miércoles, 16 de noviembre de 2011

Invasión

Los últimos meses me he sentido perseguida.

Terceras personas o enviados de terceras personas me hackearon mi feisbuc y me molestaban telefónicamente.

Se dieron el tiempo y la molestia de meterme contactos que no conozco al feis y a mi MSN y se atrevieron a postear en mi muro en mi nombre.  La cuenta la cerré un tiempo hasta ahora, que la reabrí al necesitarla de enlace para postear en el feis de la empresa.

Así estuvieron varias semanas, creándome problemas con alguien que adoro con el alma.

Se habían tranquilizado las aguas, pero esta semana volvieron a las andadas.

Primero, mandándome mails “con información valiosa”, luego con llamadas a mi celular.

Pero ayer viví una mañana estresante.  Apenas encendí la PC de la oficina y me di cuenta que no podía entrar a mi Hotmail.  Me habían hackeado la cuenta.

Luego, tuve una junta y antes de concentrarme en ella, cerré todo lo personal que tenía abierto y al regresar, en no más de 10 minutos, otra vez estaba hackeado mi Hotmail.

Una amiga que es muy cuerda para esto de la tecnología me investigó qué pasaba y en menos de 10 minutos me informó que a través de mi mail en gmail que abrí para poder tener mi blog es como dieron con todas mis cuentas.

S me sugirió que cerrara mi blog y un dolor en el corazón me atravesó el alma.  Anoche le dije que no quería hacerlo, que mi blog es mi  blog y que me niego y él lo comprendió.

Lo único que hice fue cambiar todas mis contraseñas, que me ha costado MUCHO aprenderme.

En verdad, nunca me había pasado, la primera vez estaba muy sacada de onda, pero esta segunda me causó muchísima molestia, incomodidad, coraje, sentimiento… me sentía violada.

Se lo que pretenden haciendo todas estas cosas.  Pero, seguramente me están leyendo, lo que desean no sucederá jamás.

Sé lo que tengo a mi lado y por lo mismo, por la forma en que lo valoro, lo cuidaré y no lo dejaré volar jamás...

domingo, 13 de noviembre de 2011

De cómo te cambia la perspectiva

Fue en 1999 cuando mi primera amiga contrajo matrimonio.  Es mi amiga de la infancia, mi primer amistad de la vida y se llama Sandra.

Debo reconocer que hice el ridículo de mi vida: en su boda, justamente llegué a la explanada de la Iglesia San Luis Gonzaga, la que eligió para casarse con Jesús, que me puse a llorar descontroladamente.

No puedo describir por qué lloré.  Pero creo que para varios, sino es que todos los presentes, entre ellos su hermana Mita, creyeron que estaba triste por que yo aún no me casaba y ni planes tenía.

Mita fue la única que se atrevió a acercarse y consolarme.  Textualmente me dijo, con el fin de que me tranquilizara, que no llorara, que un día llegaría mi hora y dejé de llorar con muchísima pena, porque realmente no lloraba por no ser yo la que daría el sí, sino simple y honestamente me brotó de esa forma la emoción por ella.

Eligió ese año para casarse porque según las parejas que lo hicieran ese año serían inmensamente felices o por lo menos, cabalísticamente, tendrían mejor suerte que aquellas que lo hicieran cualquier otro año.

Eso sí, debo reconocer que a partir de entonces me entró el gusanito de querer casarme, como todas lo vivimos cuando se casa la primera del círculo inmediato de amistades entrañables.  Entonces era novia de J y para entonces nos faltaban todavía seis años más de noviazgo que se acumularían a los cuatro ya transcurridos.

Cuando comencé a trabajar en Bodissima y al acudir a mis primeras dos Expo Tu Boda a trabajar, me emocionaba la idea de volver a casarme, más que nada porque el trote de los preparativos son sumamente excitantes.  Compras a lo menso sin importar costos, gastas a lo tonto lo que no tienes con tal de vivir “el día más importante de tu vida”.

Para la tercera, ya me caía gordo ver toda esa mercadotecnia.

Hoy, obviamente, no pienso de la misma manera.  No tengo esa ilusión y no solo porque mi matrimonio fue un fracaso desde antes de que éste se consumara.

De hecho, creo que en mi vida nunca me visualicé como una mujer-esposa-casada… creo que no tengo la vocación ni la paciencia de no poder tomar mis decisiones importantes y, peor aún, tener que consultarlas con otra persona.

