sábado, 23 de junio de 2012

¡De repente creció!

Ayer, viernes 22 de Junio de 2012, Juan Pablo cerró el primer ciclo de su vida estudiantil, al concluir su etapa en Preescolar, en el colegio.

Fue el último día de clases y su fiesta de graduación.  Hace unos días la misa de acción de gracias.

Aún falta el acto académico y otra actividad en la que seguramente me pondré a llorar como Magdalena (traeré reseña y fotos).

Tantos recuerdos y tanto agradecimiento a sus maestras, especialmente a su maestra Rosina, quien lo guió durante los últimos dos años...

¡Gracias a Dios por permitirnos vivir esta experiencia y esperando que me siga dando la oportunidad de que continúe sus estudios en un colegio que me tiene realmente satisfecha y a él, feliz!


Esta es la foto de generación 2009-2012.


El martes pasado, fue la Misa de Acción de Gracias...


 Así bajó a formarse hoy por última vez.







Amigable.  Así dejó huella Juan Pablo en sus maestras de Preescolar.  Así amaneció publicado afuera de la oficina del colegio.





Por la tarde del viernes, celebró en grande la finalización de su primer reto escolar.


Con su maestra Rosina.  Uno de sus primeros grandes afectos.



domingo, 17 de junio de 2012

Enrolándome

Ya llevo más de una semana en el periódico.
Al principio, no quería ni ir sola al baño, así que le pedía a una de mis mejores amigas, de hace 12 años, que me acompañara.
Hoy, ya me siento enrolada.
Aún me da pena preguntar, pues nunca había editado.  Me hago "pelotas" con los esquemas, pero ya llevo dos días consecutivos terminando temprano, prácticamente dependiendo de que las secciones grandes se vayan a la prensa para nosotros enviar nuestras páginas al mismo destino.
Me siento bien, contenta, aunque sí me ha parecido difícil el hecho de separarme de Juan Pablo tantas horas. 

Creo que en eso no nos hemos adaptado del todo los dos, pero ya vienen las vacaciones escolares y mis dos días de descanso entre semana serán completitos para él.
También me ha afectado en cuanto a la convivencia con Santiago, puesto que también tiene la problemática de sus horarios, además de los mios y mi dificultad de no sentir culpabilidad por robarle una hora a mi hijo para irme a convivir con mi pareja.
Hemos hablado mucho al respecto y los dos estamos dispuestos a seguir al pie del cañón, así que ya no queda en nosotros.
Estoy contenta, me siento plena, en mi elemento, así que sigo disfrutando de esta nueva etapa profesional de mi vida.

lunes, 4 de junio de 2012

Crónica de un regreso anunciado


¡Casi siete años después!

Pese a que ese 11 de noviembre de 2005 el dolor, la tristeza, incredulidad e impotencia me derrumbaban, tuve la fuerza y seguridad de jurar ante todo y todos que volvería sin saber a ciencia cierta de qué medios me agarraría para hacer realidad el sueño por segunda vez en mi vida.

A mí misma me parecía una promesa loca. Imposible.

Ése fue el día en que terminó sorpresivamente uno de los ciclos laborales más gratificantes y hermosos de mi vida. Me despidieron a mis poco más de cinco años laborados en uno de los periódicos más importantes del País y a escasos tres meses de convertirme en madre.

Cuando juré ante mis íntimos esa promesa loca de un día regresar, muchos abiertamente me dijeron que no estaba en mis cabales porque el regreso de alguien previamente despedido era imposible.

Aún recuerdo que ese día tomé un taxi, de la calle, no de la base que me llevó a los eventos esos cinco maravillosos años.

Era un señor joven, bonachón y se convirtió en el primero de muchos desconocidos con los que lloré amargamente mi pena.

Le conté con todo mi dolor que me habían despedido del trabajo que más me había enamorado en mi vida y él se conmovió y me consoló.

Bajé del auto y mamá me esperaba con mi Juan Pablo en brazos en una hora poco usual de llegada a casa.

Le quité a mi hijo, lo abracé y solté la noticia: “me despidieron del periódico”.  Todos estábamos en shock.  Yo solo pensaba en que mi hijo nunca se sentiría orgulloso de tener una mamá que dominaba las reglas de muchos deportes practicados por los varones.

Me preocupaba el futuro y la economía, pues se trataba de un trabajo bastante bien remunerado, pero lloraba más por tener qué dejar de hacer lo que tanto me ha gustado, reportear, investigar y escribir.

Los primeros dos años fueron realmente depresivos, hasta llegué a pensar que estaba enloqueciendo, pero en esos tiempos me contaron la historia de un ex compañero de otra sección que también había sido desocupado y que al tiempo se convirtió en indigente.  Cuando me contaron la historia me autoprogramé a pensar que era una leyenda urbana, pues si me convencía que había sido verdad, yo podría convertirme en una mujer indigente también.

En abril de 2007 fui invitada por Polo, editor de METRO, pero más que jefe es uno de mis grandes afectos y un ser humano excepcional, a crear una página de mecánica automotriz y cultura vial que al poco tiempo se convirtió en un éxito y se vendió a decenas de periódicos nacionales que la publican semana a semana.  Hoy, Tu Nave prevalece y crece a pasos agigantados.

Desde entonces, él  lucho contra todo y todos por regresarme de tiempo completo.  Me vio deambular de un trabajo a otro, algunos los abandoné porque me sentía frustrada y en otros mis patrones terminaron mi ciclo con un despido.

Todo eso lo resumo a que mi promesa seguía programada en mi mente.

Hace casi tres semanas me dieron la buena nueva de que mi regreso era casi un hecho.  Hace dos presenté exámenes psicométricos y esperé días y días la última entrevista para la decisión final.

Hace una hora, me han  informado que formo parte nuevamente de ese medio al que eternamente le he estado agradecida por darme la oportunidad de desarrollarme.  Mañana comienzo muy temprano con un curso y más tarde entregaré mi papelería y firmaré contrato.

Con esto pongo fin a la loca vida de trabajar para mucha gente. Me quedo con el mejor jefe que he tenido en la vida.

Así que, gracias a Dios y a Polo, Humberto y Martha, mañana comienza mi segundo ciclo laboral en esa gran empresa, de la que nunca, jamás, me he quitado la camiseta.

Dios quiera que ahí termine mi ciclo laboral.

¡Gracias a Dios!