sábado, 6 de octubre de 2012

Futbol y Beisbol

En la recta final de las vacaciones de verano, Juan Pablo tuvo su primer encuentro con el Deporte.

Estaba fastidiado peloteando en el porche de la casa de mamá y ahí la tenía a ella jugando al futbol en ese lugar.

Apenas en la liguilla pasada Juan Pablo se enamoró del balompié, y eso porque me puse a ver la Final en la computadora y me vio gritar con loca y desde ahí, él quedó atrapado en ese deporte.

Retomando lo inicial, ese día que peloteaban en plena tarde de verano caluroso, pasó un chamaco pre-adolescente, y al verlos, los invitó a presentarse a la Liga Pequeña más cercana de casa.

Juan Pablo no ha faltado un solo día.

Yo estoy encantada con Don Juan y César, sus entrenadores.  Son exigentes, estrictos, disciplinados y sumamente pacientes.

Siento que mi hijo se ha desenvuelto excelentemente.  Lo veo más sociable y es exageradamente puntual, como su madre.

Se ve feliz.

El año pasado, Juan Pablo estuvo la mitad del ciclo escolar en el equipo de Karate del colegio.  También me gustaba mucho la forma de trabajar de su Sen Sei, sumamente estricto también.  Juan Pablo estaba encantado.

Sin embargo, mi hijo esperaba impaciente el inicio de este ciclo escolar, su primer año en Primaria, para que lo inscribiera en el equipo de futbol del colegio.

A mí me da miedo eso del bullying, y una buena amiga del colegio me dijo que esa era una buena forma de "protegerlo", pues Juan Pablo podría hacer así amigos de otros grados que podrían "defenderlo" en caso de encontrarse en desventaja en algún momento del horario de clase.

Bajo esa óptica lo llevé, pero bajo la óptica de mi hijo él iba dispuesto a aprender, a comprometerse con el equipo.

El coach Adrián, su entrenador de futbol, realmente es increíble.  Exageradamente rudo y exigente y eso me encanta.  Siempre, al final de los entrenamientos, pide disculpas por cómo le habla al niño y yo lo veo genial.  No lo ofende, no lo insulta, simplemente le infunde disciplina.  Así que le dejé carta abierta para que lo guíe como mejor le parezca.

Resulta que el horario del futbol es el mismo que el de Karate, así que dejé elegir a mi hijo y él optó por el balompié.

Ya tiene un par de tachones, su uniforme de entrenamiento y vamos a comprar ya su uniforme para los partidos.

También lo veo feliz, desenvuelto.

Este jueves inició la temporada.  Está con niños de tercer y cuarto año, dado el año de su nacimiento y estatura.  Juan Pablo, al igual que en los salones de clases, es el grandote del equipo.

Debo reconocer que le falta mucho de táctica y perderle miedo a los balonazos, pero lo veo increíblemente feliz, realizado.

Debutó el equipo con un 2-1 adverso, ante su similiar Llanes Toro.

- "Mamá, me divertí mucho", me dijo mi hijo cuando regresábamos a casa.

- "¡Eso es, Juan Pablo! independientemente del resultado, ganen, pierdan o empaten, siempre debes tener en mente divertirte y disfrutarlo, para eso es el deporte", le dije yo.

Siento que es muy feliz.  Ya no se ve presionado por terapias, trabajo extra académico, repeticiones orales para mejorar su lenguaje.

Sin embargo, el jueves tengo cita de nuevo con la maestra y la psicóloga del colegio.  Me siento triste porque seguramente me dirán que necesita retomar sus terapias.

La verdad, me siento frustrada. Preocupada porque son carísimas y no sé por qué mi situación económica no termina de despegar, al contrario, siento que se "aplatana" más y más.

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