Me desespera ver a mis amigas cercanas que todo, o casi todo, lo tienen qué consultar con fulanito.  

Hoy, S está a mi lado.
 
Eso sí, cuando algo me preocupa o tengo qué tomar alguna decisión, lo platico con él, pero solo con la idea de que me de un consejo, pero finalmente hago lo que quiero y creo que es más conveniente y no me reprende o reclama porque no hice o decidí lo que él creyó en su momento fuera mejor para mí.

Mamá me ha dicho abiertamente que no está contenta con esa relación “porque no le ve futuro a este romance”, “porque no ve que S  quiera casarse”, “porque no quiere partir de este mundo sin dejarme con mi ‘vida resuelta’ que, según sus ideas, solo se consigue siendo una mujer casada”.

Los dos ya vivimos lo que es casarnos y divorciarnos-separarnos de la persona que creímos en su momento sería el individu@ con el que viviríamos el resto de nuestras vidas.

Y los dos, no tenemos la mínima intención de volver a casarnos jamás.  Ya sé que nunca debemos decir “de esta agua no beberé”, pero esa es nuestra realidad, nuestros pensamientos.

Hace poco, le dije a mamá, con toda honestidad, que en mi diccionario y lo que me resta de vida no veo a la palabra matrimonio como algo prioritario, es más, que simplemente no figura en mis planes.

Prácticamente le dije que lo amo y que no comparto las ideas que ella trae revoloteando, como toda madre, en su cabeza.

Eso sí, le dije que lo que sí quiero es un compañero y que ahora él es el indicado porque compartimos la misma forma de pensar al respecto  y hasta lo hemos platicado.

Además, S me ha regalado algo que ninguno de mis exs me obsequió y que es muy importante:  por primera vez me siento orgullosa de la persona que está a mi lado.  Siento una profunda admiración por cómo ha ido creciendo en su vida, en todos  los aspectos, y ahora entiendo cuán importante es sentir ese respeto por la pareja.  Por supuesto, también conozco sus debilidades y errores, los cuales, él sabe, a veces me han hecho sufrir o sentirme incómoda, pero finalmente los he aceptado, los conozco y sé cómo sacarles la vuelta o enfrentarlos.

Lo que sí le dije a mamá, tratando de tranquilizarla y calmar sus inquietudes, es que, a lo mucho, podría considerar yo la unión libre.

Abrió enormemente sus ojitos y su rostro expresó con honestidad que eso no es lo que quiere para mí.  Creo que ahora la preocupé de más.

Pero, así es esto.  Creo que en el fondo tengo la idea arraigada de no cometer dos veces el mismo error, o al menos, no tomar decisiones sin antes estar segura de lo que quiero.




viernes, 11 de noviembre de 2011

Un día como hoy

Mucha gente no entiende por qué aún hablo de lo sucedido hace seis años.

Fue un día como hoy, pero de 2005, y también cayó en viernes.  

Tenía tan solo tres meses de haberme estrenado como mamá y yo seguía fiel y realmente enamorada de mi trabajo y de la empresa en la que estaba.

Recuerdo que esa mañana estaba reporteando una nota por teléfono de un caso interesante que trascendió mucho en el deporte local.

Estaba en medio de la plática con mi fuente, cuando quien es director de la sección en la que trabajaba se acercó al cubículo para decirme que quería platicar conmigo y que me esperaba a las 13:30 horas en su oficina.

Entonces no contaba con los dotes, las fuentes o el imán del que ahora gozo y que a veces me turba de enterarme de despidos ajenos o propios, pero sí contaba con mi intuición, esa que casi nunca me falla.

Tan solo escuché esas palabras y la sangre se me fue a los pies.  Mi fuente seguía hablando y la grabadora corriendo y mi mente pensando a mil por hora.

“¿Me va a correr?", "¡qué extraño, nunca me cita a cierta a hora en su oficina!”, “¡demonios! Y si me va a correr ¿qué voy a hacer siendo mamá recién estrenada con tantos gastos?”, “creo que mi hijo no podrá sentirse orgulloso de tener una madre periodista de deportes como siempre soñé”.

Miles de cosas, situaciones y preocupaciones pasaron por mi cabeza, como siempre, adelantándome a los acontecimientos.

Uno a uno fueron llegando quienes entonces eran mis compañeros de trabajo y amigos y los enteré de esto.  Todos estaban sorprendidos y tratando de sacar conjeturas del motivo por el cual me estaban citando de esa forma.

