Yo creo que en muchas cosas he fallado como madre. Yo creo
que casi todas lo creemos.
Nunca será suficiente lo que hagamos por los hijos.
Yo, por ejemplo, tengo una enorme cruda moral porque mis
horarios en el trabajo han sacrificado mucho las actividades con Juan Pablo.
Rara vez pienso que indirectamente esto del nuevo trabajo,
que amo con toda mi alma, es para beneficio suyo, aunque sigue pesándome mucho
el que casi no lo veré, sobre todo cuando regrese al colegio.
También se y estoy conciente de que se me agota la paciencia muy rápido, cosa en la que me están apoyando sus terapeutas, para conseguirla de donde sea y para que él comprenda que no tengo un trabajo "normal".
A mi mamá la admiro, aunque a veces, sobre todo ahora que
han pasado tantos años, no coincidamos en muchísimos puntos de vista que están
al interior de nuestra pequeña familia y que los que están fuera, aún siendo “familiares”
no lo entenderían, porque no viven bajo este mismo techo.
Sin embargo, hay una mujer, más joven que yo, que es una
madre digna de admirarse.
Es madre de una niña de la edad de Juan Pablo y hace dos
ciclos escolares fueron compañeros de salón, y de unos bebés mellizos.
Me encantaba verla cómo se lleva con su hija, cómo la
procura y la niña cuánto la obedece y lo bien educada que está.
Luego, nos dio la noticia de que su familia aumentaría. Cómo olvidar el grito que soltamos las mamás
que nos juntábamos todas las mañanas afuera del kínder cuando nos dijo que no
era un bebé el que esperaba sino dos.
A mí siempre me ha costado imaginar cómo le hacen las madres
de más de un hijo para repartir en partes iguales el amor entre todos sus
retoños.
Entonces, tomé su caso como una especie de experimento para
verlo con mis propios ojos, ya que es improbable que yo pueda darle un
hermanito a Juan Pablo.
Los cuates, son varones, nacieron en noviembre del año
pasado y ahora están enormes.
Se de muchos casos increíbles de madres que, de veras, se
pasan.
Hay uno en el que ella saca mil y un pretextos para
justificar sus “motivos” para llevar todos los días a sus hijos, (un recién
nacido) a la guardería, pese a que ella no trabaja y los deja todo el horario
de la guardería a la que tienen derecho las madres que sí trabajan y sí
necesitan ese servicio.
En cambio, mi amiga, es un gran ejemplo.
Tan pronto pudo, casi en tiempo récord, dejó la casa de sus
papás después de su parto múltiple y tomó la batuta del cuidado total de sus
hijos.
Ella no trabaja, pero su esposo sí, así que ella solita se
avienta la tarea de cuidar y alimentar a sus bebés y de estar al pendiente del
desarrollo escolar de la mayorcita, quien, dicho sea de paso, es de las más
destacadas del colegio.
Es impresionante ver la paciencia de esta mamá cuando uno de
los dos pequeños llora o está inquieto y la habilidad que tiene para cargarlos
a los dos para que no “se sientan” y cómo sigue al pendiente de la niña.
Me da mucho gusto ser amiga de alguien tan dedicada a su
familia. Sin duda, es un gran ejemplo a seguir y vergüenza para quienes
fallamos tanto como mamás.