Aquí de nuevo.
Anoche recibí un comentario en este blog y fue como una
alarma para recordar lo olvidado que tengo este espacio.
A ponerme al día.
Huí en febrero de este año de aquel trabajo que les conté. Fue despido y para mí fue como una
bocanada de aire.
La pasaba llorando, pues sabía que no me esperaba ningún
tipo de crecimiento y, lo peor, mi trabajo no estaba siendo valorado y los malos tratos ya estaban tornándose en un tipo de violencia laboral (a ese grado).
El despido en esta ocasión fue diferente, pues la primera
vez le lloré y guardé luto durante dos años a ese empresa y traje la camiseta muy bien puesta
hasta el 17 de febrero de 2014, mi último día en ese lugar.
Tardé exactamente nueve días en volver a trabajar, sólo fui
a seis entrevistas en un lapso de tres días.
Pude comprarme coche.
Ese nuevo trabajo estaba muy lejos, era uno de los dos
principales inconvenientes, porque el otro era la inestabilidad.
En Junio, volví a quedarme sin fuente de ingresos, pero sólo
estuve desempleada dos días.
Hoy estoy trabajando de nuevo en el automovilismo deportivo,
bajo la batuta de un patrón al que conozco desde hace 14 años.
Lo padre es que es un tema muy conocido para mí, estoy a
tres minutos de mi hogar y conozco perfectamente el talón de Aquiles de mi
jefe, así que sé en qué terrenos moverme para evitarme conflictos laborales.
Tengo casi todos los fines de semana disponibles para mí,
aunque, por la naturaleza del trabajo, tengo qué apoyar labores algunos fines de
semana por el mismo sueldo.
Sin embargo, hoy estoy en un punto en que prefiero tener
tiempo para mí, para Juan Pablo, para descansar, que tener algo de dinero
disponible, pero sin tiempo para disfrutarlo.
La situación económica no es sencilla, pues el padre de mi
hijo está desempleado desde mayo y yo, sinceramente, no le veo ganas ni mala
intenciones de activarse pronto, así que cargar totalmente con la carretilla
está bien cabrón.
En fin, no se puede tener todo en la vida.