Llegó la hora establecida.


Él me habló del rediseño de la sección y de los costos que implicaban para la empresa esos cambios y, como un petardo a la yugular, me lo soltó “no entras en nuestros planes”.

Mi mundo se vino abajo.

Le dije que qué iba a hacer si J se había ido y yo con todos  los gastos encima, que qué había pasado, que si la razón se debía a un mal desempeño de mi parte, etc.

Él se limitó a decirme que no, “te estás yendo por la puerta grande”.   Solo atiné a pedirle de favor que me diera tiempo de limpiar mi computadora pues ahí tenía almacenados mis más preciados recuerdos: mis fotos de la boda y del nacimiento de mi hijo.

La noticia corrió apresuradamente y algunos amigos se despidieron de mí.  Me dirigí con el encargado de Relaciones Laborales, a quien aprecio con todo mi corazón, y con pesar en su rostro me dijo que le podía mucho liquidarme justamente él.

Ese día acabó mi ciclo en la empresa que más he amado, el único lugar donde me he sentido plena en estos 21 años trabajando ininterrumpidamente.

Ese fue el primer día de muchos que lloré amargamente mi salida. Diario llamaba al periódico para saludar, para sentirme integrante del grupo.

Mi pesar duró exactamente dos años.  ¡Dos años!... dos años en los que lloré casi todas las noches… dos años en los que jamás volví a sentirme plena (sigo sin sentirme), dos años en los que me sentía frustrada profesionalmente, hasta que mi actual editor de mi página de colaborador, mi jefazo adorado, Polo, me ofreció la oportunidad de escribir en la misma empresa y en la que, gracias a Dios, continúo. 

Este es el primer año que no recuerdo la fecha.  Los último cinco años estaba pendiente de la llegada del 11 de noviembre desde una semana antes y cuando se llegaba la fecha solo hablaba de esto.

Hoy no me acordé, hasta ahora.

Han pasado ya seis años y se me han pasado rapidísimo.  Los cinco años que estuve dentro no pasaron tan vertiginosamente y creo que eso se debe a que disfruté mucho esa aventura.

Hoy por hoy, tristemente, no me siento plena ni realizada en lo laboral y sigo extrañando y comprometida con mi página y que con cuanta nota importante que me tope, el primero en enterarse es Polo.

No puedo sentir más que un profundo agradecimiento hacia el periódico, nada más y nada menos que el más importante del País, porque me abrió las puertas sin ser yo una profesionista, sino que soy un periodista de oficio, de hueso colorado, de nacimiento y fueron ellos quienes me formaron, ellos son los responsables de que yo sea lo que soy.

Siempre, toda mi vida, estaré en deuda con ellos y sobre todo, con Polo, que ha vuelto a confiar en mí y quien siempre me da un trato profesional y humano.  La mezcla perfecta.


Nunca me faltaron las palabras de aliento, no solo de mis compañeros, sino también de extraños. Como aquel taxista que me llevó del periódico a mi casa ese día y con el que me puse a llorar amargamente luego de contener por horas el llanto en el periódico.

Mi amigo César Vargas me ha dicho en tiempos recientes que justo ahora, que ambos estamos fuera de este medio tan importante por la misma razón, estamos en nuestro  mejor momento periodístico y sus palabras son inyección pura de motivación.

Hoy, seis años después, EL NORTE, te sigo extrañando con todo mi ser.


Eliminado

Ahora sí que utilizaré mi espacio para desahogarme.

Hay una persona extraña que se había acercado a mi vida.  Fue un noviecillo de juventud, el primero que me regaló el dolor de sufrir por infidelidades, pero eso no es lo importante.

Con la tecnología actual no fue difícil que me encontrara y lo acepté.  Primero por MSN y luego por FB.

Poco a poco he ido descubriendo que es una persona sumamente negativa.  Afortunadamente, en un lapso de tres o cuatro años que más o menos nos ponemos en contacto (muy de vez en cuando), solo lo vi la noche de Año Nuevo pasado que cayó de improviso en mi casa.

Su visita no duró más de 10 minutos porque llegó a la hora que Manotas y yo estábamos cenando y le di avión rápido.

Ha sido ofensivo y muchas de las veces que platicamos termino sumamente estresada y molesta.

Por ejemplo, fue él quien criticó con ironía y burla el que mi hijo se integrara a un grupo de Boy Scout.  

