los necesito algún día, ahí estarán para apoyarme, como Daniel, quien acaba de echarme una mano con un asunto importante la semana pasada.

Hoy, puedo decir que los empresarios que me dejaron grandes aprendizajes fueron Fernando Gallegos, Jesús Herrera, Óscar Silva, César Meraz, Carlos Faz y Daniel de la Garza.  De los demás, por distintas razones no tengo ni por qué mencionarlos.

Afortunadamente no me tocó un enfermo sexual y no fui víctima de acoso por parte de ninguno, pero sí de un trato visceral, intransigente y déspota de los innombrables.

Gracias a Dios, hoy tengo 11 años que no festejo este día, el Día de la Secretaria, aunque extraño los regalitos, las comidas, los premios y el trabajar solo medio día.

jueves, 28 de julio de 2011

Crónica de un despido patético

Corría el mes de agosto del 2000 cuando el mero mero petatero de la firma de asesores de negocios al cual apoyaba con funciones de asistente ejecutivo,  decidió liquidarme tras intentar que yo renunciara, así no más, a mi empleo de tres años.

Así que, heme aquí contándoles una anécdota de un jefe que si bien se portó mala onda conmigo ese día, fue el empujoncito que necesitaba para cambiar de “aigres”.

A principios de ese año, yo ya había probado las mieles del periodismo deportivo.  Primero, me invitaron a la primera Peña Futbolística de mujeres del Canal 2, donde solo fui a hacer el oso y a traumarme por lo flaca que me veía a cuadro.

Después, comenzaron a llamarme a la oficina de varias estaciones de radio para que les hablara, gratis, del jugador de moda o del partido próximo a jugarse en Monterrey.  Era toda una enciclopedia del balompié nacional.

Todo esto coincidió con la oportunidad de escribir en la revista interna de la firma de auditores y contadores mundial para la que trabajaba, que se llamaba Enlace y se repartía en todas las oficinas del País y del mundo.

Además, llevaba las estadísticas de un equipo de futbol en el que participaba mi ex jefe con puro empresario pesado de la Ciudad.  Uno de ellos decía que era su DT. ¡Bonita cosa!

Un sábado estaba como león enjaulado pensando y pensando en cómo demonios podía hacerle para ser reportera de Deportes sin estudiar, pues pisaba ya los veintitantos.  Estaba en la sala y fui a la cocina a preguntarle a mi mamá cómo hacerle.

Solo me dijo: “pregúntale a Alma (mi hermana)”.

Salí de la cocina y llegó el periódico, así que tomé la sección Deportes (ahora llamada de otra forma) para leerla a gusto.

La hojeé y hojeé hasta que me topé con una convocatoria para asistir a un Seminario de Periodismo Deportivo. ¡Qué cosas tiene la vida!  Después de pensarle mucho en llenar mi solicitud, pues debía tener título profesional, finalmente me desprendí de pensamientos negativos y la envié.

No había tomado vacaciones en tres años en esa firma de asesores de negocios.  Así que una vez me aceptaron al seminario, fui a tomarlo por 12 horas, en un solo día.

Después de estudiarnos a los más de 400 aspirantes, fui convocada a un curso más pequeño en cuanto a número de personas, ¡pero de un mes!  Debía ir al periódico tres horas a la semana, incluyendo sábados.

Ahí fue donde se puso feo el asunto con el ex patrón.  Primero, no quería negociar de ninguna forma el que me eliminara las vacaciones no tomadas a cambio de trabajar corrido para poder salirme a las 16:30 horas para irme al periódico.

Para no hacer el cuento largo, al final aceptó, a regañadientes.  Y no solo eso, me mandó decir con la responsable de RH que me tomara el mes completo.  Lo único que dejé pendiente y de lo que lo enteré en tiempo y forma, era la organización de un torneo de golf para los clientes que sería en noviembre, pero teníamos tiempo suficiente para finiquitarlo a mi regreso.

Pues viví un mes maravilloso, absorbiendo todo lo que me enseñaban como una auténtica esponjita.

Un miércoles, a dos días de terminar el curso, el ex patrón me llamó a casa amenazando a mi mamá que si no me presentaba inmediatamente a terminar lo de la organización del torneo, me diera por despedida.

%$/(()(%/==) Me despertaron, me bañé, me vestí y me fui a la oficina.  Comenzó la discusión.

Empezó a decirme, él que tenía cuentas bastante gordas en bancas importantes, “que quería, al retirarse, hacer figuras de barro, cosa que no sabía hacer y que no por eso iba a dejar abandonado su empleo”.

Trató de presionarme para renunciar yo y finalmente lo obligué yo a que me despidiera, pues lo estaba pidiendo a gritos con sus regaños absurdos y actitud.

Salí de ahí enojada, decepcionada, llorando (para variar) y así me fui a mi penúltima clase de redacción al periódico.

Mirthala, entonces editora y guía del curso, me preguntó qué me pasaba y le dije: “En mi trabajo me pusieron a escoger entre el empleo y el curso y elegí el curso”.

A la semana me llamaron para entrevista con el director de la sección y coincidió en que ese día, tras siete horas de madrugada en la fila, no pude comprar dos boletos para el Clásico y que los buscaría en reventa.  Mirthala lo supo, lo comentó con el director y me citaron más temprano para escribir en primera persona lo sucedido en la fila para los boletos.

La sorpresa fue que al día siguiente me publicaron mi nota, firmada con mi hermoso nombre, en los tres periódicos de la empresa.  A los 15 días estaba ya trabajando como periodista sin serlo.  Fui inmensamente feliz.

Definitivamente, de mejores lugares me han corrido.