Se que ahí debí dejar esa extraña amistad, pero, vuelvo a lo mismo, no es alguien a quien frecuente, es más, podemos estar conectados y ni siquiera nos saludamos en semanas.

Sin tener una conversación profunda en el que externe mis problemas con él (no tengo la confianza) de alguna u otra forma es agresivo.  Si no me dice que soy una amargada, me dice que soy una dejada.

Por cuestiones laborales reactivé mi cuenta de FB y ayer postee en mi muro algo sobre el programa favorito de TV que actualmente sigo y de inmediato me escribió ahí:  “Ay Elena, tú siempre con tus comentarios… bobos”

Tenía tiempo de no hablar con él. Y me causó algo de molestia, pero para no hacer la discusión larga y porque yo tenía mucho trabajo no le dije nada, simplemente borré su comentario.

Esta mañana lo vi conectado y textualmente le dije: “Te pido de favor que sea la última vez que diriges hacia mi un comentario ofensivo. Jamás he sido grosera contigo y tú siempre me estás atacando”.

Él solo me contestó que si no me gustaba lo eliminara de mi lista de contactos.  Le dije que ya que me daba carta abierta, en ese mismo momento haría lo que debí haber hecho hace tiempo y lo bloquee, no sin antes agregar que no entendía su amargura, que todo lo que piensa de mí es reflejo de lo que él es. 

Que si vivo con mi madre y él es independiente (cosa que siempre me presume y critica), pues tal vez es así porque él vive sólo por épocas porque regularmente mete a su vida y departamentos rentados a mujeres con las que fracasa y se vuelve a quedar solo.

Ya una vez lo había eliminado no solo de las vías de comunicación, sino de mis amistades, porque se atrevió a hacerme propuestas que no van conmigo y no me bajó de mojigata.  

Creí que eso había quedado claro, pero no, veo que se quedó con esa espina clavada y siento mucho no poder acceder a sus peticiones.

En fin, a partir de hoy, este tipo queda fuera de mi vida.

martes, 8 de noviembre de 2011

Adiós, Mike

Me declaro incompetente para comprender la muerte joven.

Siempre me “shockea” enterarme de que alguien, conocido o desconocido, fallece de niño y hasta los 40 y tantos años, aún sin conocer detalles de la causa de su muerte.

Hace unos días, falleció quien fue profesor de mis sobrinos mayores en la Banda de Guerra de la secu donde ellos estudiaron.  Cuando ellos estaban en la secundaria y hablaban de Mike lo hacían con mucho respeto y cariño.

Yo no tuve el gusto de conocerlo y mucho menos tratarlo, pero al escucharlos a ellos hablar de él inevitablemente te creas una buena idea de la persona.

Hace unos dos años, mis sobrinos Marie y Andy, hicieron su primer viaje sin el resto de su familia y fueron al Distrito Federal justamente bajo el cuidado de Mike.

Nuestra familia, debo reconocerlo, somos bastante escandalosos y fuimos todos, incluidos tía, primo (Manotas) y abuelita a despedirlos a la secundaria, desde donde saldrían los camiones a su destino.

El lugar estaba lleno de ansiosos padres de familia y de adolescentes emocionados por el viaje.  Obviamente, ahí estaba él, Mike, y juntó a los papás de sus alumnos y escuché lo que les dijo para tratar de aliviar esos rostros de angustia de los padres:

“No se preocupen, los voy a cuidar como si fueran mis hijos”.

En ese momento, yo no sabía si Mike tenía la palabra exacta, pero los papás, tan solo escucharlo, relajaron un poco su rostro y emociones. Ahora sé que los papás de sus alumnos confiaban ciegamente en él, pues aunque no fui a sus funerales mis "portavoces" me lo confirmaron al describirme el dolor de jóvenes y adultos mostrado en el último adiós de su Mike.

Mike murió por una estúpida enfermedad fulminante.

Hace un mes, él y los integrantes de la banda de guerra que tanto amaba, aquella que ganó lugares especiales en cuanta competencia participaba, fueron invitados a un evento en uno de los municipios de este Estado.

A cambio de su servicio, los organizadores les ofrecieron un desayuno.  Alimentos que provocaron una intoxicación masiva.  Hubo alumnos que faltaron una semana completa a la escuela.

Mike enfermó todo el último mes: diarrea, vómito y dolores intensos de cabeza.

Visitó muchos hospitales y nadie analizó el caso a fondo hasta que se internó el 30 de octubre en uno particular. El diagnóstico fue aterrador: una bacteria se había alojado en su cerebro.

Para el miércoles, había perdido la vista y el oído y  fue desahuciado.  Su muerte ocurriría en cualquier momento.

Mike, a sus 31 años, murió a las 10:45 horas del viernes 4 de noviembre de este año y la noticia se corrió como reguero de pólvora.

Mis sobrinos y cientos de estudiantes estaban destrozados.  Decenas y decenas de alumnos y ex alumnos de Mike se concentraron la noche de ese día en la secundaria para ensayar en su honor lo que tocarían durante su despedida.

Al sepelio de Mike acudieron más de 300 personas, incluidas bandas de guerra de otras escuelas.

Mike, descansa en paz y gracias por dejar huella en la vida de mis sobrinos.



“Instructor y Comandante de la Banda de Guerra Águilas Grises de Monterrey, Nuevo León: Miguel Ángel Campos Ortiz, ¡PREEEEEESENTE!”.


Me estoy enamorando… ¡de otro!

Yo sabía que cambiar de trabajo me traería muchas cosas buenas.

Desde que entré aquí, a estas oficinas, alguien me recibe y despide todos los días, puntualmente.

No sé cómo se llame, pero sus ojitos y su cualidad de ser puntual tienen atrapado ya mi corazón.

Él es alto, delgado, de porte elegante y creo que se está enamorando de mí como yo de él.

Diario llego y volteo a su casa con la esperanza de que esté ahí y me regala su presencia sin falta, todos los días.

Estoy por investigar su nombre y hoy, apenas llegué a la oficina, y al asegurarme que estaba ahí en el mismo sitio de siempre, corrí al segundo piso del edificio donde está mi oficina, para sacar la cámara de la revista y, sin más, me fui a su casa a tomarle la foto.

Es él.

 


Lo que me gusta de él es que a todos les ladra, menos a mí, pero lo que más me fascina es su pose al recargarse en la barda de su casa.  Prácticamente se apoya en ella cruzado de brazos.

Todos los días le digo: “Hola, guapo, ¿cómo amaneciste?”… O cuando salgo y no está y de pronto se asoma: “Ahí estás, ¡sabía que llegarías puntual a la cita!”… O cuando ya me voy: “Nos vemos mañana mi niño, cuídate mucho”.

Y bueno, éste es un ser más que me alegra la vida todos los días, junto con Dalí Miguel y Lucas Benjamín.

(Estoy en vías de adoptar otro que tiene por nombre Junior, pero se lo voy a cambiar porque no me gusta ese nombre –en dado caso que mamá me acepte con un hijo más en su casa-).

jueves, 3 de noviembre de 2011

Dichas inmerecidas

No sé si se trate de mis días pre, y no puedo asegurarlo porque no tengo ganas ni malas intenciones de checar el calendario, pero últimamente me he sentido de muy mal humor.  A un grado de amargura que da miedo.

Hay varias cosas que suceden, buenas para algunos, que a mí me molestan.  Esos sentimientos extraños que a la larga hacen daño.  Llamémosle envidia.

Digamos que creo (¿quien soy yo para creerlo?) que hay gente que tiene cosas y sentimientos que honestamente no lo merecen.  Es un sentimiento como el que experimentan las mujeres que anhelan ser madres y no pueden y que al enterarse del embarazo de alguien cercano sienten algo extraño en las entrañas.

Así es…

He tratado de pensar en otras cosas para no recordar lo que creo que no-se-merecen y esperemos lograrlo pronto.  Ya he estado estacionada en este tipo de situaciones y me es difícil salir de ellas.  Esperemos que esta vez no.


martes, 1 de noviembre de 2011

A cuatro años sin tí

El domingo se cumplieron cuatro años sin pá.

Mamá lo extrañó más que en otros aniversarios de su partida.

Esta canción dice todo lo que NUNCA me atreví a decirle yo cuando vivía.






Atento aviso

A mis pocos, pero selectos, lectores les informo que debido a que compartiré mi blog a más gente, decidí poner un candado a los comentarios.

Es decir, como en otros blogs, automáticamente se enviarán sus comentarios a mi correo para de ahí autorizar subirlos.  La verdad, no creo que ninguno se quede fuera, salvo los repetidos. Esto es meramente para tener un control.

No me gustan, para nada, las páginas donde gente inculta o grosera postea ofensas y así.

Disculpen la molestia que esto les ocasiona y, recuerden, estamos trabajando para servirles mejor.

Amén.